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EL CAFÉ PORTUGUÉS de Antonio Reseco (AR)

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Si se empieza por el relato que da título al libro (con subtítulo “Sipnosis para una película”, 19), la primera sorpresa de este conjunto de narraciones es que el café no es portugués, ni está en Portugal, ni el dueño es de esa nacionalidad, por lo que se nota que AR empieza con ese juego que le gusta tanto de despistar al lector y desconcertarlo no como martirio sino con el fin de atraer su atención por medio de un toque sorpresivo que lo ponga en guardia.

El café portugués, más que un libro de relatos es un cúmulo de densas reflexiones trascendentes del autor camufladas en relatos, como esas medicinas con sabor desagradable que, aunque sanan, deben tomarse con líquidos o alimentos para poder ingerirlas.

El libro se encuentra impregnado de la inquietud que siente AR ante la naturaleza frágil, inestable y sin valor de la existencia. De hecho el primer relato no es, como sería lógico, el titulado igual que el libro, “EL CAFÉ PORTUGUÉS”, sino otro que se denomina “EL MUERTO” (11), cuyo inicio es una contundente sentencia: “Entre la vida y la muerte solo hay un paso.”. No obstante, no es la primera vez que expone esta preocupante fragilidad (por ejemplo, es la conclusión de su poemario Casi no existir) y, en esta ocasión, la presenta doblemente pues no solo percibe la muerte como un simple hecho fisiológico, que reduce al ser humano a cenizas, sino también como un suceso trascendental que lo arrastra al olvido e, incluso en muchos casos, afecta indignamente a su memoria: Al poco tiempo su mujer regala la chaqueta que le gustaba y se relaciona abiertamente con su nueva pareja con la que le era infiel en vida. Este hecho, que AR habrá extraído de la realidad inmediata, le provoca desencantas reflexiones sobre la hipocresía que se manifiesta ante la muerte (“A nadie le interesa más muerte que la propia o la de los cercanos. Se puede ser vil lejos de la apariencia.”) y sobre la verdad que esconde el llamado, engañosamente, sentimiento más sublime: “No sucumbí al amor; fue fácil, aprendí que no existía” (60).

Otros relatos del libro son producto del desengaño que late en la concepción vital de AR, cuya fina ironía se detiene y actúa contra los crasos errores de la descontrolada sociedad actual. Así, en “EL SUEÑO DEL TRAIDOR” (59), expone una refinada crítica de lo que se ha dado en llamar la posverdad, un siniestro invento de la sociedad globalizada que permite, a propios y extraños, mentir sin escrúpulo moral alguno: “responder lo que no pensaba fue un acierto, así se sobrevive” (60).

En este sentido varios relatos hacen referenciaal escaso valor de la existencia humana: el protagonista, en “LUTON”, distrae la mente de la idea de la muerte, mientras su avión espera permiso para aterrizar con riesgo por la intensa niebla: “La muerte nunca es colectiva, es íntima porque en la hora exacta del verdadero tránsito uno siempre está solo y nadie ha podido demostrar que al otro lado espere alguien.” (57). En “EL CAFÉ PORTUGUÉS” todos los personajes son unos fracasados, aunque tienen inquietudes culturales, políticas e, incluso, poéticas y, además, son seres pacíficos con sencillos anhelos, que no logran alcanzar. En “LA ISLA” (101), se palpa una angustiosa falta de horizontes en los seres que pululan, como meras sombras, por la ausencia de libertad en un régimen (¿Cuba?) que convierte al individuo en autómata: “Con el tiempo las gentes se resignan. Buscan sustitutivos, sucedáneos, placebos.” (105). En “RITA”, lamonotonía de la vida insulsa y gris del protagonista lo hace, emocionalmente, crear una irrealidad enamorándose platónicamente de Rita Hayworth a la que ve idealmente en un póster del escaparate de una peluquería, hasta que advierte que está viviendo una realidad falsamente creada por el glamour, la fama y el fotoshop: "Rita Hayworth ya es historia y pasto del mismo destino que correremos todos” (34). Y en “EL RAÍL” se constata ladébil huella que deja el ser humano en su paso por la existencia, como la moneda que desaparece al paso del tren y solo queda en el raíl una simple señal de su pretérita existencia.

Además, a lo largo del libro aparecen otras intranquilidades no menos preocupantes para el autor:

La realidad no es la que percibimos como tal sino la intrahistoria que existe detrás de las cosas como, en “EL PÍFANO” (37), donde la realidad no es la que refleja el cuadro de Manet, sino el ambiente de guerra que se presupone detrás de la imagen del niño-soldado y su corta existencia cercenada por la violencia: “el pequeño pífano corre en el ataque al son de la marcha viva que impulsa a los hombres hacia esa boca desconocida e incierta con la que engulle la guerra” (40).

La dificultad que tiene el ser humano de conocerse y la desorientación a la que lo lleva el hecho de ser muchos en uno sin saber quién es de ellos o desconocer si es un fragmento suelto del todo que conforma su compleja personalidad en “TAPANDO UN AGUJERO” (43): “Seguramente sólo estuviera tapando un agujero, ese agujero que llevamos dentro y por donde se filtran  todas las personalidades que nos habitan, las fingidas, por supuesto, y las reales, que ocultamos.” (45).

El engaño que ejerce la mente,aliada con el paso del tiempo, sobre el frágil ser humano con el que juega creando realidades mentales inexistentes: “El recuerdo funciona siempre como la máquina del engaño.”, en “PERFUME, SOMBRA” (61). O demasiadas veces lo convierte en una bestia despiadada al estimular su cruel instinto asesino, con el que no muestra el mínimo respeto por sus semejantes a los que causa la muerte por irrealidades, en “Y DIGO SU NOMBRE” (75) o “RUMBO SUR” (85).

La degeneración que sufre el ser humano cuando lo dominan sus pasiones como la de los bibliófilos, que llega a convertirse en pura bibliomanía:“Seres capaces de auténticas atrocidades con tal de conseguir la primera edición de un libro que jamás leerán.”, en “EL ALCALDE DE NUREMBERG” (69).

La desorientación existencial del ser humano, que anda como borracho por un mundo que no logra comprender ni controlar (“Si el espejo no me refleja, será que no existo. Luego, no pienso. En apenas unos segundos volvió a quedarse dormida sobra la cama deshecha. La habitación apestaba a ginebra.” en “LA DUALIDAD”, 81) y su enigmático destino, pues no sabe ni dónde, ni cuándo, ni cómo sucumbirá, en “PROGRESO” (99).

La constatación de que la absurdez humana no tiene límites: AR juega con una suposición que, increíblemente, puede ser verdadera: la posibilidad de que una supuesta reliquia de Maradona, cuya fama le viene de introducir en la portería un gol con la mano, pueda mover masas y ganar hasta una guerra, en “EL BRAZO INCORRUPTO DE MARADONA” (95).

Y la inconsistencia de la fama (“No vale con ser escritor, sino que es preciso parecerlo”, 49), la impostura de la autenticidad (“Porque los escritores son enfermos y la naturaleza es lo contrario de la enfermedad.”, 48) y los tramposos cantos de sirena de los predicadores, los populismos, los vendedores de internet o de cruceros o de islas de ensueño, en “LA CARACOLA” (67).

Como se puede observar la intranscendencia no es una opción narrativa que contemple AR cuando escribe, pues el rasgo fundamental de su forma de contar es la densidad de su meditado mensaje, siempre intranquilo ante la deriva desquiciada que ha tomado el mundo globalizado y la desorientación monumental que sufre el ser humano, cada vez más artificial, más autómata, más desencantado y más violento.
asalgueroc


NUEVE LIBROS PARA GUSTOS LECTORES VARIADOS

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MIGUEL RÍOS. COSAS QUE SIEMPRE QUISE CONTARTE de Miguel Ríos

(Barcelona, Planeta, 2013)

Me ha gustado este libro cuyo autor es el cantante Miguel Ríos, al que tanto hemos oído cantar sus temas fundamentales “El río”, “Vuelvo a Granada”, “Himno a la alegría”, “El blues del autobús” o “Bienvenidos”, que forman parte de la banda sonora de nuestra vida.

No obstante lo que más me ha llamado la atención es la ardua lucha que ha mantenido por adquirir un nombre en el panorama musical y mantenerse en la cresta de la ola, incluso en las épocas más duras del top manta, las copias masivas ilegales por internet y la crisis económica que afectó duramente al mundo de la canción. Luego me ha maravillado la energía de este artista no solo por el montón de LP, CD y DVD que ha editado, las colaboraciones que ha mantenido con sinfín de cantantes, músicos, técnicos, productores y los numerosos proyectos musicales, que ha realizado tanto en escenarios de España e Hispanoamérica y programas televisivos, cuyo fin ha sido la difusión no solo de la música (especialmente del rock an roll) sino también de los más variados de aspectos del folklore (especialmente el andaluz) y conciertos con los que ha dado cancha a numerosos artistas (funambulistas, comefuegos, prestidigitadores, circenses…).

Lo único que no queda bien es su patente adscripción a una tendencia política pues, como buen artista, creo que no debía mezclar el arte con una actividad tan prosaica e interesada partidistamente como la política, que desvirtúa la transparencia de su mensaje artístico…



EL GRAN CAPITÁN de José Calvo Poyato

(Barcelona, Plaza y Janés, 2015)

Es una novela histórica que narra los entresijos de la política del reinado-regencia del rey Fernando “el Católico”, en medio de los cuales se encontraba una valiosa figura de la España que se abría al Renacimiento: Gonzalo Fernández de Córdoba, llamado por sus soldados “Gran capitán” por su carácter equilibrado, generoso, don de gente y actitudes para el mando. Sin embargo el rey, después de conquistarle el reino de Nápoles, no le concede el prometido maestrazgo de la Orden de Santiago y lo nombra alcaide de Loja para alejarlo de la Corte. Los motivos fueron que el rey se sentía celoso, porque había mantenido una estrecha relación con la reina Isabel, su valedora, y porque las malas lenguas aseguraban que el Gran Capitán quería autoproclamarse rey de Nápoles. Sea como fuere el Gran Capitán fue siempre un leal servidor de la Corona y el rey se comportó de un modo inadecuado con uno de sus mejores súbditos.

No obstante, el libro, que está bien escrito, más que narración es un largo diálogo entre los personajes, de manera que no sabemos del protagonista por lo que hace sino por lo que dice o dicen de él y el libro se hace monótono y excesivamente plano sin altibajos ni tensiones, lo que convierte a la lectura en una actividad forzada que se desea terminar cuanto antes.



LA HIJA DE CAYETANA  de Carmen Posadas

(Barcelona, Espasa, 2016)

Es una novela que pertenece al género que yo llamo “del bla, bla, bla”: bien redactada, ágil, con discurrir narrativo continuo…, pero le falta algo que suene distinto, porque narrar sabe mucha gente con un buen nivel de calidad, pero decir cosas originales lo saben pocos.
La hija de Cayetana ni profundiza en la Historia, aunque la novela se sitúa en un momento histórico apasionante, el de la Revolución Francesa, Napoleón, Godoy y la Guerra de la Independencia, que la autora deja escapar sin utilizarlo, ni profundiza en la intrahistoria que cuenta que, de entrada, prometía novedosos descubrimientos sobre un hecho no conocido como que la duquesa de Alba tuviera una ahijada negra pues, al final de la novela, más sabemos de la madre que de la hija.

Además la historia cobra tintes folletinescos que no llevan a nada como el amor de Trinidad con el hijo de sus amos que es resuelto de un modo infructuoso, pues mejor hubiera sido que hubiera muerto en el mar como se creía en un principio. Otras veces el libro se introduce en ambientes propios de los cuentos de niños que casan mal con el endeble núcleo de la novela que no tiene un argumento de peso. Así el tema de los negros y sus creencias en los orishás (espíritus) o las componendas facilonas para que Trinidad buscara a su amor perdido y a su hija. 



DIARIO DE UN NÓMADA DE Miquel Silvestre

(Barcelona, Plaza Janés, 2015)

El autor cuenta un viaje en moto desde Santiago de Chile hasta Panamá, con el objetivo de seguir la huella de los conquistadores desde Pedro de Valdivia a Vasco Núñez de Balboa atravesando Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Perú, Colombia y Panamá.
No obstante, Diario de un nómada no es solo un libro de un viajero motorizado sino también de un ser humano que tuvo la decisión de abandonar su cómoda vida de registrador de la propiedad y realizar su sueño: ser escritor, viajar para disponer de asuntos que tratar en sus libros y autofinanciarse. Para esto, tuvo que embarcarse en realizar y producir sus propios documentales, empresa que le supuso una dificultad añadida por la inexperiencia y el escaso presupuesto con el que contaba.

En Diario de un nómada libro destacan los comentarios que el autor intercala en medio de la aventura sobre los lugares que visita, los conquistadores que sigue, su estado de ánimo y opiniones personales sobre lo que es la superación personal y la importancia de saber aceptar retos para conseguir sus anhelos, a pesar de las múltiples dificultades que tuvo que sortear para realizar el viaje en una moto BMW de 1200 cc y 300 caballos de potencia y filmar acompañado por Antonio Píriz Corchado, un cámara extremeño, y por Herber al mando de una camioneta Toyota de 2700 cc.  



STALIN. LA VIDA PRIVADA de Lilly Marcou

(Madrid, Espasa-Calpe, 1997)

Es un libro no solo sobre la vida privada de Stalin sino también sobre su amplísima experiencia revolucionaria y política. El libro descubre el luchador nato que era pues, a pesar de ser perseguido, juzgado, deportado, pasar hambre y frío constantemente, el poder del zar no logró doblegarlo.

También descubre que ese poder zarino no sería tan duro como se dice cuando le permitió una y otra vez ser detenido, encarcelado, interrogado y deportado y no fusilarlo como más tarde, cuando tuvo el poder, Stalin hizo con millones de compatriotas e incluso familiares, amigos y esposas de colaboradores cercanos, a los que masacró sin piedad alguna en nombre de la revolución.

Al final, su entorno estaba tan harto de él que mató indirectamente a la bestia dejándolo morir durante horas de un ictus sin recibir atención médica. Un dulce final para un monstruo que había hecho sufrir con una crueldad sin límites a tantas personas. 



BOB DYLAN de Jordi Sierra i Fabra

(Barcelona, Planeta, 2017)

Lo que me ha sorprendido de este libro es el impresionante curriculum de Bob Dylan, cantante, compositor, poeta, actor… Y lo que he anotado del libro son datos de personas, cantantes y grupos con los que se ha relacionado y canciones de sus numerosos discos como estos:

El rock nació con la canción Rock around the clock de Billy Halley y The Comets.

Woody Guthrie, cantautor que Dylan consideraba un maestro.

Only a parn in their game.

With God on our side. Only a pawn in their game. Boots of Spanish leather.
 


YO, JULIO VERNE  de J. J. Benítez

(Barcelona, Planeta, 2004)

La autobiografía de Julio Verne me ha encantado por varias razones:

1)El escritor no tapa nada de su vida, todo lo comenta sin tapujos para presentarse como una persona normal y corriente. Sobre todo durante su juventud se llevó muy mal con su padre (“nació, vivió y murió como un burgués”, declaró Verne), pues nunca estaba conforme con sus decisiones e incluso estudió Derecho obligado por su progenitor, pero no lo ejerció. Se casó buscando a una rica heredera y se encontró con una mujer que no lo comprendió ni tenía dinero. El gran amor de su vida, que no lo correspondió, fue su prima Caroline. Luego se enamoró de Anne, una mujer que lo amó, lo animó, lo valoró, nunca le reprochó nada y murió en soledad, pues él no fue capaz de divorciarse de Honorine, su mujer; por ella, se metió en política como concejal del ayuntamiento de Amiens, para ayudar a la gente común a vivir mejor. Su hijo Michel fue un rebelde que le causó múltiples problemas policiales, deudores, escandalosos hasta que, al casarse por segunda vez en un matrimonio contrario a la opinión de sus padres, se centra y finalmente llegan a llevarse bien el hijo y el padre.

2)Según Verne, su éxito más que a sus dotes narrativas (no estaba de acuerdo con su estilo, pues lo veía lleno de sustantivos) se debe a razones constatables. Por ejemplo, su primera novela, Cinco semanas en globo, tuvo que rehacerla totalmente a propuesta de su editor (Hetzel) que, así y todo, creyó en sus posibilidades cuando no había editado ni una sola narración. O la idea de su novela La vuelta al mundo en 80 días no surgió de su mente sino de ver en la prensa la noticia de que una vez abierto el canal de Suez se podía dar la vuelta al mundo en menos de tres meses… O las predicciones que narró en su relatos no proceden de su imaginación sino de un esforzado trabajo de investigación, de su desmedida curiosidad, de un equipo de ingenieros, exploradores, marinos que lo asesoraban en sus viajes imaginarios y de 25 mil fichas, que había reunido en muchos años y recogían los múltiples avances de la época.

3)Su éxito se encuentra en su capacidad de trabajo más que en su creatividad, aunque trató de dotar a  sus personajes cumbres, como el capitán Nemo, de una consistente formación humanística y técnica. Verne sabía que se encontraba en un momento histórico, pues en su época eran continuos los avances científicos y los descubrimientos geográficos, y los aprovechó, consciente de su enorme importancia, pues decía: “En poco tiempo hemos pasado de la herrumbre de la rueda a la magia de la electricidad.”. Ese es su gran valor y saber novelar todas esas impresionantes novedades: “La ciencia, alimentada por un torrente de hallazgos, marchaba a la cabeza de la sociedad. La gente  asistía fervorosa y atónita a la puesta en marcha de los primeros velocípedos, de las cocinas de gas, de las máquinas de coser [y de escribir], del primer cable submarino entre Europa y América, de la perforación del primer pozo petrolífero en Pennsylvania, del evolucionismo de las especies de Darwin, […]. Los ferrocarriles y las compañías de navegación desvelaban nuevas rutas, maravillosos e increíbles países, junglas inexploradas y, en definitiva, acortaban los caminos del globo.” (173).

4)Verne asombrosamente comenta en dónde se encuentra su deseo de investigar y reunir tan amplia información: “¡En el periodismo! Esta noble profesión me enseñaría casi todo lo que sé: disciplina, rigor, amor a la verdad y un permanente estado de alerta hacia lo novedoso” (137).

¡Sorprendente e interesante! 



HISTORIA DE LAS GRANDES EXPEDICIONES CIENTÍFICAS de Enrique José Díaz León

(Córdoba, Guadalmazán, 2017)

Interesante libro sobre las expediciones científicas más relevantes de la Historia, que se pudieron llevar a cabo por el interés de los protagonistas, que incluso arriesgaron su vida, por conocer el mundo y trasmitírselo a los demás permitiendo de esa manera una mayor progreso como en el caso de la expediciones de Malaespina, el capitán Cook, Humbolt, Darwin o cualquiera de los citados y aportando un mayor bienestar como en el caso de la propagación de la vacuna de la viruela, que se puede catalogar como una odisea por las enormes distancias recorridas, la infinidad de obstáculos que tuvieron que superar con los medios limitados de entonces las numerosas personas que salvaron.

El aspecto que menos me ha gustado del libro ha sido los desajustes de estilo y las erratas en mayor número de lo que es admisible, posiblemente debido a que el autor no ha tenido en cuenta el dicho de que cuatro ojos ven más que dos y se ha atrevido a editarlo sin pedir a alguien que lo revisara antes.



PANCHO VILLA. RETRATO AUTOBIOGRÁFICO (1894-1914) de Guadalupe Villa

(Madrid, Taurus, 2004)

El mismo Pancho Villa (José Doroteo Arango Arámbula) cuenta su vida para quedar claro cómo sucedieron los hechos en los que intervino y, mayormente, para denunciar que fueron infundadas las acusaciones con que el general Huerta lo quiso fusilar posiblemente porque nunca le perdonó que cuando peleaban en bandos contrarios, Villa, un analfabeto, le ganara en repetidas ocasiones a él que era militar de carrera.
Pancho Villa se sublevó contra el poder cuando el terrateniente de la tierra que trabajaba quiso tener a una de sus hermanas a su pleno servicio y, como estaba dispuesto a ser un obrero pero no a perder su dignidad, lo hirió, huyó, se convirtió en un proscrito y, con el tiempo, en general brigadier de las fuerzas auxiliares revolucionarias del Norte.

Tenía el sueño de que los poderosos dejaran vivir honradamente y en paz a los trabajadores y de crear haciendas militares, cultivadas por sus revolucionarios que trabajarían tres días a la semana y el resto se ocuparían en su formación militar para que, llegado el caso, se pudiera disponer de una fuerza adiestrada que estuviera siempre preparada.

Villa consiguió mantener su dignidad y la de su familia a costa de exponer su vida y la de sus hombres (que murieron por miles), pero acabó asesinado y sus sueños aún siguen sin verse cumplidos pues hoy Méjico es un país con una enorme desigualdad social.

asalgueroc

CINCO LIBROS DE AUTORES EXTREMEÑOS MENOS UNO CON PROTAGONISTA EXTREMEÑO

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MI PARÍS  de Pilar Fernández

(Mérida, Mis viajes-Cyart, 2019)

Pilar Fernández tiene el detalle de regalarme Mi París y me encuentro con una sorpresa por su atractivo diseño, tipo art déco parisino, obra de Javier Botija de la imprenta Cyart, que no solo se ha limitado a editar sino también se ha detenido en congeniar el aspecto físico del libro con su mensaje interno. Así en la cubierta se hace patente el grato cromatismo del esmeralda con el azul marino y el rojo sobre blanco, que resulta una agradable combinación a la vista, sentido por el que una publicación comienza a ganar la voluntad del lector.

Luego el título aparece personalizado indicando con el posesivo que el contenido del libro no es una ficción literaria sino experiencias personales que, de nuevo, predisponen al lector a adentrarse cuanto antes en su lectura. Además, a esta inmersión también lo invitan las letras que presentan un aspecto desenfadado indicando el gusto de la autora por contar sus experiencias para compartirlas en un desprendido ofrecimiento no solo para que el lector las conozca, sino también para que las viva directamente a través de sus palabras, aquí convertidas en emotivos relatos no por sus momentos impactantes sino por la naturalidad de su desarrollo, la bondad de su tono y el carácter mundano que muestra sin tapujos la autora.

El interior de Mi París contiene un aspecto elegante y un delicioso contenido que conforman un librito, mitad relatos y mitad poemas, sobre las andanzas callejeras de Pilar cuando tanto le agradaba perderse por París sin rumbo fijo dejándose llevar por esa magia decadente que la ha cautivado con su particular encanto parisino. También el libro acoge las vivencias que, jovialmente, ella experimenta en la capital francesa, cuando tanto le gustaba participar de la vida bohemia que palpitaba en el barrio parisino de Montmartre. Además, Mi Parísatrapa al lector por el dulce discurrir con que Pilar consigue que entre con ella en la tienda de souvenir de Mirta y Frater, atraída por figuras de seres mágicos que guardan una estrecha relación con el exoterismo. También el lector, asiste con la autora a su enamoramiento de Azzeddine, el portero de noche del hotel parisino Damrémont, con el que practica esa sensualidad que ella sabe describir dulcemente sin herir sensibilidades más pudorosas. Además, el lector, la acompaña en sus imprevistos encuentros con la discreta Suzie; con Paolo, un maduro seductor italiano, o Tomá, el chico de la mochila mágica, curiosos personajes con los que entra fácilmente en contacto a través de su empática extroversión. Así mismo el lector contempla en el Museo del Louvre el cuadro “La Libertad guiando al Pueblo” de Delacroix y participa en la espontánea tertulia que la autora entabla con cinco jóvenes argentinos. El lector goza también con un simpático episodio en el metro parisino, cuyo protagonista es un abanico español manejado con salero por Pilar. Y, finalmente, como si se tratara de un proceso sibilinamente preparado por la autora, el lector llega a convertirse en su cómplice participando en el desagravio por su frustrado amorío con Abdel-Kader.      
  
En fin, Mi París es otro libro encantador de Pilar Fernández por el ambiente bohemio que lo envuelve, la delicadeza de su tono y el buen gusto que se percibe tanto en la presencia externa como en el discurrir narrativo. Además, el libro seduce por el relato modernista de sus amoríos y de sus peripecias en un París que Pilar transforma idealmente con ese enfoque característico de almas cándidas como la suya. Y también atrae por ese aprecio a la vida que descubre su curiosidad por las experiencias novedosas; su don de gente y su empático deseo de contactar humanamente con semejantes y, si llega el caso, con animales, con los que conforma y ambienta, por medio de una afable universalidad, sus cálidos relatos.



UN OTOÑO EXTREMEÑO de Mario Martín Gijón

(Mérida, ERE, Col. La gaveta, 2017)

Es un librito cuya  lectura deja una sensación agradable y a la vez nostálgica. Lo primero porque su contenido está muy incardinado con la naturaleza extremeña y Thomas, el protagonista, un botánico alemán, es un ejemplo de amor por nuestro entorno natural. Este hecho siempre satisface a los que hemos nacido en él y no lo percibimos en el grado que él lo percibe y lo siente, extremo que nos señala como poco amantes de lo nuestro y más cuando se trata de la maravilla de nuestro agreste entorno en el que vivimos indiferentes.

Y además he sentido nostalgia por el amor que nace entre Thomas y Cristina, una compañera de trabajo, al calor de esa naturaleza, y que también se apaga por la diferencia de edad existente entre ambos.

Tanto en uno como en otro ámbito el libro contiene momentos de un gran lirismo, que convierten el discurrir narrativo en una sucesión de dulces y emocionantes sentimientos naturales y amorosos que congenian a la perfección.



PEDRO DE VALDIVIA  de R.B. Cunninghame Graham

(Sevilla, Renacimiento, 2017)

Es un libro que me ha decepcionado. Esperaba una biografía del conquistador de Chile y me he encontrado con un montón de datos mal conectados y relacionados en un estilo que deja mucho que desear.

El autor podía haber escrito un libro al menos entretenido, aparte de divulgativo y, sin embargo, ha elaborado un texto lleno de repeticiones como las citas de las cartas que Valdivia envió al emperador Carlos V y la edición de las cartas completas en la segunda parte del libro. Tenía todos los ingredientes para componer una interesante novela histórica y ha resultado un libro que desilusiona pues, incluso, están mal distribuidos los párrafos, pues los corta por donde le parece.

Este libro es un ejemplo de cómo se califica a la ligereza de escritor a personas que no lo son.




EL AMOR DE PENNY ROBINSON de Alonso Guerrero
(Córdoba, Berenice, 2018)

A pesar del título el libro, su autor es español y, además, extremeño de Almendralejo. Pero, aunque me atraía por este último hecho y porque se trata del impacto que le produjo en su vida haber sido marido de la actual reina Leticia, he tenido que dejar de leerlo porque no me entero de nada, no sé si por mi despiste o porque el autor enrevesa a conciencia la narración como una técnica literaria, que indica el problema de invasión de su intimidad por parte de la prensa que se le vino encima cuando su exmujer se ennovia con el heredero de la Corona de España, hoy Felipe VI.





TORREMAYOR Y SU ENTORNO ARQUEOLÓGICO. Historia de una villa de las Vegas del Guadiana de José Antonio Ramos Rubio

Es un libro que comencé a leer con expectación porque Torremayor es el pueblo que acogió a mi familia allá por 1958, cuando mis padres se trasladaron a él desde Talavera la Real por motivos laborales; y allí viví mi infancia y mi juventud, muy bien arropado por su buena gente y su bello entorno, situado en plenas vegas del Guadiana.

Pero mi decepción no tardó en llegar cuando empecé a comprobar desde el mismo inicio de mi lectura que era un libro con unos fallos imperdonables en un autor que increíblemente es doctor y… académico de la Historia:

1)La redacción es incorrecta (en una nota de lectura la califico de “horrorosa”), pues usa mal el gerundio reiteradas veces, presenta desconexión sintáctica otras y, de ninguna manera, es propia de un estilo divulgativo.

2)El libro apenas habla de Torremayor, pues del pueblo el tal Ramos no ha podido decir más de lo que ya sabíamos por el libro Historia de la villa de Torremayor “Alguijuela” de Lorenza Cabezas Muñoz y María Luisa Cano López, que se lee mucho mejor pues no tiene errores de bulto.

3)El autor se detiene en asuntos nimios o que no merecen la pena comentarse y que, además, no tienen nada que ver con Torremayor y, por tanto, no presentan interés para el lector (tubos en la roca o restos arqueológicos que no pasan de ser meras suposiciones como simples piedras que podrían ser útiles prehistóricos como tantas que se han partido por las temperaturas extremas).

4)La falta de revisión del texto es patente en repeticiones, líos (el de los doblados) y confusiones como cuando se cambió el nombre antiguo del pueblo (Alguijuela) por el actual o en los momentos que no se sabe si habla del pueblo ni a qué se refiere, pues pasa tiempo sin mencionarlo.

5)El libro se encuentra descompensado en su estructura, pues existen partes desarrolladas y otras apenas desenvueltas.

En fin, el autor se podía haber ahorrado un trabajo fallido por estar elaborado a la carrera, teniendo en cuenta la retahíla de trabajos realizados por este “investigador”, de la que se deduce que no ha podido elaborar nada con la reflexión, la hondura y la maestría que se requieren para editar una investigación de este calado.



                                     LOBÓN EN SU HISTORIA de Manuel García Cienfuegos


Es un libro muy bien presentado y, por tanto, con un aspecto que invita a leer. Sus 426 páginas contienen un estudio exhaustivo de Lobón, el pueblo extremeño situado en un cerro que antes atravesaba la carretera Madrid-Lisboa por el interior del pueblo y desde cuyo mirador se puede contemplar una amplia zona de las Vegas Bajas del Guadiana en una impresionante panorámica.


Lobón en su historia es un esforzado trabajo de investigación que contiene todo lujo de detalles, propios de la minuciosidad de un avezado historiador, del que pueden sentirse orgullosos los loboneros, como receptores de una elaborada historia de su pueblo, y Manuel García Cienfuegos como autor. Además, estas investigaciones (y no otras como la anterior) son las que imprimen prestigio a una dedicación, como Lobón en su historia a Cienfuegos pues, con este buen trabajo, se gana a pulso el título de cronista oficial de Lobón con toda justicia .


asalgueroc

CINCO LIBROS DE TEMÁTICA VARIADA

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NUMANCIA de José Luis Corral

(Barcelona, Planeta, 2003)


Aracos, Aregodas, Marco Tulio, Briganda, Abulos… protagonizan una historia mal enfocada porque no es creíble que Aracos, un forastero en Numancia se comprometiera tanto con ella, cuando había saldado con creces el compromiso adquirido por su padre con un amigo guerrero de Numancia.

Aracos deja todo, hace que muera su mujer y su hijo en una resistencia que no tenía salida y él mismo se suicida abalanzándose contra las posiciones romanas a pecho descubierto. En fin, la novela me ha dejado un sabor amargo por su triste desenlace que, además, no tiene sentido. 


FRANCO, UN BALANCE HISTÓRICO de Pío Moa

(Barcelona, Planeta, 2005)

El autor en este libro pone en duda las opiniones adversas que se han vertido sobre el general, porque la mayoría de las veces sus autores son parciales y nada objetivos, pues la realidad dice otra cosa. Según Moa, el levantamiento de Franco no fue una acción meditada para acabar con la República, que el general aceptaba, sino forzada por las circunstancias nefastas que provocaron los graves desórdenes y los cruentos enfrentamientos entre derechas e izquierdas. Franco se levantó para poner orden y restituir la Monarquía, de la que era partidario, una vez que el príncipe Juan Carlos estuviera preparado para asumirla.


Pío Moa apunta tres hechos positivos de Franco: 1)Derrotó a la revolución en 1934 (insurrección socialista-nacionalista catalana). 2) En 1936-1939 (guerra civil) y 3) En 1944-1949 (maquis y aislamiento internacional). El hecho que subsiste detrás de estos acontecimientos es que las ideas revolucionarias de izquierdas de todos los signos (comunismo -especialmente-, anarquismo, socialismo…), fuertemente proselitistas, sufrieron un encontronazo con las derechas y, debido en buena medida a sus enfrentamientos internos, perdieron siempre y esta circunstancia no han sabido asimilarla, sino que se ha convertido con el tiempo en un odio cerval contra el dictador.


AYER, HOY Y MAÑANA. SOPHIA. MIS MEMORIAS de Sofía Loren

(Barcelona, Lumen, 2014)

Es un libro a través del que se descubre la fulgurante carrera cinematográfica de Sofía Loren. Es increíble las experiencias profesionales que ha vivido esta mujer que rodó a las órdenes de los más acreditados directores italianos y estadounidenses y fue pareja protagonista con los más afamados actores de Europa y Hollywood.

El libro también deja la sensación del desequilibrio existente entre el destino de unas personas que pueden ver realizados todos los sueños como Sofía Loren, que nació en una familia pobre y sin padre, sobrevivió a la posguerra y comenzó en el cine con papeles insignificantes y de ahí, sin formación cultural ni profesional, llegó a la cumbre. Y otras personas que no solo no ven realizado sueños más pequeños sino que nadie les reconoce su formación, su esfuerzo para conseguirla ni su talento.

Por lo demás, el libro está contado en modo triunfal para hacer brillar a la estrella más que para ofrecer un reflejo fiel de su vida pues, incluso cuando estuvo en la cárcel 15 días por eludir impuestos, aparece como una víctima del sistema fiscal y jurídico italiano no como una defraudadora, que es lo que fue.

No obstante, el curriculum cinematográfico de esta mujer es impresionante con dos óscar en su haber y los premios más relevantes del cine europeo, conseguidos con justicia pues el abanico de personajes que interpretó la califican como una actriz todo terreno con una gran profesionalidad. 


MEMORIAS DE UN BEDUINO EN EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS de José Antonio Labordeta

(Barcelona, Ediciones B, 2009)

Son unas memorias de la etapa política de José Antonio Labordeta como representante del partido aragonesista, durante dos legislaturas: una con mayoría absoluta del PP y la otra con el gobierno de Rodríguez Zapatero. Mi impresión es que a Labordeta se le nota bastante su fobia a la derecha a la que acusa de no venirse a razones y de gobernar aplicando a rajatabla su mayoría absoluta. Mientras él se muestra como un gran luchador por las causas justas no solo de su partido y de su tierra sino también de la izquierda y de ese guirigay que se llamaba España.

Lo cierto es que de la lectura de este libro el lector llega a la conclusión de que no sabe quién lleva razón, pero lo que está seguro es que los políticos hacen política, una actividad que está lejos del sentir y de las necesidades reales de las personas comunes y que detrás de todo hay muchas trabas ideológicas entre políticos, que empañan la solución de conflictos cotidianos necesitados de una urgente solución por rencillas, fobias e intereses personales, cuando se supone que están para resolver los problemas de la gente.

Así, por ejemplo, el vergonzoso espectáculo de Cataluña no es la realidad diaria (la gente no quiere problemas, pues bastante tiene con sobrevivir) sino el trasfondo político (independencia a ultranza), debido en buena medida al pique existente, desde hace siglos, entre los políticos de Madrid que se creen que el cortijo es suyo y los de Barcelona que quieren una buena parte de sus beneficios: los primeros ningunean a los segundos considerándolos de la periferia y los segundos detestan a los primeros, porque no les permiten participar del pastel que se reparte en Madrid. Y mientras la gente normal se tiene que buscar la vida como puede, consciente de que ningún político va a venir a resolver sus problemas diarios.

Memorias de un beduino…, aunque es un libro que no profundiza en el análisis de la realidad de la época pues son simples recuerdos, podría servir como documento para recomponer la política del periodo en que Labordeta fue diputado y, entre sus opiniones y las de otros (que nunca serán sinceros), vislumbrar en la lejanía cómo pudo haber sido la realidad de una época convulsa, donde coinciden los atentados en los trenes de Madrid y los posteriores de EE.UU. con el fin de ETA y la guerra de Irak.


12 AÑOS DE ESCLAVITUD de Solomon Northup

(Barcelona, Debolsillo, 2013)

Lamentable, vergonzoso, inhumano, bestial… con todos estos calificativos se puede definir la esclavitud después de leer este libro, producto de la experiencia real del autor, de raza negra y hombre libre, que fue secuestrado y vendido como esclavo en el estado de Nueva York, donde vivía felizmente con su mujer y sus dos hijos, a un plantador del estado esclavista de Luisiana en el sur de EE.UU.

Solomon describe sus horribles doce años de cautiverio, durante los cuales recibió cientos de latigazos, tuvo que fugarse dos veces por la animalidad de sus dueños que querían matarlo sin motivo alguno y fue tratado como un animal, a pesar de que era una persona trabajadora, pacífica, sociable e inteligente que tocaba el violín, aprendió el oficio de carpintero, ideó una forma original de transportar troncos de árboles por el río al aserradero y de hacer mangos de hacha más resistentes.

Al final un carpintero llamado Bass (uno de los pocos personajes buenos de la historia con el amo William Ford y la señorita M’ Coy que trataban bien a los esclavos) hace caso a Solomon y manda cartas a gente que podían ayudarlo y consigue su libertad.

El libro es tristísimo en general, pero hay dos casos que me han conmocionado. El de Eliza, otra secuestrada a quien quitan a sus dos hijos y muere de pena. Y el de Patsey, una joven y bella esclava, excelente trabajadora en los campos de algodón de quien el amo abusa sexualmente y recibe la ira de la mujer del amo con frecuentes tandas de latigazos hasta el punto de que, aunque su carácter era alegre y jovial, entra al final en una tristeza descorazonadora.

Vamos, una pena que lleva a pensar que ciertamente “el hombre es un lobo para el hombre”. No obstante, debo reconocer que la justicia americana funcionó a la perfección y Solomón fue rescatado inmediatamente después de denunciarse su caso, a pesar de los trámites burocráticos que se debieron realizar y la cautela que hubo que tener pues, si el amo de Solomon se entera antes, lo esconde porque era el esclavo más valioso que tenía (le habían ofrecido 1.700 dólares por él, una alta cantidad para la época) y no lo hubieran podido ayudar.

asalgueroc



DE LA OTRA RIBERA de Luciano Feria

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 (Badajoz, Del Oeste Ediciones, 2004)

El comentario del poemario De la Otra ribera lo elaboré cuando el autor tuvo el detalle de enviarme el libro recién editado y, como solo se lo mandé a él y ahora sigue teniendo vigencia, lo divulgo en mi blog porque creo que puede venir bien a quienes sean lectores activos de libros enjundiosos, cuyos autores sean poetas y, además, pensadores como Luciano Feria, que escriban libros con una densa hondura (El instante en la orilla, Fábula del terco, De la otra ribera, poemarios, y El lugar de la cita, novela recientemente editada que hace poco he acabado gustosamente de leer).

Por este motivo, la lectura de De la otra ribera lleva más tiempo del que espera el lector porque es un libro intenso con una forma original de exponer el poeta sus reflexiones, porque sitúa su expresión entre el versículo y la prosa poética, entre la poesía y la filosofía, que es la forma de reflexión natural del que indaga sobre la existencia. Con este método Luciano Feria consigue distanciar su poemario de la pura literatura sin caer en una expresión desprovista de ella. Es decir, existe un equilibrio formal, que sostiene la dulce y cercana expresión en unos límites que la mantienen entre el sentimentalismo lírico y el drama existencial, en cuya trampa suelen caer los poetas de hoy.

Otro valor que encuentro en De la otra ribera es que dosifica sabiamente las referencias cotidianas de su existir con las alusiones intelectuales, en las que se apoya para justificar sus conjeturas vitales. Y es que se trata de un discurso muy eficaz, que lleva al lector a implicarse en su interpretación, pues el poeta queda preguntas en el aire con las que invita al lector a reflexionar y a esforzarse mentalmente para contestarlas.

Este sabio procedimiento de implicación del lector utilizado por Luciano Feria me ha incitado a comentar determinados momentos de su sugerente poemario, empezando por Este libro ha de ser pronunciado por quien no quise ser: No creo que nadie haya conseguido ser exactamente lo que siempre quiso, porque hay circunstancias inmanejables que a todos desbordan e impiden parecerse totalmente a quien se piensa ser. De todas formas es positivo que esto suceda, porque si no la vida sería una pura y triste predestinación.

Yo creía que iba a morirme joven / como mi padre: Es un fantasma del pasado que condiciona la  vida del poeta (este / cuerpo… / esta araña que tengo desde que yo era niño / o acaso desde que murió mi padre…) y unas veces lo lleva al escepticismo y otras, por necesidad, a la creencia (no obstante es mejor no obsesionarse, porque hay mucha gente que tiene todas las razones para morir joven y, sin embargo, llegan a mayores).

La primera meoria del poeta (los de Astenái) son muy agradables (ropa blanca, hora del alba… transparencia… primavera o verano… huelo… siento… mi abuela blanca, geranios… ojos llenos de amor”) debido al recuerdo de la armonía familiar (mi madre hace la cena… son redondos los bolindres suaves … es invierno y ya me llega el olor a vida … ¡yo cerca de ti en el centro del mundo, padre!). Esas vivencias lo llevan al deseo realizable de ser libre, ser sin miedo / a la vida / ni a la oscuridad // estar en confianza.

No obstante el poeta se pregunta ¿Pero no fue la infancia época de claridad?y la respuesta es que no existe ninguna época de claridad en la vida, la muerte siempre está presente, sigilosa, acechante, irremisible. De ahí los miedos de la infancia, y de ahí: Es, en definitiva, la paradoja de la resurrección: volver a ser el niño que se ha liberado de la infancia, pero con la salvedad de que la resurrección, cualquier resurrección, tiene que pasar por la muerte…

la verdad / es / va a darte / el ritmo / como una carta íntima / como un diario / sólo buscando tu autorrevelación / alzarte / por qué no / el más hondo conocimiento / encarnarlo / ser sabio, ser feliz / ya sin el miedo”: Es la búsqueda de la piedra filosofal. Jesús Delgado Valhondo, por ejemplo, la busca denodadamente primero en su interior, pero la soledad le resulta insufrible; después, sale al encuentro de los demás, pero se decepciona al comprobar que los otros no tienen interés alguno por las cuestiones trascendentes, pues viven inconscientemente la existencia sin hacerse preguntas y sin aceptar su compromiso de seres humanos por desidia y por comodidad. Finalmente tiene que huir: “Hombre que solo soy / cuerpo de no sé dónde / olvidado y atrás / y como todos voy / a una luz que me esconde / para siempre jamás”.

y es ésa quizá la más amarga (aunque previsible) de nuestras derrotas, pues qué difícil arrancar este conocimiento de no esperar la verdadera lluvia yo, hombre, como los surcos y los viejos olivos, los ríos, la piedra y los animales lentos, / sino sólo su símbolo: El ser humano es un elemento más de la naturaleza y, sin embargo, se ha apartado de ella, le ha vuelto la espalda olvidando su componente natural y sustituyéndolo por la artificialidad, que lo aleja cada vez más de sí mismo.

esta sombra, esta amarga pregunta eterna sobre la muerte: Quizás la respuesta se encuentre en que, como el ser humano se ha alejado de la naturaleza, no la tome como un hecho normal. El problema radica en que el ser humano no tiene capacidad para llenarse de vida, deja que la existencia pase por encima de él y lo natural es que él pasara por la existencia. Si cada persona se llenara de vida, la muerte sería un descanso necesario y perdería su dramatismo pero el ser humano, tristemente, no tiene capacidad para entenderla de esa manera y la concibe trágicamente.

Aprendí, con él, el valor irrenunciable de la imperfección: El primer relato de El Aleph de Borges se titula “El inmortal” y en él se pregunta si el ser humano soportaría la perfección de ser inmortal. Y es que quizás la vida tenga sentido porque es imperfecta, finita; en ella se puede comenzar, desarrollar y cerrar un proyecto existencial propio que, tediosamente, no terminaría nunca si el ser humano fuera inmortal. Y, sobre esto, dice irónicamente una leyenda aborigen: En el principio de los tiempos los seres humanos eran inmortales pero, cuando llegaban a la vejez, los achaques los abrumaban de tal manera que le pidieron a Dios que diera una solución a tan grave problema, y Dios se compadeció de ellos y les concedió… la mortalidad.

porque hay un niño que, jugando en el patio, permanece: Claro, permanece lo sencillo, lo natural, la vida sin circunstancias, sin tiempo. Pero esa permanencia no se sabe mantener después, ensimismado cada persona en sus quimeras (en su ego) que la van apartando poco a poco de la esencia de la vida, de esta peña resbalada de lluvia, este valle verde y amarillo cumplido, un árbol perfecto.

creo en el poema como un lugar de cita y hora festiva: El poema es quizás una de las pocas muestras de la escasa reflexión que realiza el ser humano sobre sí mismo y sobre su entorno. De ahí que una buena definición del poema sería calificarlo como “último refugio de los sentimientos”…

“-¡Astenái, Astenái!, cuéntanos cómo era la vastedad de la muerte, si hay en ella algún atisbo o una esperanza para la luz”: El problema del contenido de esta pregunta retórica es que la persona se olvida de vivir, mientras demanda respuestas complejas en un código descifrable, y así cae en un error como la idiotez última del presidente de EE.UU que ha asegurado sin pudor alguno que Dios protege a EE.UU. como si fuera un ente material. Dios es una abstracción que se escapa a la pobre capacidad intelectual de la mente humana. Entonces, ¿cómo pretende el ser humano llegar así a Dios?

temblando, sí, / como siempre que se me asoma al alma la esperanza: Tal como se enfoca hoy la concepción vital que termina con la muerte, la esperanza será siempre una decepción porque genera angustia. Tampoco calma volver la mirada atrás: cómo olía a goma y a frescura su escuela. Quizás la respuesta se encuentre en apreciar la magna aventura que es la vida como descubrimiento continuo (soy sobre todo sorpresa: sorpresa / de estar diciendo esto, / de haber llegado a esto), como asombro (decía Valhondo), pero cada persona se ocupa, egoístamente, de mirar hacia el final con un miedo atroz, y se olvida de disfrutar el camino para llegar a la meta plácidamente cansados y poder sentir el placer de descansar en paz a la llegada (“así que cuando morimos, descansamos” dice Manrique). Y quizás entonces sea que Todo, pues, continúa abierto, amigo y Al grano de mostaza / tal vez está llegándole el tiempo, la hora clara y maestra, / finalmente, / de la resurrección. Pero para alcanzarla es necesario pasar por la muerte, idea atroz para el ser humano que solo se atenúa si se concibe como una experiencia que forma parte de la vida.

dulce muchacho perplejo paralizado ante la irrealidad de la muerte: Uno de los grandes problemas del ser contemporáneo es trivializar todo y en ese todo incluye la muerte. Ese es el problema de hoy día, donde lo sagrado se convierte en banal. Es la trascendencia que siente el autor, mientras nota que su entorno lo frivoliza, pues a quién importa hoy el sentido trascendente de la muerte, si no se dispone de unos minutos para despedir a un amigo.

Y eso era el juego y eran los obstáculos y el aprendizaje, y esto, hoy, es la aventura del arte, el arte, el círculo cerrándose en torno de aquellos campos y de los recuerdos, y es el significado completo del aprendizaje: La gran paradoja es que la indagación lleva a la angustia, pues los lectores han podido comprobar cómo la mayoría de los pensadores han acabado, después de ahondar en sus reflexiones, más desesperanzados. También el artista, el poeta, pensadores en definitiva, suelen acabar desencantados como si descubrieran un abismo en lugar de la verdad. Y este extremo lo reconoce el Luciano Feria indirectamente cuando pregunta: ¿Y no ha sido quizás lo más hermoso del aprendizaje encarnar al significado gratuito de la esperanza?”.

Epopeya del conocimientoes la Literatura, aunque el poeta asegura del aprendizaje, que no es siempre amable: ¡Ay, vino oscuro, pan amargo del aprendizaje!.

¡Oh armonía, oh encuentro con el sí mismo que clamaba tanto tiempo en el fondo. Paz. La dulzura de un niño que va a su escuela. El instinto de huesos y articulaciones floreciendo en espíritu, metanoia. Oh pulso o viento agradable de la respiración tan vivo. Oh inmensa y milenaria majestad del sentido, pero ¿Cómo no acordarse con pesadumbre, de todo mi sufrimiento?: Es una contradicción existencial, que sitúa a la felicidad y al dolor en los extremos pero que, sin embargo, se intercambian con mucha facilidad y lo negativo suele prevalecer oscureciendo los momentos gratos. La existencia no es felizmente lineal sino que está jalonada por muchos obstáculos que se deben superar convirtiendo la vida en una constante prueba de resistencia y de superación.

En fin, leer un libro de Luciano Feria y, ahora en concreto, De la Otra ribera, siempre resulta un apasionante ejercicio espiritual, intelectual y humano, porque pone los interrogantes vitales delante de nuestro espejo interior, de nuestra conciencia.

asalgueroc






LA PUERTA DEL ADIÓS de Rufino Félix

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(Madrid, Beturia, 2019)

La primera impresión, que produce la lectura de La puerta del adiós, es la patente presencia del poeta, que parece salirse del poemario para llevar personalmente al lector su mensaje estremecido por la pérdida del tiempo pasado y la imposibilidad de recuperarlo: “Tengo miedo que un día / tu música se acalle / y mis ojos no encuentren / la armonía de tu cuerpo” (“Fugaz”, 21). Este extremo conlleva, en este libro, una acentuación de los tres pilares de la poesía de Rufino Félix, a saber, la enternecedora nostalgia por la pérdida de personas queridas, hechos felices y lugares entrañables; la fina sensualidad como medio de rescatar a través de la memoria su época de plenitud, que relaciona íntimamente con la pasión amorosa, y el excelente uso de la lengua, que se manifiesta en el uso de palabras añosas capaces de equilibrar la desalentadora realidad presente (postrero, desasido, amustió, lagrimea...) con el esplendor pretérito (lumbror, deslumbre, fervor, puridad…): “antes que exhale niebla / la nieve de tu cuerpo / y arrumbe la amargura del olvido / el curvado esplendor de tu cintura” (“Quiero que escuches”, 27).

Ciertamente, en La puerta del adiós, se aprecia con nitidez el equilibrio conseguido por el poeta al destacar por igual uno y otro momento para compensar el desaliento actual con la euforia pasada que, de otro modo, desequilibraría este poemario tan justamente situado en el fiel de la balanza poética. Quiere así el poeta dejar patente que su amor por la vida no va a quedar oscurecido por el irremediable resultado final, pues no solo le ha merecido la pena vivir sino también ha tenido la ocasión de manifestar sus sentimientos (“Se va poblando el aire de susurros / y hay un revuelo esperanzado de alas. // Mi corazón se aviva contemplando / esta hermosa visión de la alborada”, “Amanecer”, 57) y, aún más, de dejar por escrito sus hondas emociones en los versos que contienen sus ya numerosos poemarios, que en un futuro lo trascenderán aireando su consciente y amoroso paso por la existencia: “cuántos momentos felices le debemos: / la luz en la mirada, cuajando los asombros / cuando va descubriendo los pétalos del día / y conoce que el mundo esparce sus perfume / en el aire carnal de los amantes” (“Vive”, 71).

Y es que Rufino Félix concibe el poema como un medio de expresión del dolor y también del gozo: “La emoción del poema / no es solo la palabra / … / También lo es su tristeza / … / o la alegría vibrante” (“Voz honda”, 13). De ahí que en sus versos recoja esa honda sensación de pérdida de un tiempo caduco, que se ha llevado vivencias, ahora irrecuperables y, a la vez, de gratas experiencias relacionadas con la atracción amorosa, que ha proporcionado a su vida los momentos más plenos, libre de circunstancias adversas: “En este poema ardiente / se encuentra la respuesta: / no fue una ensoñación / porque sé que he tenido / la humana exactitud / de la belleza / cobijada en mis brazos, / la excelsitud del beso enajenado / fijando un horizonte inacabable” (“Ensoñación”, 74). No obstante, Rufino Félix se muestra consciente de que la vida es un regalo, aunque tan efímero que puede acabar en cualquier momento; de ahí que recomiende degustar la existencia el tiempo que se viva: “sazonemos la vida que se nos da en precario, / porque basta un instante para que el pulso ceda” (“Aún no”, 19).

La puerta del adiós es, sin duda, una reafirmación del amor por la existencia del poeta desde la perspectiva de un hombre que la concibe con la visión de su plenitud pasada y, al mismo tiempo, con la provisionalidad que le depara su madurez presente: “Este poema lo habitan / las horas de fragancia / y la melancolía / del tiempo que se apaga” (“El vacío”, 69). De ahí que un consuelo reiterado en La puerta del adiós sea el deseo de permanencia, que el poeta encuentra en la perennidad de sus versos: “Desoyendo el lamento / de voces desgarradas / seguiré aquí, al socaire / de la canción del alba / que eterniza en el verso / la luz de las palabras” (“Al socaire”, 55).

asalgueroc

CINCO LIBROS DE DIVERSA LECTURA

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YO SOY MALALA. LA LUCHA POR LA LIBERTAD de Christina Lamb

(Madrid, Alianza, 2013)

Es un libro que muestra la situación de Pakistán con un clima de violencia que lo está perjudicando grandemente para su progreso. Además, las ideas atrasadas sobre la cultura, exclusiva para los niños que pueden ir al colegio pero no las niñas, harán que el país tarde décadas o siglos en ser un lugar donde puedan vivir sus habitantes libremente con un nivel de vida aceptable y en un ambiente pacífico adaptado al progreso al siglo XXI, hecho que ahora hace imposible la violencia provocada por intereses religiosos y políticos.

La protagonista del libro es Malala, una joven normal que se pelea con sus hermanos y compite en notas con sus compañeras, que ha sido propuesta para el Premio Nobel de la Paz y por su activismo ha sufrido en 2012 un atentado talibán, del que se salvó milagrosamente, pues le dispararon en la cabeza. Ahora, aunque sufre secuelas que van corrigiendo sucesivas intervenciones quirúrgicas, prácticamente realiza una vida normal.


CHURCHILL Y ORWELL de Thomas E. Ricks

(Barcelona, Península, 2018)

Es un libro que cogí de un expositor de la biblioteca para conocer más datos de los protagonistas: Churchill, el político inglés que lideró la resistencia del Reino Unido contra el ataque nazi durante la Segunda Guerra Mundial y lo llevó, aunque “con sangre, sudor y lágrimas”, a la victoria en 1945. Aunque, a pesar de ello, perdió las elecciones celebradas este año... Y George Orwell, el famoso autor de Rebelión en la granja y 1984, dos libros sobre los t
otalitarismos que son primordiales en la historia de la literatura.

Su lectura me ha resultado muy interesante, pues son dos personajes visionarios: el político porque fue el único que supo ver la necesidad de resistir al poderío nazi, cuando todos los demás querían contemporizar aun a costa de permitir que Hitler se adueñara de Europa. Y el segundo, porque supo intuir el poder absoluto que ejercen los totalitarismos sobre la vida de las personas, a las que controlan, a través de un sistema que Orwell denomina “Gran Hermano”, hasta convertirlas en seres autómatas que, o cumplen las decisiones del poder o, sin posibilidad de defensa alguna, son secuestradas, deportadas o fusiladas con una frialdad y una saña impropias de la condición humana.


HIJA DE LA FORTUNA de Isabel Allende

(Barcelona, Plaza y Janés, 2005)

El libro tiene una apasionante lectura pues cuenta la gran aventura que vive Eliza Sommers, pero en realidad su significado es más trascendente. Hija de la fortuna trata de la epopeya que el ser humano vive cuando busca incansablemente un ideal y no encuentra sosiego buscando, cayendo, levantándose para, de nuevo, repetirlo una y otra vez hasta que se convierte en una quimera inútil y acaba víctima de los obstáculos vitales y del  tiempo.

Isabel Allende se vuelve a lucir en esta magna narración, llena de interés donde los personajes propios del realismo mágico ocupan una buena parte de este atrayente relato, cuya protagonista es una mujer luchadora, que sortea mil contratiempos en busca de un ideal: su primer amor que ha desaparecido entre el caos de la fiebre del oro.

Eliza se convierte en una fuerte mujer que, incluso recurre a sus dotes cocineras, cuando le es necesario para sobrevivir, y su seguridad ganada a pulso la lleva a preguntar a su amigo Tao Chi’en: “¿Por qué voy a ser modesta con mi talento?”, cuestión que cualquiera se puede aplicar cuando cita sus mayores méritos al principio de una conversación o de la solapa de uno de sus libros.


EASTWOOD de Francisco Reyero

(Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2017)

Es un libro cuya lectura me ha quedado la sensación de que no está del todo bien redactado por detalles como que en una página donde se centra en la figura del protagonista, Clint Eastwood, no lo menciona ni una sola vez y el lector se ve obligado a preguntarse, cuando avanza en la lectura de la página de quién está hablando el autor, otras veces la redacción no es clara.

No obstante apetece terminarlo por saber más detalles de la vida apasionante de Clint desde que, hasta entonces un actor secundario, encuentra su camino con las películas de Sergio Leone rodadas en Almería (Por un puñado de dólares. El bueno, el feo y el malo. La muerte tenía un precio…), no solo como actor sino también como director hasta el punto de convertirse con el tiempo en el último clásico en una y otra ocupación con el respeto y la admiración de todos.



RELATOS de William Faulkner

(Barcelona, Seix Barral, 2000)

Saqué entusiasmado este libro de Faulkner de la biblioteca pues tenía ganas de leer literatura consistente, después de leer varias biografías, y me llevé una imprevista decepción, pues yo no sé si es debido a mí o ¿a la traducción de la obra? que no acierto a urdir una lectura convincente hasta que al final he desistido y lo he devuelto a la biblioteca.



asalgueroc





MAR DE FONDO O LA EXISTENCIA CONSCIENTE

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[El siguiente texto es el contenido completo del Prólogo o Introducción de la antología Mar de Fondo  (2002-2017) de Daniel Casado (Mérida, ERE, 2019), que por error ha sido editado en el libro en papel sin los textos que, a continuación, se indican en negrita]


INTRODUCCIÓN

Daniel Casado ha elegido en Wikipedia un texto a la medida para justificar no solo el sugerente título de su antología (Mar de fondo) sino también para adelantar el fundamento de su poética por medio de una metáfora que encaja perfectamente con su discurso lírico: las olas del mar de fondo no se generan en el momento de llegar a la playa, sino que vienen de muy lejos como los asuntos claves tratados por el poeta en sus versos, que no han surgido de vivencias presentes sino de otras profundamente experimentadas por su conciencia desde que tiene memoria. No obstante, su libre talante se ha ido abriendo a nuevos contenidos y formas que, poco a poco, se han  sobrepuesto a sus temas y modos de decir característicos como unas olas se entrecruzan con otras en el mar a dos bandas. En cualquier caso, unas y otras acaban llegando al lector y es en este encuentro cuando se produce esa íntima conexión que deviene en el milagro de la poesía.

Así, después de meditar sobre el doble sentido de este texto seleccionado por el autor de la antología y de la temática de los versos que la componen, compruebo que Casado, como ser humano, se mueve por unas constantes vitales que se le han grabado con fuego en su seña de identidad más íntima y que no puede eludir, porque están marcadas con hierro candente en la misma piel de su conciencia. Así en su poesía resulta insistente la reiteración de esas ideas fijas aunque las camufle, endulce o despiste con asuntos de menor importancia, comparados con sus anhelos e intranquilidades más hondas. Este hecho se debe a que su obra lírica es la crónica emocional de su existencia, una vez que se aventan los temas secundarios (que por serlos no dejan de tener relevancia en el contexto de su poética) y se quita el papel de celofán donde viene envuelta (que no es molestia para la comprensión de su obra lírica).

Esta envoltura no oculta, sin embargo, que la exposición vital realizada por Daniel Casado en sus poemarios se halle cimentada en una experiencia personal, que ha acumulado a lo largo de los años en la escuela de la vida y en una base intelectual robustecida con abundantes lecturas de escritores caracterizados por realizar una honda reflexión sobre su experiencia vital, a los que constantemente airea jalonando los libros propios con citas ajenas de Aldana, Cernuda, Ungaretti, Aleixandre, Blake, Pessoa, Borges, Monteverdi, Gamoneda, Celan, Valente, Unamuno, Juan Ramón, Pizarnik, Al Berto, Aníbal Núñez, Seferis y otros muchos, a los que frecuentemente confronta o con los que dialoga y convierte en protagonistas de sus inquietudes emocionales.

Esto mismo ha propiciado que, en sus primeros libros, elabore una poesía más íntima protagonizada por su yo lírico y que, conforme avanzaba en su experiencia vital, ese ego interno haya ido aflorando a la superficie por un desdoblamiento de su personalidad hasta que el ser poético se ha desentendido del ser existencial y ha distinguido lo real de lo literario: “Hay un poeta bestial dentro de mí. […] Él no es yo”, ha precisado el vate. Este proceso hacia el exterior ha establecido un contacto con las vivencias de los demás y, como consecuencia, un interés por los sucesos de su entorno, especialmente, los debidos al alejamiento del espíritu y a la falta de cordura en el mundo actual.

Teniendo en cuenta estas reflexiones, su poesía se asienta en tres constantes que sostienen como sólidos pilares el edificio de su poética: Una, La Poesía es la sombra de la memoria y, con el tiempo, víctima del olvido; de ahí que el sujeto lírico necesite conectar emocionalmente con sus lectores, para que sean los que hagan perdurar su palabra en el tiempo. Dos, Se canta lo que se pierde como afirmó Antonio Machado y, de distintas maneras, han expresado poetas como Miguel de Unamuno, José Ángel Valente o Antonio Gamoneda, tres de las máximas referencias líricas de Daniel Casado. Y La palabra es el valor más importante del que dispone el ser humano y más la palabra poética por ser la transmisora de un doble mensaje: el lenguaje de signos que conforma la escritura y el lenguaje de símbolos que crea en su capacidad multiplicadora.

El proyector de sombras

La conciencia lírica de Daniel Casado aflora en 1997, cuando tiene poco más de 20 años y empieza a concebir textos en prosa poética para el que será su tercer libro, publicado en la Editora Regional, El proyector de sombras (2005), desde que en sus lecturas se topa con el mito de la caverna de Platón y sus inquietantes siluetas proyectadas en la pared por la luz de la hoguera y con la novela Niebla de Unamuno y el episodio donde Augusto, el protagonista, mantiene una dramática discusión con el autor que le comunica su decisión de destruirlo como hacía Dios, pensaba el rector salmantino, con el ser humano.

De ahí que el contenido de estos escritos primeros (que no primerizos, pues Casado presenta una inusual trascendencia desde su poesía inicial) gire sobre ideas cargadas de significado existencial que se encuentran impregnadas de un tono melancólico por la presencia perenne del imparable fluir del tiempo, hecho que causa en el poeta en ciernes una latente nostalgia: “Entre el fragor de los hornos […] los panes cocían. Yo injertaba ese olor en mi piel […]. Ahora los años han puesto otro sabor en mi boca. El pan nos llega anónimo y frío, y ya no es necesario”. Además debe soportar otras preocupantes deficiencias, propias del ser humano, como la fragilidad, la dificultad de conocerse, la desorientación y la certeza de su caducidad: “Vendrá la nieve […], como un serrín doloroso a cubrirnos de olvido.”.

Esta patente madurez al comienzo de la obra poética de Daniel Casado se explica porque el origen de su poesía se encuentra en su infancia, cuando retiene imágenes del pasado donde aparecen personas, vivencias y lugares que luego veía cómo se iban esfumando por la acción erosiva del tiempo: “(De bruces cae, abuelo, la noche sobre nosotros). […] Su aliento aún brilla contra mis pómulos incendiados.”. A adoptar esta concepción vital le ayuda la afición de su padre de grabar en Super-8 los acontecimientos familiares, que luego proyecta en una pantalla donde el futuro vate comprueba el inconsistente paso por el mundo de seres, hechos y cosas que desaparecen sin más:“Aquel proyector no proyectaba realidades, sino sombras”, puntualizó Casado en su momento.

De esta certeza procede el título del poemario El proyector de sombras, que se conforma con escenas cotidianas guardadas por la mente observadora del poeta, entonces niño-adolescente: la visita de los zíngaros, el silbato del afilador, el domingo de Ramos, el recuerdo de la abuela, la dulzura materna o el deseo sensual de sus años juveniles: “Tuve tu nombre entre mis manos: Alicia”. Lógicamente en su memoria también se graban imágenes menos gratas como la pena de los niños huérfanos, las tristes mujeres del prostíbulo o la hacendosa hilandera a la que un día deja de ver tras la ventana: “Ahora que los rostros caen de los tapices [...] miramos hacia la ventana sabiendo que nadie habrá, que su sombra es ya la nuestra.”.

Es normal, por tanto, que los recuerdos recogidos en El proyector de sombras, sean un compendio de vivencias sazonadas con una evidente desazón: “El afilador [...] su armónica ha fijado el pulso exacto de mi infancia. Suya es pues, suyo el sonido que trenza estas calles descoloridas por el brillo insistente del relámpago.”. No resulta extraño, por tanto, que Daniel Casado comenzara su poesía afectado existencialmente no solo por gratas vivencias perdidas sino también por la profundidad reflexiva y el laborioso empeño que, aún escritor joven, ejerce en la elaboración de este libro.

Tal indagación en los enigmas existenciales explica que, incluso, dulces recuerdos acaben impregnados de la negatividad de lo caduco, pues Casado es plenamente consciente de que, detrás del gozo de vivir (y de la belleza, y de la juventud, y de la alegría), se hallan siempre el dolor, el tiempo y... la muerte: “Aquel invierno fue poblándonos de ternura hasta dejar, inerte, el peso de tu cuerpo en mis brazos.”. Y es que, como dijo el sabio, “ser es, esencialmente, ser memoria” y, habría que añadir, “que duele”.

Plaquettes

Al mismo tiempo que Daniel Casado elabora textos poéticos en prosa hasta 2001 y guarda para la edición de El proyector de sombras en 2005 (incluso en esta época escribe poemas para El largo andar tan breve, libro que  publica en 2003), da a la luz varias “plaquettes” de contenidos dependientes de su estado emocional como es el caso de Ensayo de la pobreza (1998), diario de un retiro en el Monasterio de Yuste. De Me acuerdo (1999), un reconocimiento en prosa de George Pèrec con evocaciones de experiencias pretéritas, en colaboración con Elías Moro. De A vista de las aguas (2001), variadas reflexiones sobre la técnica de la flauta y los entresijos de la poesía: “Despojad al verso de toda huella humana, dijo el maestro. Vaciad el poema de vosotros mismos y llevadlo hacia la extrema unción con lo infinito.”. De Tabula rasa(2003), una indagación personal sobre la palabra tomando como punto de partida cada letra del abecedario: “H/h. Huir, habitar la espera, hundirse en las aguas abisales, invocar como entonces, de una piel tensada, el rítmico fragor de la palabra.”. O de El sueño invadido(2008), un trabajo fotográfico de investigación emocional, donde indaga sobre la conexión entre las artes.

Esta forma personal de componer versos para varios libros y plaquettes (o incluso desecharlos) procede del singular método de elaboración lírica que practica Daniel Casado: “Mi método de escritura siempre ha consistido en trabajar varios libros a la vez. Escribo y escribo, y los poemas van ajustándose -por diversas motivaciones- a unos libros u otros. Ese proceso dura, de hecho, varios años, por lo que inevitablemente las fechas de composición se superponen.”. Un método original sin duda que, si en un principio puede provocar en el lector un cierto recelo ante un contenido diverso, gana en dinamismo y variedad tonal.

El largo andar tan breve

Daniel Casado, ya encarrilada su obra poética, acumula otras vivencias que lo llevan a concebir la existencia como una paradoja: un largo y dificultoso recorrido que no es solo penoso realizar sino que, además, resulta temporalmente muy corto, contradicción que le impide vivirla plenamente. De ahí el título de su primer poemario, editado por el ayuntamiento emeritense, El largo andar tan breve (2003, Premio de Poesía Ciudad de Mérida).

Este libro se encuentra impregnado por el desencanto que le produce la pérdida de la infancia y la inquietud ante el fugaz paso del tiempo. No obstante, para compensar tales intranquilidades sale de su intimidad al exterior, muestra un interés solidario (“los locos miran […] / Ahí quedan […] / Acaso […] / los locos sueñan”) y dedica una mayor atención al lector, con el que aspira a compartir su deseo de comunicación:“Que esa palabra, / después de tantos cuerpos y pasiones y sueños, / acaso un día llegue a ser palabra en tus labios”. También incorpora el tema amoroso, cuando su ánimo se revitaliza emocionalmente por su próxima paternidad. No obstante, el jurado del Premio citado detecta esa madurez que ya caracteriza a Daniel Casado y se sorprende cuando se encuentra ante un escritor joven, cuyos años están lejos de la edad madura sugerida por sus versos.

Y es que el poemario comienza con una cita de José Ángel Valente, Ya te acercas otoño con caballos heridos, que adelanta el ambiente pesaroso en que se va a desenvolver el yo poético. De ahí que Casado dirija una mirada nostálgica al recuerdo del amor pleno e impetuoso de su juventud o que se refiera a la tormenta como símbolo que descontrola su existencia; a la niebla que cubre la realidad y no lo deja ver con la nitidez necesaria; a la decepción de vivir en una realidad sin emociones y a la desmemoria: “Levantas la mirada y abandonas tu silla, / sales - ¿por dónde? - al encuentro del olvido.”.

Como el tratamiento trascendente y la variedad temática a estas alturas de la obra poética de Daniel Casado ya se han hecho habituales, El largo andar tan breve profundiza en otros muchos asuntos (donde se encuentran ecos de William Blake, Luis Cernuda o Paul Celan) como la elegía por la muerte de Martín Romero; la nostalgia por un amor perdido; el deseo inalcanzable de reencontrar en la memoria del tiempo la inocencia que fue (materializada en una bella metáfora, “el ángel de cristal”), o el impacto emocional de las abrumadoras noticias cotidianas. Además evoca el amor pretérito que ahora es irrecuperable; la capacidad de la memoria para rescatar hechos gratos del pasado, aunque de una forma ideal pero no física, o la certeza de que la existencia es una realidad preocupante: “Ha helado fuera / y yo he soñado ángeles muertos / sembrados como vidrios en pena.”.
No obstante, también el yo poético equilibra sus inquietudes con respiros emocionales, donde muestra la certeza de que la vida se encuentra siempre palpitante detrás de la bruma con que sus intranquilidades empañan la realidad: “Sabemos que el dolor / tendrá mañana un límite, / que algo de luz / habrá de alzarse también / sobre estos cartones y esos vidrios”. Y es que, sin duda alguna, Daniel Casado quiere vivir de una forma gozosa su existencia [falta una coma] porque es consciente de que su memoria y su presente están ocupados también por vivencias gratificantes.

De ahí la esperanza en que el amor prevalece al paso del tiempo; el gozo por el nacimiento de su hija; el disfrute de la música como madre de todas las artes; la presencia amable de los ángeles o incluso la dulce melancolía por el amigo desaparecido: “Si existe una contraseña, una fórmula / o palabra, un solo pensamiento capaz / de regresarte, está entre las páginas / de ese libro que para siempre quedó / abierto sobre tu mesa.”.

De esta manera El largo andar tan breve finaliza de una forma esperanzada con una cita de Shakespeare, que cierra el poemario aludiendo a una concepción de la existencia exenta de dramatismo: el ser humano cumple con un ciclo vital que, naturalmente, tiene un fin: “Todos los jóvenes, amantes, todos los amantes / deben ir a donde tú vas, / y dirigirse al polvo.”.
De este modo, la poesía adquiere un elevado valor pues acerca al sujeto poético la revelación de una verdad, cuya aceptación hasta ahora le resultaba difícil asumir.

El viento y las brasas

Un año después, la editorial Pre-Textos edita a Daniel Casado El viento y las brasas (2004, Premio de Poesía Arcipreste de Hita), donde desarrolla la idea de que el viento (tiempo) se lleva las vivencias y las brasas (vida) son efímeros recordatorios de su existencia, entre los cuales destaca la experiencia amorosa de la que el poeta quiere creer idealmente que supera a la desmemoria: “pues aunque duela el mundo / y la vida crezca hacia el olvido, / perdura aquí la llama y su misterio,”.

Sin embargo, El viento y las brasas es, en su conjunto, un poema elegíaco sobre el amor, sentimiento sublime que en su punto álgido al yo poético se le antoja eterno (brasas), para poco a poco ir presintiendo su irremediable pérdida futura y acabar vislumbrando su conversión final en desamor (viento): “Porque no habrá memoria de tu amor por mí, / salvo este juego inocente de plástico y piedras, / esta insensata fuerza de la vida,”.

Así, los dos conceptos contrarios, viento y brasas, están muy presentes en el poemario como símbolos contradictorios de la naturaleza humana (“Como el viento y las brasas, / también nosotros estamos aquí. / A fuerza elementos de un paisaje / que en nosotros nace y se destruye.”); de la fragilidad de la existencia (“Mientras, la vida escapa / como la luna vieja de los viejos relatos, / como la luna, que es redonda, / lenitiva y amarga.”); de la necesidad que tiene el sujeto lírico como ser humano de vivir al menos con el recuerdo del amor perdido (“Como la brasa inerme espera al viento, / como el soplo nocturno incendia / su vientre […] / como aún respira en la ceniza / la memoria de lo ardido,  así te cito / en esta tarde imperfecta.”) y de concebirlo, aunque sea mentalmente, como un cálido refugio en medio de la gélida realidad: “Con qué silencio te amo. / De qué callada manera / van surgiendo imágenes, / pensamientos, trazos / que adormezco en mi memoria, / que hacen leve el paso, / feliz el cansancio;”.

Por este motivo, los recuerdos nostálgicos de momentos gratos junto a la amada traen a la mente del poeta la placidez de las horas de plenitud (brasas) compartidas con ella (“Ven a sentarte conmigo, Lidia, a la orilla del río / [...] / Y silba, Lidia, entre los juncos echados;”) sin la melancolía que ahora sufre por su pérdida (viento): “Tu corazón será de barro y cañas secas, / de lluvia y de temblor, y extraños pasos / sin prisa repararán en tu antigua belleza. / Porque no habrá memoria de mi amor por ti.”. De ahí que desee recuperar a toda costa aquel amor perdido e idealmente imagine ambientes bucólicos (como aquellos neoclásicos del extremeño Juan Meléndez Valdés), en los que sentir de nuevo la pasión amorosa (“en medio de la oscuridad, en la borrada orilla, / besar tus labios con la dulzura de las cosas que se hacen por vez primera”). Por este motivo todos son entornos plácidos, libres de intranquilidades, donde el amor se ha desprendido de circunstancias adversas: “Valdría una ventana donde se alza la hiedra, la suavidad del acanto, / el frescor de la calandria, el gemido de la nieve al derretirse. / […] / yo te amaría”.

Así, para rescatar el amor de antaño, el sujeto poético propone a su amada olvidar el pasado, vivir sólo el presente y llevar juntos una existencia consciente, realmente vivida, con la palabra como elemento esencial de conexión entre ambos: “que nuestra palabra siempre sea así; que impregne el aire / solamente la palabra cierta, la necesaria, la que incendie / cada vez nuestros sentidos, la que, emitida o callada, / deje en nosotros certidumbre de compañía”.

Pero este proyecto de vida en común es solo un planteamiento utópico que resulta inviable en la tosca realidad, porque el amor desaparece convertido en un excelso sentimiento teórico: “Bajan sucias las aguas, / restos de hoguera lamen la orilla: / con ellos va / cuanto debió arder en nosotros, cuanto arrasó nuestras vidas / con su lumbre cotidiana, cuanto no arderá ya / en las calderas ciegas del corazón.”.  Y, al cabo, solo queda la nostalgia de aquella pasión que un día desapareció consumida por el tiempo: “En nuestra casa sola y fría, / que sigue en pie para el olvido / se ha tendido, solemne / el tiempo.”.

Otra plaquette

En 2009, Daniel Casado edita Mar de sábanas, un conjunto de haikus que describe un desenfadado juego entre sábanas propiciado por la pasión amorosa: “Apaga la luz. / Que en las sábanas prenda / todo tu fuego.”. Aunque, ni siquiera en estos momentos placenteros, el yo lírico logra desvincularse de su perenne preocupación: “Diremos amor / -ira, llanto, gemidos- / mas polvo será”.

Oscuro pez del fondo

En 2010, Daniel Casado publica el poemario Oscuro pez del fondo en la editorial Rialp, después de obtener un accésit del Premio Adonáis, según el jurado, por “la madurez de su dicción que dialoga fructíferamente con algunas líneas fundamentales de la reciente poesía española, aportando originales inflexiones y una gran variedad temática.”.
El título del poemario, que procede de unos versos de José Ángel Valente (Como el oscuro pez del fondo / gira en el limo húmedo y sin forma, / desciende tú), adelanta el ambiente desangelado en que se desenvuelve el contenido de este libro indicando que el ánimo del poeta ha tocado fondo cuando constata la certeza de que, como ser humano, es un individuo que se encuentra exiliado, desorientado, solo en la existencia: “Oscuro pez de fondo es un viaje a lo más recóndito de mi yo”, declara Casado en la presentación del libro.

Sin embargo, se trata de un poemario donde el sujeto lírico refuerza su anhelo de permanencia ante la esperanza que le proporciona el nacimiento de su hijo (“qué magnífico ser de nuevo / […] / sabiendo que tú estás”) o se reconforta con gratos recuerdos amorosos (“Solo así, mirándote con ojos nuevos, / descubro tu sencilla existencia, te amo / y reconozco en lo ajeno, // eres / de nuevo la de siempre”) o muestra su esperanza en la certeza de su permanencia (“Sabedlo: nada termina / para siempre. Nada sucede / para nada”).

Aunque esta momentánea recuperación, no consigue que ignore la intranquilidad vivencial que lleva instalada en lo más profundo de su conciencia (“Irrefutables van cayendo las horas / como negros interrogantes, ajados desperdicios, doctrina leve del tiempo que no sabe / ser más que tiempo”) y provoca  que su expresión se vuelva más hermética, decepcionado ante una realidad que no lo ayuda a alcanzar sus anhelos: “La noche, al fin, nos vence y nos aparta, / -dura noche, dije, duro son- con idéntico sigilo.”.

Tal extremo no evita que Oscuro pez del fondo sea un libro con mayor inquietud social, pues el sujeto lírico siente la necesidad de decantarse ante los sucesos preocupantes del mundo, consciente de no encontrarse aislado y de que la realidad no es solo la creada por los poetas ni la poesía [sobra la coma] es el único alimento emocional. Por esta razón, se preocupa por las personas que sufren atrapadas en ambientes ancestrales que lastran su progreso (“Al fin y al cabo es solo una vaca en medio del camino, / una mole de carne y pellejo, un amuleto / que veneran los parias y respetan las leyes del país.”), o por las que están aprisionadas en guerras que no han provocado y sufren lo indecible por intereses ajenos (“La tierra es ya un solo cuerpo, ardiente y mudo, / un costado de niebla que el odio ha empapado.”), o por las que intentan sobrevivir emigrando a costa de su vida (“Sobre la arena, sus cuerpos / son como astillas de lluvia”) y también se ocupa de la dificultad que tiene (igual que cualquier ser común) para adaptarse a la bronca realidad presente: “Hay un frío lejano, un remoto aullido / y una larga noche de palabras vencidas.”.

Y es que el poemario en realidad viene a exponer una convicción existencial del poeta, que seguramente firmarían los seres últimamente citados: difícil oficio el de vivir: “Qué celebrar en este altar […] / Qué bautizar en estas aguas […] / Nadie responde. // (Un cuerpo desnudo araña / en su caída la sangrante luz / del otoño).”.

No obstante, mientras el sujeto poético (muchas veces desdoblado en un personaje histórico, un escritor preferido o una persona anónima) lucha con los obstáculos interpuestos por sus circunstancias (“Oscuro pez del fondo, oscuro vicio / intacto de nadar contracorriente;”), a veces consigue una lucidez que lo lleva a esperanzarse cuando vislumbra cierta claridad al fondo del camino.

Este final del túnel, percibido intermitentemente, crea al yo lírico una nueva perspectiva vital que se manifiesta en un aumento de la capacidad expresiva de su palabra, en la presencia de una mayor fortaleza ante la presión emocional y en una consistencia versal más acentuada.

El creador del espejo

En 2012, Daniel Casado publica en la editora De la luna Libros El creador del espejo, un título enigmático que resuelve la nota de Bernardo Soares, heterónimo de Pessoa, al comienzo del poemario: “El hombre no debe poder ver su propia cara. […] El creador del espejo envenenó al alma humana”.

El contenido del libro trata un asunto de suma trascendencia desde el punto de vista existencial: la identidad del ser humano y la imposibilidad de conocerse, porque le resulta decepcionante contemplar su imagen con una nueva marca del paso del tiempo cada vez que se mira en el espejo y de ahí la inoportunidad de su autor al crearlo: “cada día te verás idéntico a ti, / mas seré yo, tu propia imagen, / quien revele el secreto a los demás”.

Este es el motivo de que el yo poético en este libro se muestre afectado por la desorientación que le causa no poder mirarse al espejo para no constatar la destrucción a que lo aboca el tiempo, pues ya sabe que resulta inútil su lucha contra él. Y más cuando es consciente de que se ve obligado a soportar la certeza de su propia imperfección: “entonces / (sólo entonces) / se alzará ante ti implacable, torpe, fiel, / y sin consuelo mi desastre, verás / la sólida inmundicia que te ama”. Por esta causa, intenta atenuar su pesadumbre vital buscando la Belleza, pero advierte que también puede dañar su ánimo si la entiende como una quimera: “La Belleza requiere, no obstante, / un último esfuerzo. // Bajo tus pies, el precipicio. / / Da un paso más. // Tan sólo uno”.

Por si esto no bastara, el vate advierte que la tragedia de la existencia es aún mayor, porque el ser humano, además, se ve acosado por enfermedades crueles como el alzheimer o por la estulticia de la sociedad posmoderna que, ajena a las cuestiones vitales (y, sobre todo, a las espirituales), se ocupa de nimiedades que rayan en lo absurdo (verbigracia, el quimérico culto al cuerpo) y nunca ayudan a alcanzar la resolución de los enigmas que necesitan dilucidar los seres humanos conscientes de su naturaleza finita (los pocos que se empeñan en no caer en la intrascendencia con que se vive hoy): “Ana y Mía, princesas sin reino, adolescentes en fuga exhibiendo su vacío desde / cientos de páginas webs invulnerablemente anónimas. Ana y Mía, princesas / equivocadas.” [Ana es como se denominan las chicas anoréxicas en la red y Mía, las bulímicas, en un desdoblamiento de personalidad que asumen como real...].

Ante tal intrascendencia, Casado escenifica sus dos intranquilidades presentes (el tiempo y el autoconocimiento) con un episodio en el que se desdobla (recurso bastante usado en este libro) en el hedonista Aleister Crowsley y el discreto Fernando Pessoa para llegar a esta conclusión: el ser humano, a diferencia de los animales, está dotado de conciencia que le permite sentir, amar, reconducir su existencia, contemplar la belleza del mundo, emocionarse, disponer de albedrío, ser feliz en definitiva. Pero estas ilimitadas posibilidades tienen contrapartidas en forma de inseguridad y temor: “Sólo es bella -por terrible- la vida. Terrible siempre la muerte, por muy bella que sea.”.

Finalmente, la consciencia de esta áspera realidad, que es la existencia para el yo lírico, llega cuando descubre que no solo es un ser vulnerable ante el tiempo sino que este lo castiga con una dureza que no esperaba al haberse creído distinto al resto y, sin embargo, ser igual que los demás, nada.

Por tal motivo, toma conciencia de que la existencia es una cuenta atrás y de que un día no quedará de él memoria alguna, cuando alguien se deshaga de su último recuerdo: “Y viene la muerte y en efecto: tiene tus ojos,  / aquellos de la primera fotografía. // Y otra mano, extraña, urgente, viva, / arroja el marco plateado al contenedor de la basura”.

Secretos que contar

En 2015, ve la luz en Amargord Ediciones Secretos que contar, poemario donde Daniel Casado se libera en parte de las vivencias pretéritas, se interesa más por asuntos del momento, presenta un mayor dinamismo y se expresa espontáneamente. Su deseo es mostrar secretos guardados en su conciencia hasta ahora en forma de intranquilidades y anhelos, que anuncia en voz alta para evitar que les duelan unas y compartir los otros.

Este cambio de talante se debe a que ahora sale definitivamente a la superficie a oxigenarse desde el pozo donde fue cayendo en los libros anteriores; constata que no se encuentra solo y desemboca en un ámbito vivencial más respirable, donde se desprende de rémoras pasadas, deja de mirar sólo en su intimidad y se abre al exterior para superar la desazón producida por la asfixia emocional que padecía y ocuparse de lo que sucede en su entorno: “Al principio nadie lo advirtió, fue una Nochevieja más, un nuevo día de Año Nuevo. […]. Luego hubo aviones, torres hundidas y el huracán de los cañones asolando aquellas ciudades, destruyendo escuelas y museos, viviendas y hospitales”.

Así, en Secretos que contar, se detecta un estilo más suelto debido a que el sujeto lírico se ha despreocupado por lo poéticamente correcto tanto en el contenido donde es patente el uso de la ironía, la crítica o el humor (-¡Oigan! ¡Que tengo poemas más baratos!), como en la indiferencia formal ante el empleo indistinto del verso y la prosa o la conciencia de estar siempre oscilando entre dos extremos emocionales o la certeza del objetivo de su tarea poética: “Me acompleja tanta docta formación / […] / pero entiendo que mi oficio no consiste / en ordenar palabras sino en darlas”. Pero,entre la aparente intrascendencia de su modo de decir, el poemario encubre una inquietud por la inconsistencia de la alegría, la felicidad y la existencia que pasa anodina e inexorable hasta afectar negativamente desde la amistad de la juventud a, antes o después, la integridad física de las personas amadas: “Habrá una torpe caída, un golpe de gracia, / y una voz nueva dará el aviso a tus familiares. / [...] / Tanatorio. Documentos. Lágrimas. Abrazos.”.

No obstante, Secretos que contar también es un libro variado que lo mismo se detiene en detalles sin importancia aparente (“Mosquito sobre la página” es el título de un poema) o denuncia hechos como la inconsciencia de la mass media en la difusión de la violencia (“1º. Encienda el televisor. / 2º. Seleccione un programa de la siguiente lista: / Mentes criminales/ Crímenes que conmocionaron al mundo/ Crímenes imperfectos / Navy, investigación criminal,) o reflexiona sobre las formas auténticas de amar (“La anciana maestra que emprende entusiasmada / un club de lectura para niños con cáncer. / El jubilado que ahora pasa las tardes en un comedor social”) o empatiza con el ser humano que concibe como uno y muchos a la vez. E, incluso, expone su perenne intranquilidad por el paso del tiempo con tono aparentemente despreocupado: “aun a sabiendas / de que resulta improbable / técnicamente imposible / que volvamos a ser / los mismos la próxima vez / que nos encontremos / si nos encontramos”.

Este carácter mundano descubre que, con Secretos que contar, Daniel Casado inicia una nueva etapa componiendo una poesía de voz firme, sentenciosa, menos sujeta a cánones de los que sabiamente se ha desprendido pues, de este modo, se nota más libre, seguro y creativo en la difusión de ciertas emociones que antes ocultaba: “Basta un giro de luz, una palabra / amable, nuestra propia respiración, / una boba melodía… y acontece. / Es la certeza de estar siendo feliz.”.

Y esta novedosa forma de decir Casado la alcanza combinando los conceptos como si de un juego lingüístico se tratara y haciendo malabares con las palabras (“Consumir / esa consumación, / con sumo cuidado”), las ideas ingeniosas, los temas candentes, las vivencias recordables y las dignas de olvidar, que sabe condimentar con una pizca de ironía, de ternura, de sensibilidad, de crítica, de novedad: “música, derecho romano, esoterismo, biología… // …  pero nada desentraña el misterio / que desprende el cabello de esa muchacha que ahora mismo cruza la calle”.

Así, con esta sabia combinación de recursos consigue un libro propio, dinámico, sin limitaciones intelectuales, firme en su tono y seguro en su naturalidad.

La segunda mirada

En el año 2017, Amargord Ediciones publica La segunda mirada a Daniel Casado, que en este poemario se desprende de tributos pretéritos, adopta un tono propio y perfila una nueva perspectiva vital, pues ahora percibe la existencia de una forma más esperanzada como resultado de remirar las cosas de una manera pausada y reflexiva.

Así, La segunda miradaalerta sobre la necesidad de no acomodarse a lo que se capta en la primera visión (“solo tengo palabras / para la agonía del perro / que en medio de los coches / aúlla desorientado”), pues siempre resulta una acción superficial y no es aconsejable por ser la fase en la que se crean los prejuicios. Por esta razón, Casado anima a remirar con una intención indagatoria para desentrañar el sentido profundo de la realidad, que se esconde detrás de la primera percepción. Ese es el motivo de que el poema central del libro, “La mirada que salva”, contenga una invitación a ser auténticos por encima de la superficialidad con que actualmente se está juzgando la realidad por mirarla sin reflexión ni reposo: “Nos queda indagar en nosotros. / Recrear de nuevo lo observado, / descubrir la extraña naturaleza / que da sentido a nuestras vidas.”.

Además, remirar no es siempre una acción favorable, pues a veces cuanto más se profundiza en un asunto más se descubre lo que no se desea. Así el yo lírico en un principio disfruta de los hallazgos que le aporta la segunda mirada (“Escuchad el nutrido silencio / del tiempo sin medida / y afirmad que la muerte no existe.”), pero más tarde se encuentra de frente con el paso del tiempo, su mayor intranquilidad. De lo que se deduce que buscar el significado de la realidad a través de una segunda mirada, solo lleva al poeta a reafirmarse en su certeza de que la existencia es efímera y de que la muerte no es únicamente un hecho vegetativo que elimina la vida física, sino también un suceso trascendente que anula la conciencia: “El agua, los cuerpos, la luz que acariciaste / y te sostuvo // duraron lo que el fuego”.

Sin embargo, el yo poético adopta una postura humanista desde la que se muestra abierto a la ilustración del conocimiento por medio del desdoblamiento de su personalidad para situarse en el lugar de otro ser humano y adoptar su perspectiva: “No te engañe, caminante, nuestra voz / pues todo cuanto ves en su derrota / ardió en la lenta agonía de los siglos: / oyes tu propia resonancia en el vacío.”. El poeta quiere vivir la existencia con optimismo e, incluso, invita a gozarla con intensidad: “Confía, no te agotes, / no admires tu derrota / y a la luz que tiembla sal: / poderosa te espera / la mañana, y es nueva, / como aquellas que amaste.”. Y es que la nostalgia por lo perdido en Daniel Casado es una prueba de que la vida le es grata y de que en su conciencia abriga una concepción amable de la existencia: “Abre tu corazón y respira. // Esas voces nos recuerdan / que jamás estamos solos”.

Pero, como es lógico, no olvida el proceso erosivo al que lo somete como ser humano el paso del tiempo: “Escucha: se consume / un segundo y nace otro, / y otro muy lento muere / y otro a cada muerte nace.”. Por este motivo, advierte que esta preocupación lo lleva a no apreciar la bondad de la existencia e incluso, cuando quiere expresarse, el lenguaje no le facilita esta labor con la precisión que desea: “Las palabras nos confunden ajustando / equivalencias más allá de toda lógica. / […] / Como si quisiera decirnos: esclavos: / solo el silencio os pertenece.”. No obstante, también confía en la esperanza de su permanencia en la palabra: “con mis manos quiero dar / simiente al poema, sembrarlo de luz / y esperanza, con agua lenta y clara / regalarlo”.

Así, esta oscilación provoca que sean características las paradojas repartidas por el poemario como “Vida y muerte son todo / y nada para siempre.” o “No la tristeza, solo la alegría duele”, que indican la desorientación del vate por no encontrar un sentido concreto a la cambiante realidad: “Ternura y espanto de sabernos Nada / en el Todo vacío. Soliloquio de estrellas / que dios alguno censura ni agradece. // Así el Genio nace y muere y da lo mismo siempre.”.

No obstante, el libro termina con un poema esperanzado, “Avanzando”, título que recoge el deseo de mirar hacia adelante. Con esta nueva actitud el poeta anuncia una renovación emocional, consciente de que debe adoptar un talante más positivo ante la realidad: “De nuevo en el camino, / solo y sin memoria / la paz de tu silencio / lo confirma: la dicha / tarda en llegar / pero llega avanzando”.
Extravíos

Extravíos (inéditos) son poemas traspapelados o desechados por su autor para formar parte de un libro. Pero su distinta procedencia no evita que coincidan en la actualidad de sus contenidos, la diversa temática, la cercanía a la realidad, el dinamismo expresivo, el tono contundente, la denuncia de las contradicciones presentes y la forma actual. Por estos motivos, Extravíos no parece un puñado de poemas sueltos sino un poemario que, además, es prolongación de los dos anteriores.

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Antonio Salguero Carvajal
Y es que, temáticamente, trata asuntos muy del momento como la violencia sexual de jóvenes insensatos en las fiestas populares, que luego difunden viralmente sin ningún tipo de culpa: “Con qué violencia arrastran y violan a la chica. / Con qué alegría comparten sus hazañas en la Red”. O el afán de riqueza en forma de negocio multimillonario propiciado por el hedonismo sin freno: “Diez millones de metros cuadrados, / ochocientos campos de fútbol -remata / la locutora-, excepcionales garantías / fiscales y el derecho a fumar / dónde y cuándo se quiera, otorgarán / a este yermo castizo y proverbial / el deseado aspecto de lujuriosa arcadia / destinada a extraviar monedas / y tiempos, vidas y delitos.”. Y lo peor de esta obsesión acumulativa, una especie de síndrome de Diógenes, es que lleva a perder a quien la padece vivencias tan sencillas y necesarias como el amor: “Sabed que ese hombre al que todos admiran / por […] su inmensa fortuna/ [...] / puede enloquecer / […] / cuando ella, su amada costilla, / vacíe en otros brazos el perfecto hastío”.

Ante esta incomprensible realidad, el poeta contrapone el valor del espíritu al materialismo arrasador en un poema-homenaje a Hidelgard Von Bingen, religiosa y científica alemana del siglo XII, que supo aunar fe y ciencia, espiritualidad y conocimiento: “Fiel entre las horas que arden / y oscura tras las tinieblas, / a melancólicas almas / ofreciste obsesivo anuncio, ardiente revelación, suprema gracia / del Altísimo apenas consumada /en tus oídos.”.

Sin embargo, este respiro espiritual no consigue que el yo poético olvide su preocupación existencial incluso en sus actos más cotidianos como una simple visita al médico que termina con un sentencioso aviso del doctor: “la vida es lo que pesa”... O cuando recuerda que puede hacer pactos hasta con Dios, pero nunca con la muerte: “Suscribí con las mujeres un pacto de género. / […] / Acordé con el esclavo un pacto de género. / […] / Concerté con Dios un pacto de género. / […] / Firmé con la vida un pacto de género. / Sólo la muerte tendrá la última palabra.”. O cuando advierte que nada es inmutable, pues todo cambia: “Con motivo del décimo aniversario, / la televisión vuelve a emitir / las imágenes del ataque / a las Torres Gemelas. / […] / Sacrificio. Arrojo. Precisión. // A esto alguien lo llamará un día / obra de arte.”.

Luego, llama la atención la ironía utilizada contra la absurdez humana poniendo como referencia las presentaciones de libros que, aparentemente, son amables actos literarios y, sin embargo, lo que prevalece es la simpleza de saber quién no asiste para justificar una futura represalia: “Toda antología es una lista negra / que se lee del derecho y del revés.”. O sorprende el juego de palabras con mensaje sentencioso que recuerda a aquel lenguaje estrambótico inventado por Julio Cortázar: “Las palabras son espinas cuando se rompen. / […] / Se las espinas palabras son rompen cuando. / […] / Espinas las cuando son rompen se palabras. / Cuando son espinas las palabras se rompen.”.

Este dinámico talante que Casado adopta también se manifiesta de un modo trascendente en poemas con asuntos que descubren sus acentuados anhelos presentes: el deseo de conocerse y el afán de superación: “La erecta perfección de su cuello [de la tortuga] permite imaginar el arriesgado afán de movimiento, siempre hacia adelante”.

Epílogo

Adentrarse en la poesía de Daniel Casado supone un gozo estético por la conciencia de existir que se respira en cada una de sus reflexiones. Y tal postura vital, en un mundo presidido por la intrascendencia, adquiere un alto valor humano que, al expresarlo literariamente, lleva al lector hasta el culmen del placer estético porque la presenta en forma de una emotiva exposición, que es producto de una vivida y afanosa elaboración poética.

Y es que Casado ha conseguido sin aspavientos transmitir sus anhelos e intranquilidades en unos poemarios que van constituyendo un todo pues, en conjunto, cumplen los requisitos que necesita una obra poética para que pueda ser denominada como tal: Unidad (tiene un argumento existencial), coherencia (su tensión vital se detecta en todos sus libros), extensión (ya lleva ocho libros editados), trascendencia (los asuntos que versa afectan al ser humano universal) y evolución (partió del apego nostálgico a los recuerdos y ahora dirige su mirada hacia el futuro esperanzador).

Así Daniel Casado sin prisas viene conformando una obra poética con unas características personales que le han procurado una voz propia entre la primera hornada de poetas del siglo XXI: temas muy arraigados en la conciencia del ser humano, voz armónica que es y suena auténtica, fortaleza emocional para enfrentarse y ahondar en su esencia, base intelectual, amplio abanico de asuntos, tono consolidado, equilibrio estilístico, pulcra elaboración y capacidad de evolución y de adaptación a una poesía propia del nuevo siglo.

En fin, ahí queda en manos del lector el deseo personal de descubrir en una reposada lectura estas virtudes líricas que son características de una poesía elaborada en la intimidad de una existencia consciente.
Antonio Salguero Carvajal
Doctor en Filología Hispánica

EL LUGAR DE LA CITA de Luciano Feria

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(Barcelona, RIL Editores, 2019)

Hasta leer El lugar de la cita de Luciano Feria no había conocido una sacralización tan intensa del hecho poético desde la realizada por Juan Ramón Jiménez y Jesús Delgado Valhondo en sus respectivas obras líricas, que concibieron la escritura como un medio ascético para religarse con la divinidad en su intento de alcanzar la Belleza en un mundo límpido, libre de dolor, de imperfección, de tiempo y de muerte. O sea, el lugar de la cita para Luciano Feria, es el sitio ideal para intentar comprender un ser humano y un mundo, que aún no han alcanzado la madurez y necesita un largo proceso de perfeccionamiento, cuyo ideal debe ser el Bien.

Y este punto que puede parecer nuevo en la poética de Luciano Feria no lo es, pues ese deseo es un referente válido de toda su obra literaria, que hasta el momento había sintetizado en tres libros (El instante en la orilla, Fábula del terco y De la otra ribera)con un contenido intensísimo como ahora su novela El lugar de la cita (que iba a ser la quinta parte de De la otra ribera), donde desarrolla, con una profunda densidad, la experiencia de lo trascendente. Y es que Luciano Feria cree en el poema como un lugar de cita y hora festiva pues, para él, lo poético consiste en hacer un viaje amoroso a lo desconocido a través de la poesía, un auténtico rito de iniciación. De ahí su necesidad de decir y de escribirlo y de ahí también sus hondas elucubraciones sobre el proceso de la escritura, para que no se pierdan sus vivencias más íntimas como, por ejemplo, la devoción con que su padre preparó la tienda una vez que, con mucho esfuerzo, consiguió comprarla.

Esta honda y larga reflexión le ha valido a Luciano Feria para elaborar un libro, que es un extenso ensayo novelado, con una cuidada redacción por la que su contenido discurre como el río de Heráclito, pausadamente, aunque sin eludir las angustias propias de un escritor que se acentúan por esa finalidad sagrada, que le imprime a su actividad narrativa en su azarosa búsqueda de Dios, a través de un proceso ascético que no siempre es cómodo.

El contenido de la novela repasa los hechos más destacados de la experiencia emocional de Luciano Feria sin detenerse en comentarios nimios pues, aunque trata de sus vivencias corrientes, él le sabe imprimir una honda categoría intelectual que convierte sus experiencias cotidianas en puro material estético. Además, Luciano Feria resulta un moderno asceta que toma el camino de la vida como guía, sortea sus obstáculos e intenta llegar a Dios por el camino de la perfección con la escritura de El lugar de la cita, que es una larga, clara y sincera confesión para conseguir la purificación.

Y este objetivo Luciano Feria quiere alcanzarlo por medio de la reflexión. De ahí que en el libro haya un predominio de los razonamientos de carácter filosófico sobre la complejidad de la existencia y el libro, en un largo tramo, se convierta en un extenso ensayo donde hace una exposición sintética de enjundiosas lecturas de José Antonio Marina, Miret Magdalena, Maslow, Rollo May, Cal Rogers, Fromm y un largo etcétera sobre la vida y su prolongación, la relación con los demás, la actitud personal ante la realidad, su deseo de perfección para llegar a Dios y conocer, bajo su sabiduría y su amparo, las respuestas de las interrogantes vitales que lo abruman como ser humano, que se sabe imperfecto y caduco. Y, lo más importante, Luciano Feria quiere convertir este complejo proceso en un camino de sanamiento interior no solo literario sino también ético, para llegar purificado al lugar de la cita con la Suprema Perfección.

Aunque Luciano Feria sabe que andar esa senda no será fácil porque, para alcanzar la autenticidad, resulta necesario que, como ser humano, se desprenda del ego para hacer las cosas por encontrar en ellas un sentido y no por los resultados. De ahí que haga uso de una extrema sinceridad, para que sea una confesión total y valiente, aunque le haya costado confesar ciertas intimidades. De este modo el libro trata de encarnar el conocimiento en la rutina de la existencia como un diario lírico. Para llegar a esta meta Luciano Feria se guía por la humildad, que entiende como un estado definitivo del alma libre de angustia, donde se encuentran virtudes como la sabiduría, la paz y el amor.

La tarea de leer El lugar de la citaresulta extraordinaria, aunque el avance es lento y laborioso por su denso contenido, que es producto de una meditada reflexión de una elevada categoría intelectual. Así El lugar de la citaes una confesión directa o a través de personajes reales o imaginados, alentada por una imperiosa necesidad de decir que el autor llevaba reprimiendo, por sus dudas espirituales y literarias, desde que termina De la otra ribera, el último poemario de su trilogía poética.

No obstante, el libro en sí no es una novela sino la crónica existencial de Luciano Feria, construida con datos constatables a través de hondas meditaciones metafísicas procedentes de abundantes y variadas lecturas que va intercalando de numerosos pensadores como San Agustín: “La elevada verdad no se abre sino a aquel que entra en la filosofía todo entero -totus-“, o Rilke: “La verdad es como un fruto que ha de llegar”. Aunque Luciano Feria duda ante la enfermedad de su madre o la lectura de Los hermanos Karamazov de Dostoievsky, donde Dios se muestra impasible ante las miserias del mundo o la muerte de Dulce Chacón (031203); y es que detrás de la plácida realidad reconoce que siempre se encuentra el dolor.

En El lugar de la cita abundan las reflexiones sobre Dios que, para el autor, son un baremo del estado de pureza en que debe situarse. Pero vuelve a tener dudas: Haití  sufre un tsunami y, ante tanta desolación, la teoría se le viene abajo. No obstante piensa que la alegría es una hermosísima cumbre práctica y orientadora que jamás engaña al corazón. El ejemplo en El lugar de la cita es la diferencia entre el altruismo de Juan Carlos, médico, y el egoísmo de su hermano Alonso, constructor. A la vez, el libro es también la parábola del sentido del deber o la purificación del alma como trascendencia de lo sencillo en busca del esfuerzo creador que él identifica con la divinidad. De ahí que conciba la primera comunión como el principio de la aventura amorosa con Dios y la escritura, su continuación.

Y todo es por su deseo de comprender, de saber, de experimentar, que concibe como el destino de la conciencia humana: “Conciencia mía de lo hermoso”, llama Juan Ramón a su capacidad de comprensión y aprehensión, o Unamuno piensa que la religión es el opio del pueblo, porque consuela del miedo a la muerte. Por este motivo, Luciano Feria busca la revelación de Dios en la Literatura y su necesidad de conocimiento para alcanzar la sabiduría de los libros y de la edad y… llegar al lugar de la cita. 

Luciano Feria se muestra en El lugar de la citacomo un escritor minucioso, pulcro, seguro en su oficio literario, pues es tan respetuoso con el lector que incluso le va contando la técnica de la novela. Y es que es un escritor que se implica en cuerpo y alma en la preparación y la elaboración de sus libros, para que nada disienta del conjunto. Y, además porque, como escritor, también sigue un proceso de perfección técnica y significativa, acorde con su deseo de perfección moral. El libro también es una excelente lección práctica de Teoría Literaria del autor al lector, sin intermediarios. Es además un relato minucioso, razonado, que sigue el proceso de creación de una u otra manera con sus cálculos, reformas y ajustes, según el estado de ánimo creativo. Así su técnica de elaboración es la del minucioso montaje de un complejo mecano lingüístico, que va explicando conforme lo construye.

En fin, Luciano Feria lleva a intuir, además, que la escritura cumple una función mítica y mística, que convierte la simple realidad cotidiana en vivencias trascendentes. Y ahí es donde reside el verdadero valor de la escritura y de El lugar de la cita: en fijar el pasado y hacerlo grandioso y eterno en un tiempo especial creado por la memoria del escritor.

Antonio Salguero Carvajal

EL CUARTO DEL SIROCO de Álvaro Valverde

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(Barcelona, Tusquets, 2018)

La lectura de El cuarto del siroco me ha producido serenidad, aunque el poeta insiste en la exposición de sus intranquilidades vitales; en especial, la presión negativa, que ejerce el peso del tiempo en su estado de ánimo, y su presencia a lo largo del poemario. Pero resulta más digerible su asimilación ahora que las expone de un modo más integrado en el discurrir, pausado, armonioso, de la suave melancolía que impregna el ambiente emocional del poemario: “hueles / un olor a azahar que salta el muro / del palacio de al lado. / […] / la felicidad, palabra vacua, / solo es posible ante estos simples hechos” (131).

No obstante, en la descripción que hace de sí mismo el poeta se considera un redomado existencialista (“Tenías veintipocos y ya eras / acaso un melancólico incurable”, 119) y se deduce que su pesar vivencial no se origina  en la dificultad del vivir cotidiano sino más bien en su pusilánime carácter, que autocalifica de “miedoso o tal vez fatalista” (119). Este hecho constatado muestra que la raíz de su mal se encuentra en la concepción adversa de la existencia, que percibe como una experiencia fatal  (“la vida / … / un túnel angosto”). No es de extrañar, por tanto, que se muestre insensible ante los aspectos atractivos de la existencia, por estar más obcecado en lamentarse del tiempo que en aprovechar sus bondades: “Vivo hacia adentro. / […] / Desde ese sitio, escucho / la vida que a lo lejos / se me va para siempre” (83).

Además, el poeta se basa en una idea descorazonadora de su propia concepción y de sus semejantes: “Es triste por naturaleza el ser humano”; de ahí que asegurare “la tristeza [es un] sentimiento venerable” y resulte lógico que llegue a conclusiones aún más autodestructivas: “[La tristeza] se precipita cuando piensas / en lo que al fin y al cabo fue tu vida” (142). A esta situación lo ha llevado no solo su pesimismo sino también las dificultades que ha encontrado en su periplo vital (“Era luz de los sueños / que ilumina las sombras / de mi árida vida”, 23) no solo por su entorno inmediato (“daría lo que fuera / por salvar de la abulia y el olvido / este lugar”, 117), sino también por su percepción de la situación del mundo (“esta época atroz y envilecida”, 113).

Álvaro Valverde
Ante esto el poeta crea mecanismos de defensa, “cuartos del siroco”, a través de los que busca refugio en su infancia (“El baño es un viaje / al origen del tiempo. // Y tú un hombre feliz / que regresa a la infancia”, 121), en sus recuerdos (“Ángel, que aún pasea las calles de Lisboa”, 145), en el campo (“Ayer, en el molino, / me bañé otra vez solo / en el estanque”, ), en el anhelo de una vida plácida (“idea / de que la vida es dulce, / sereno este vivir / ante el abismo”, 159) o en la lectura (“Es al atardecer cuando ese hombre / abre la puerta y se aísla en el cuarto / donde guarda los libros”, 79). Y, también como autodefensa, centra su atención en la piedra, los libros o las ovas del río (“Son un ejemplo, duran, / fueron nada y son todo”, 116) por su resistencia al paso del tiempo.

Este pesar, no obstante, tiene su lado positivo pues el poeta alcanza, a través de una contenida expresión poética, a exponer bellos momentos líricos que, impregnados de una latente melancolía, resultan la característica emocional  de este poemario, cuyo autor desea la paz interior de una vida sencilla y rechaza su preocupante complejidad: “sentado solo frente al  valle / con un libro en las manos / … / con la calma debida, / … / Suena el silencio / … / el rumor de las ramas / el canto … de algún pájaro. / Respiras hondo. Ves” (57).

En fin, continúa Álvaro Valverde atrapado en la Estética del desencanto como ya advertí en el comentario que dediqué en este blog a su Lugares de otoño (040812). Y esta constatación resulta fastidiosa porque, aunque ni su concepción vital ni, por tanto, su temática han evolucionado, su modo de decir sigue siendo atractivo por su expresión directa, pausada, armónica que, en una época de aspavientos como la que vivimos, resultaría sanadora si evolucionara hacia una poesía menos repleta de intranquilidades existenciales que, tan insistentes, no resultan poéticamente agradables.

asalgueroc

LATITUDES de Juan Carlos Rodríguez Búrdalo

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Córdoba, Ateneo, 2019)

En Latitudes, Juan Carlos Rodríguez Búrdalo realiza una reivindicación humanista de la naturalidad, la sencillez y la belleza real de la existencia (“¡Que nunca esta ciudad te niegue, nunca / sus torres sobrepasen tu verdad”, 25) frente a lo artificial, complejo e ingrato de la gran ciudad (“moles grises que parecen / un alto bosque de metal gemelo / y frágiles espejos sin azogue”, 22).

Y es que, en concreto, Latitudes es una desmitificación de esa urbe tan difundida y encumbrada, que tiene por nombre Nueva York (“La ciudad y tu verso van unidos / como el llanto de un niño a su orfandad“, 20). El motivo es que el poeta une a su visión humana de la ciudad, que no es positiva, el impacto descorazonador del poemario “Poeta en Nueva York” de Lorca, donde aparece como un lugar desabrido en el que no existe esperanza alguna desde la misma aurora (“La aurora de Nueva York / tiene cuatro columnas de cieno / y un huracán de negras palomas / que chapotean las aguas podridas”), y la experiencia desencantada de la ciudad, que el poeta José Hierro (27) expone en Cuadernos de Nueva York: “Más allá, la ciudad, / desplegadas las velas de cemento /navega hacia su olvido, / noche, sueño, nunca” (de ”Apuntes de paisaje”).

Como contrapeso, Latitudes es también una mitificación de los recuerdos de la infancia del poeta (“estos pájaros / me han devuelto la luz esta mañana. / Tal vez porque su vuelo vine siempre / con el niño callado que soñaba / un cielo tan abierto como el suyo “, 21), del calor del hogar familiar que no existe en Nueva York, pues ha olvidado los sencillos gozos cotidianos (“Rutina, bar, comida callejera, / la manzana dormida idolatrada… / día tras día, siempre cada día”, 23) y de la naturaleza en su estado primigenio, a la que la mega ciudad ha vuelto la espalda (“Mas no puedo olvidar su trino limpio, / […] / la dicha de aprender en sus colores / la primera noción de la belleza”, 28).

No obstante, la urbe, que tiene también alguna virtud, recuerda al poeta la sensualidad, que le despierta Audrey Hepburn en la película “Desayuno con diamantes” (24). Pero lo considera un simple detalle frente a la abundancia de seres desfavorecidos a los que no alcanza la justicia social, representada en el poemario por un indigente africano con un miserable carro de abalorios (25), una mujer desquiciada en la vorágine de la gran ciudad (32), una exiliada profundamente infeliz (33) y los emigrantes indefensos en la Isla de Ellis (36). Todos son representantes del dolor profundo, que sufren los seres humanos marginados por el poder físico y crematístico de la gran ciudad. Aunque luego en la realidad ese poderío tiene poco de verdad y mucho de artificio, pues Nueva York descubre su impostura cuando llega la noche y “las horas mudan su piel, enfermas de neón” (31).

Finalmente, a la hora de la despedida, al poeta decepcionado le resulta dolorosa la vuelta a casa (“vuelvo / con el alma desnuda de esperanza. / Atrás dejo los sueños mutilados”, 41), porque el tiempo vivido en la gran ciudad se le ha ido, como las aves que ve marcharse al final del verano, sin que haya apreciado avance alguno en la construcción de un mundo mejor (“¿Qué puedo yo ofrecerte en despedida / si contigo se va también mi tiempo”, 44). Este es el motivo de que el poemario se cierre con la visión nocturna de Nueva York como exponente del impacto emocional, que causa al poeta su experiencia en la gran ciudad (“la noche / devorando lo tanto guarnecido / en la vieja mochila de los años”, 45).

Después de la lectura de Latitudes, se ve que Nueva York ha conmocionado a Rodríguez Búrdalo, pero no por la grandiosidad de sus edificios de acero y cristal ni por su poder económico sino porque, lejos de actuar como un turista que ve únicamente lo superficial, se ha centrado en el aspecto humano de Nueva York y ha descubierto con pesar que el dolor de los seres marginales sigue patente pues, hoy como ayer, continúan siendo víctimas de la falta de solidaridad y de la deshumanización de la gran ciudad.
asalgueroc

FINAL FELIZ de Isaac Rosa

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(Barcelona, Planeta, 2018)

El libro es un cúmulo de interesantes reflexiones, que contienen una abultada información sobre la vida de una pareja en este tiempo desquiciado cuando nada permanece, ni siquiera el amor que sintieron tan intensamente durante sus años jóvenes y difundían a los cuatro vientos su sólido deseo de vivir juntos hasta el final (“hasta la muerte”, decían, ¡qué ilusos!).

Así el texto es una larga lista de las razones, perjuicios y ventajas de una separación matrimonial o de una pareja (23 y 32), del ambiente que precede a la separación (30), de los motivos para separarse (40 y 41), de los males de la separación (60), de cómo se pierde el amor en la pareja (68) y de los valores de las que aguantan los embates del tiempo y del entorno (70). Y es que, según parece, cuando un miembro de la pareja pierde el deseo sexual, el otro se convierte “en un mendigo del deseo” y por ahí comienza a perderse el amor (88). De ahí la infidelidad de Inés con Mateo o el engaño de él, por despecho, con ella.

Final feliz es, además, un libro estremecedor porque pone de manifiesto la profunda complejidad de la personalidad humana. Tal circunstancia lleva a la conclusión de que el ser humano es un experimento fallido, un proyecto a medio hacer, un ente lleno de presiones, temores, fracasos, fantasmas y naufragios. No sabe vivir, ni desenvolverse en el espacio que habita inconscientemente, dando palos de ciego y a veces acertando, como el burro flautista, por casualidad. Así no sabe cómo comportarse en el teatro de la vida y unas veces, las menos, actúa de personaje responsable y, las más, de truhán, cómico, mentiroso o violento incurable. No sabe cómo llenar de sentido su existencia anodina: se aburre, cae, se alza, se justifica en otros, miente, finge, se muestra valiente para ocultar su cobardía… y, en todas sus acciones, descubre, tras su caparazón, una preocupante desorientación vital.

No obstante, trata de eludirla con ilusiones efímeras como el sentimiento amoroso, pero generalmente relacionado con el sexo, y entonces cae en esa trampa que la naturaleza ha urdido para evitar la extinción de la especie, que lo hace vivir un tiempo en la creencia de que ha encontrado la solución a su desamparo, cuando siente caricias, atención, placer, incluso, mimos, pero enseguida advierte que tal estado no es definitivo. Y una vez que se le pasa la euforia, el hombre, sobre todo (por durarle el deseo toda la vida), se encuentra desamparado mendigando amor hasta su último momento. Quizás el motivo se encuentre en que cree ser algo que no es por naturaleza: monógamo, pues continuamente está siendo infiel con la vista, el oído, el deseo... sin poder evitarlo porque, fisiológicamente, es lo normal aunque no lo parezca.

La vida así se convierte, para el ser humano común, en una cuestión de pura supervivencia, pues lo empeora el hecho constatado de que es una entidad con muchas limitaciones por su naturaleza inestable, frágil, caduca y sola, como el ñu débil de los documentales acorralado por los leones, que se las tiene que ver solo con su destino, mientras los demás corren cobardemente para salvarse y lo abandonan a su suerte. Y, por si esto no fuera suficiente, se produce la crisis de comienzos de siglo, y los problemas derivados (individualismo, desencanto, falta de horizontes, desesperanza) desquician al ya malogrado, triste e indefenso ser humano.

No obstante, aunque Final feliz es un libro con una densidad argumental que acumula todo un interesante tratado sobre las complicadas relaciones de pareja y, por extensión, sobre la dificultad que tiene el ser humano de vivir plenamente la existencia, su lectura resulta un tanto agobiante, verborreica, intelectual, acumulativa… y, por estos motivos, el libro necesita disponer de más puntos aparte, oxigenar el texto y sintetizar ideas, aunque esto no es obstáculo para reconocer que la elaboración de su texto tiene una alta calidad literaria.
asalgueroc

CINCO LIBROS MÁS DE LECTURA VARIADA

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HISTORIA DE ESPAÑA CONTADA PARA ESCÉPTICOS de Juan Eslava Galán

(Barcelona, Planeta, 2016)

Sería un buen libro de texto para estudiantes de Historia de facultades universitarias pues, con que solo se supieran su contenido, sabrían mucha más historia que la aprendida en los sesudos libros de historiadores, que no se han apercibido de que la Historia es una sucesión de episodios violentos, normalmente debidos a las clases dominantes atentas solo a sus intereses no a los del común, que es quien da la cara por pura necesidad y se la parten una y otra vez. Y, si no recordemos por ejemplo, que quien tenía 1.500 pesetas en 1989 se salvaba de ir a la guerra de Cuba…

Sin duda su mejor capítulo es el titulado “Las Autonomías”, donde Eslava Galán realiza un inteligentísimo comentario sintetizado de la formación de estos engendros políticos, que han dividido a España en 17 reinos de taifas individualistas, que no tienen en cuenta el bien común de la nación, ahora llamada por sus políticos “este país”. Y su capítulo más preocupante son los últimos que tratan las nada halagadoras previsiones para el futuro: un desastre como le sucedió al imperio romano de Occidente, cuando sus políticos y habitantes acomodados decidieron desentenderse de los asuntos que lo sostenían (los nacimientos, la economía, la cultura…).

Juan Eslava Galán cuenta de una forma amena la historia de España (como Indro Montanelli la historia de griegos y romanos), y se deduce que el problema de siempre y en la actualidad de España es que se trata de un conglomerado de reinos, condados, marcas, autonomías, países y otras zarandajas, que quieren conservar sus privilegios y aportar poco o nada al interés de todos y “de aquellos lodos…”. También cuenta nuestra historia con una claridad que evita lo políticamente correcto y acusa contundentemente a quien se lo merece sea político, particular, el estado democrático o la Santa Madre Iglesia.

Es frecuente que Juan Eslava, de un modo gracioso, se refiera a episodios que suscitan una carcajada, aunque imprimiéndoles una amarga ironía como el método que tenía la autoridad de enseñar urbanidad a quienes no respetaban las normas vigentes de convivencia: “Hace 50 años delinquías, la Guardia Civil te invitaba unas horas al cuartelillo, te administraba un curso rápido de comportamiento cívico y salías algo dolorido quizá, pero por lo demás hecho un hombre nuevo, listo para una convalecencia de un par de meses tras la cual te lo pensarías dos veces antes de volver a las andadas” (nota 263, p. 531).

Del  mismo modo, Eslava Galán narra en tono conversacional la Historia del mundo contada para escépticos (Barcelona, Planeta, 2018) con gracia socarrona, ironía y un poso de amargura, pues la realidad es que la historia de España y del mundo es una sucesión de hechos violentos, provocados por los poderosos que se aprovechan de los débiles sin importarle su sufrimiento, pues el fin justifica los medios. Y esto es lo mismo a nivel de estado que a nivel de sociedad. Así se muestra muy preocupado por la deriva que ha tomado el mundo con la globalización, la invasión que está experimentando Europa con la avalancha de personas con culturas distintas y los hechos de la fragmentación de España como la rebelión en Cataluña de los independentistas o los sentimientos nacionalistas que se localizan en buena parte del país

De todas formas ha sido un placer la lectura de ambos libros (sobre 1.000 páginas en total) y es una pena pensar en cómo nos han enseñado historia en el instituto: muchas fechas y poca adaptación a la realidad, de tal manera que nos acordamos de la lista de los reyes godos, pero no sabemos nada de los causas que han movido la Historia.


BENJAMÍN FRANKLIN (AUTOBIOGRAFÍA)

                                (Madrid, Mono Azul Editora, 2007)

Es un libro donde Benjamín Franklin, empresario, inventor, político y militar, cuenta su azarosa vida con una parsimonia que es muy apta para una lectura reposada. Pero, por eso mismo, se ralentiza al detenerse en detalles que no interesan mucho al lector hasta hacer la lectura lenta y pesada. De ahí que no vaya a ser un libro que relea.





JOHN LENNON de Ignacio Juliá

(Valencia, La Máscara, 1996)

Es un librito entretenido, aunque triste, donde se conoce bastante bien la personalidad de este mito musical y social, cuya existencia estuvo marcada por el desapejo de su madre y la desfachatez de su progenitor. Así la vida de John Lennon está marcada por un interés inconsciente de llamar la atención sobre su tragedia. Lo testifica la inestabilidad de su carácter siempre listo para encontrarse en líos (borracheras, peleas, agresiones, drogas) y advertir su presencia.

Por este motivo The Beatles duraron el tiempo exacto en que tarda Lennon en notar su incomodidad en un grupo, cuyo motor en la práctica era Paul McCartney, porque resultaba atractivo, simpático, ocurrente, alegre, gran músico, excelente compositor y  carácter equilibrado. Lennon era inconstante, se drogaba por norma y era egocéntrico, quizás por su necesidad de destacar y su soledad interior. Consideraba a Paul un competidor y, cuando aparece Yoko Ono, lo convence de que no le conviene seguir en un grupo sino que debe continuar su carrera en solitario. Y adiós The Beatles.

Luego se manifiesta como músico y como activista político y social. Y es encomiable estas labores por su denuncia constante contra la violencia en cualquiera de sus formas y su petición continua de paz, que expone de mil maneras distintas y sintetiza en esa belleza de canción llamada Imagine. Una pena que fuera asesinado un mal día por un demente que, paradójicamente, era uno de sus mayores fans.


LOS TRES DÍAS DEL GLADIADOR de César Vidal

(Madrid, SM, 2002)

Es un libro que se lee rápidamente por su corta extensión (188 páginas) y porque su texto no ofrece complicaciones. Se trata de una sencilla narración donde el autor cuenta cómo Johanan, un joven judío hecho cautivo por los soldados de Tito, acaba siendo gladiador y su participación en unos juegos celebrados en Aemerita Augusta con bien para él, pero no para sus adversarios que acaban degollados inmisericordemente en la arena ante la aclamación de un público bárbaro.

Quizá la enseñanza que se saca de la lectura de Los tres días del gladiador es que las peleas entre gladiadores no tenían valor épico alguno, pues eran simples carnicerías para satisfacer a muchedumbres ávidas de violencia y de sangre que, incluso, no deben ser recordadas siquiera como espectáculo turístico.


LUJURIA de Juan Eslava Galán

(Barcelona, Destino, 2015)

Es un libro curioso, simpática y socarronamente redactado sobre las costumbres sexuales en España desde la mitad del siglo XIX. El libro demuestra sin proponérselo que tenemos mucho de animales, aunque no nos agrade que nos lo adviertan, pues en el terreno sexual el ser humano suele perder los papeles y deja muchas veces su condición humana, social, espiritual y hasta trascendente en la puerta del prostíbulo.

Es lamentable la actitud de poderosos y hasta reyes que caigan tan bajo, arrastrados por su obsesión sexual, por las que han cometido los más vergonzosas acciones, que no correspondían de ninguna manera con la imagen externa que emitían en su entorno, como el caso de rey Víctor Manuel de Italia y Alfonso XIII de España, que estaban más atentos al sexo que a los asuntos de sus súbditos.

No obstante, aunque el libro me estaba gustando lo dejé en el capítulo 32, porque mi amigo el escritor Luciano Feria me regaló el 270319 su primera novela El lugar de la cita, un libro extenso (más de 600 páginas), intenso y trascendente que me apetecía leer sin demora. No obstante, volveré a Lujuria en cuanto pueda, pues Juan Eslava Galán desde que leí su novela En busca del unicornio tiene interés para mí, aunque es un autor despistante pues no sigue una línea lógica al escribir cada vez un libro de temática distinta.

asalgueroc






MIS ARTÍCULOS VII (Varios)

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"Cuarenta años de poesía de José María del Álamo"
(El espejo -Badajoz-, 2017)




"El verano del endocrino de José Ramón Santos, El café portugués de Antonio Reseco 
y Para que no habite el olvido de Encarna Ponce"
(El espejo -Badajoz-, 2019)





PRESENTACIÓN DE MAR DE FONDO DE DANIEL CASADO

(Mérida, Librería La selva dentro, 03-10-19)
[con Luis Sáez, director de la ERE, y Daniel Casado]

Buenas noches:

Es una satisfacción para mí encontrarme en este lugar especial, una librería, que además tiene un nombre sugerente, La selva dentro, con Luis Sáez, director de la ERE; Daniel Casado, autor de la antología poética Mar de Fondo, que ahora presentamos, y de cada uno de ustedes, amable público, porque este acto supone para mí la culminación de un proceso de seguimiento espontáneo de la poesía de Daniel Casado, del que no he sido consciente hasta que me he puesto a elaborar estas palabras, así como de que ha sido un proceso recíproco, pues también Daniel Casado se ha ocupado espontáneamente de mis investigaciones sobre Jesús Delgado Valhondo y la poesía en Extremadura en los últimos 20 años.


El citado proceso ha tenido varios momentos: 

1º)Asisto por curiosidad a la presentación de su primer libro, El proyector de sombras, un poemario donde el poeta se muestra consciente de la fragilidad de la existencia.

2º)Asisto casualmente al fallo del jurado del Premio de Poesía Ciudad de Mérida a favor de a El largo andar tan breve de Daniel Casado,  título que es la paradoja del largo camino que supone la existencia y de su efímera duración para el ser humano que la recorre.

3º)Asisto regularmente a las tertulias literarias de Gallos quiebran albores y, en una sesión, Daniel Casado asiste para comentar su poética, sus libros y lee poemas de El viento y las brasas, donde se muestra desamparado ante el tiempo (viento) que apaga al amor (brasas), máxima razón de su existir. En otra sesión comenta versos de su poemario Oscuro pez del fondoaccésit del Premio Adonáis, donde describe el abismo emocional en el que ha ido cayendo, demasiado atento a sus avatares existenciales.

4º)Comento en mi blog de literatura sus libros El creador del espejo, donde se acentúa su percepción del rápido paso del tiempo, Secretos que contar, donde por fin consigue desprenderse de rémoras pasadas e inicia un camino abierto a la esperanza.

5º)Incluyo a Daniel Casado en mi Panorámica poética de Extremadura, donde lo antologo en la primera hornada de poetas de la Poesía de comienzos del siglo XXI con un comentario biobibliográfico de los hechos más relevantes de su vida relacionados con sus poemarios y una selección de sus poemas representativos.

6º)Comento en mi blog de literatura su poemario La segunda mirada, donde adopta una nueva perspectiva para replantearse la realidad e iniciar una trayectoria vital más desvinculada de intranquilidades existenciales.

6º)Incluyo, en mi Itinerario Monumental de Mérida, su poema titulado “Resonancias”, que luego ha editado en Extravíosun cajón de sastre para el poeta pero que, sin embargo para mí con toda justicia, es su octavo libro de poemas por su modernidad, temática variada actual y su intranquilidad por la deriva que sigue el mundo.

7º) Elaboro el prólogo de su antología, Mar de fondo, en la que se incluyen sus ocho libros de poemas.

8º9 y participo ahora en la presentación de Mar Fondo.

O sea, que la elaboración del prólogo no es un hecho circunstancial, sino fruto de un proceso vivido y meditado a lo largo de los últimos 16 años en que Daniel Casado ha elaborado sus poemarios.

En fin, cuando Daniel me encarga la elaboración del prólogo, lo primero que necesité fue contestar a la pregunta: ¿Daniel Casado tiene una obra poética o lo suyo es una mera sucesión de libros con una relación casual? La verdad es que contaba con la ventaja de haberme hecho la misma pregunta cuando la Editora Regional de Extremadura, hace años, tuvo a bien proponerme la elaboración de la Poesía completa de Jesús Delgado Valhondo.

Entonces, para obtener una respuesta, primero tuve que reflexionar sobre qué era una obra poética y llegué a la conclusión de que es un todo con unas partes perfectamente estructuradas, que responden a cinco características fundamentales: unidad, coherencia, extensión, trascendencia y evolución. Y después tuve que averiguar si JDV tenía una obra poética, y la respuesta fue totalmente afirmativa, pues gozaba de la unidad proporcionada por su tema central: la búsqueda de Dios. De la coherencia que le proporcionaba este tema y sus temas secundarios (la intranquilidad por la fragilidad, finitud y caducidad del ser humano; la angustia por la falta de respuesta divina; la soledad y la desorientación existencial como ser humano…). También la obra de Valhondo disponía de la extensión necesaria (18 poemarios) para poder determinar lo anterior. De la trascendencia, porque la búsqueda de Dios es un asunto que afecta al ser humano universal. Y de la evolución, porque su poesía se fue adaptando a las corrientes poéticas que se sucedieron en el siglo XX desde 1930, en que comienza su obra poética, hasta 1993 en que la cierra: poesía existencial de los años 30-40, social de los 50, del conocimiento de los 60, de la transición de los 70, de la renovación de los 80 y de la poesía de final del siglo de los 90.

No obstante, puede parecer que lógicamente todos los escritores deben tener una obra literaria, entendida como un todo con sus partes íntimamente conexionadas, pero no es así. Pongamos por ejemplo a buen escritor, Juan Eslava Galán, autor que me sorprendió positivamente con su novela En busca del unicornio (Premio Planeta 1987) por la metáfora que supone las vicisitudes que corre Juan de Olid en busca de un cuerno de rinoceronte para curar la impotencia de su rey Enrique IV de Trastámara, aventura que es semejante a la epopeya vital que realiza el ser humano. Era una obra trascendente que pensé continuaría en sus siguientes novelas, pero luego edita La mula, una insípida historia como su título; La Armada Invencible, un libro de historia; Rey Lobo, otra vana ficción novelesca, La lujuria… con la que certifica que su obra no cumple ninguna de las características comentadas. Aunque estos extremos no significan que sea un mal escritor, todo lo contrario, Eslava Galán sigue su trayectoria escritora afianzadamente sin interés (no es obligatorio) por formar una obra literaria con las características anteriormente expuestas, pues luego he leído Historia del mundo para escépticos e Historia de España para escépticos y me han supuesto un auténtico placer lector, porque es una delicia leer la Historia de España de una forma dinámica, sin palabrería y, además, con gracia e ironía; un auténtico divertimiento.

Sin embargo, Daniel Casado, como JDV, sí está construyendo una obra poética, pues su conjunto de libros tiene unidad en torno al tema de la existencia consciente. Goza de coherencia entre ellos a través de este asunto central y de sus temas secundarios (el paso del tiempo, la pérdida del amor, la incapacidad para conocerse a sí mismo, los anhelos de albergar esperanzas para sobrevivir emocionalmente, los encuentros no siempre gratos con la realidad, los esfuerzos por superarla…). Además su obra literaria cuenta con una extensión suficiente, pues ha editado ocho libros, y su edad augura una obra extensa. Tiene trascendencia, pues el peso de la existencia afecta al ser humano universal. Y es producto de una evolución, porque comienza influido por la corriente existencialista del siglo XX y ha ido experimentando un cambio gradual hacia una poesía propia del siglo XXI con temas actuales y diversos, que responden a la preocupación por el rumbo desquiciado que ha seguido el mundo, la intranquilidad ante el poder de lo material y el olvido del espíritu.

Es decir, el poeta es un escritor experimentado que es consciente de lo que hace, controla cómo lo realiza y sabe hacia dónde va construyendo una obra poética que afianza con cada poemario.

En fin, este análisis da como resultado que Daniel Casado es autor de una obra poética en construcción, que ha encaminado satisfactoriamente para gozo de sus lectores y que su antología Mar de Fondo es un excelente ecuador de su todo lírico al que, con sumo gusto, seguiré estando atento. Gracias por su atención.
asalgueroc

AHORA de José Antonio Zambrano

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(Valencia, Pre-textos, 2019)

Ahora” es un título significativo a pesar de estar constituido por una escueta palabra, contundente y definitiva, que indica la certeza del poeta de situarse en el estricto presente y de su anhelo de manifestar lo que ahora le importa exclusivamente: vivirlo, íntegra, gozosa y conscientemente. No obstante, advierte que lo va a compaginar con el dulce veneno de la actividad poética, a pesar de considerar al poema “lirio y dolor a un tiempo” (original sinestesia, 32) en un ámbito melancólico como la “voz de Pessoa” (“lo que juntó mi voz medrosa al blues / que tuvo como conquista / una tristeza feliz”, 34).

Y además seguirá sin obviar los buenos momentos del tiempo vivido (“Aún arde esa calor / refugiada en lo íntimo, / sin olvidarme ahora / de vivir el presente día a día”), el placer estético que siente ante la lectura de un verso pleno (“Respirar un verso es como una sonrisa”, 47) y el estado amoroso en que aborda la escritura ("Nadie debe saber / que todo lo que escribo / es por amor", 63).

El libro goza de un agudo prólogo de Luciano Feria que, como buen poeta, empatiza perfectamente con la honda reflexión de un vate como José Antonio Zambrano, cuya poesía de carácter intelectual no es fácil de leer, pues su esencia significativa no se encuentra en la superficie sino en regiones más profundas, jalonadas de originales recursos de estilo, exclusivos de Zambrano, como “Hoy fijo mi atención en los sitios / donde intenté juntar un río de labios”, 40, o “[…] el mar / […] / Eterno, bullidor de olas”, 67).

Feria, como además es profesor, inicia el prólogo poniendo en antecedentes al lector sobre la obra poética del vate de Fuente del Maestre porque, para leer un nuevo libro suyo y más para los que comienzan con Ahoraa conocerlo, resulta necesario estar al tanto de las virtudes de su poética, que Feria comenta con claridad meridiana en una eficaz síntesis, que repasa toda la extensa labor lírica de Zambrano: honda reflexión sobre la actividad poética, intranquilidad e inconformismo ante la caducidad y el misterio irresoluble de la existencia, búsqueda laboriosa de la palabra exacta y uso de asociaciones metafóricas insólitas como las citadas.

José Antonio Zambrano es un poeta para el que la palabra supone un elemento fundamental de su existencia, porque la búsqueda de su contenido esencial le imprime sentido a su día a día  (“Solo quiero abrirme a las palabras / que van de un lado a otro / como una frontera por mis labios”, 39). Pero la palabra se le suele mostrar esquiva y no la consigue moldear en el poema sin un esfuerzo a veces tenso (“El peso de un poema / tiene el tamaño exacto de una obstinación. / La que provocan las palabras / cuando se abren al mundo”, 31) y otras veces doloroso (“su silencio puede ser irrespirable / como el camino oscuro / de una estrella”, 32).

La razón es que Zambrano concibe la escritura como un compromiso personal que lo lleva a eludir la superficialidad y a aportar al intelecto común reflexiones hondas para la clarificación de los enigmas de la existencia (“escribir es una deslealtad al mundo / si no enmarca lo escrito / una revelación”).

El motivo de este enfoque comprometido se debe a que Zambrano concibe la poesía como autoconocimiento y autoaclaración vital: “No pido crédito para lo escrito. / Lo hice para saber algo de mí / y tener la certeza de que el otoño, es la estación que antecede al invierno” (43). 

Y también es debido a que el poeta fontanés experimenta la existencia como ser consciente (“No hay mayor juego que el de la vida”, 49) y la percibe, especialmente, en el ambiente sereno, silencioso y recogido de su casa, que es el que le resulta más propicio para la meditación (“Un día más / me muevo en la costumbre de estar solo / […] / en habitar siempre un mismo jardín”, 55 y 44). No obstante, se encuentra abierto al exterior, pues Zambrano aspira a que sus versos pervivan en los demás ("sería capaz de volver a nacer. / [...] / a las horas de un día / que nombren lo que digo)", 52).

No obstante, se ve obligado a bregar con la inestabilidad de las cosas (“La alegría / […] / se nubla / como la mirada de un niño / ante el juguete roto de su vida”, 60), con sus propias limitaciones (“dejemos este ir y volver / al lado mismo de no saber nada”, 37) y con su caducidad (“Aunque siempre guardo un sitio / a la decencia de tus ojos, / sin saber que este sitio fuera / el juego cauteloso / de un claro porvenir hacia la nada”, 71).
asalgueroc


REENCUENTRO de Rufino Félix

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(Mérida, Gráficas Gaspar, 2019)

El título Reencuentrotiene un doble sentido y en ambos casos esuna denominación esperanzada, que contrasta con los desalentados titulares que Rufino Félix asignó a sus poemarios anteriores: Como un adiós de seda (2014), Y el alba no vendrá (2018) y La puerta del adiós (2018).

Reencuentro recoge en sus versos el deseo de trascendencia del poeta, que anhela volver a confluir con sus lectores a través de su palabra poética, como aclara en el Preludio, cuando solo sea espíritu  (“Cuando me llame la tierra / velad mi verso, que os dejo: / el legado por mi ausencia. // Y si un día el amanecer / con su claror me despierta, / volved de nuevo conmigo / a la emoción del poema”, 7).

Y, en este sentido, Reencuentro es la culminación del poemario anterior, La puerta de la adiós, donde, después de acentuar sus características personales (enternecedora nostalgia, fina sensualidad y excelente manejo del idioma) deja patente su anhelo de permanencia que, ahora, se convierte en el tema central de Reencuentro, intentando trascender el olvido que trae aparejado el salto al abismo, que supone para el poeta su irremediable extinción futura (“Pronto nada de él quedará, / porque lo habrá vencido / el tiempo, como a todo cuanto es / savia y sangre fluyente”, 26).

Y, como consecuencia, el poemario también es un reencuentro con los hechos de su pasado más acordes con su dulce nostalgia (“Quiero escuchar tu voz / generosa y paciente,  / como entonces. / Cuando tus albas manos, / tiernas, cariciadoras / me bendecían el día”, 24) y con la placentera sensualidad de su época de esplendor (“Cuando nos conocimos, / el lazo luminoso que unió nuestras miradas / fue el comienzo esplendente / de este amor verdadero, / que nuestros cuerpos jóvenes gozaron / como primicia del amanecer.”, 22).

Estos recuerdos favorables suscitan la emoción del poeta y lo llevan a un rearme anímico, estimulado por opiniones alentadoras (“Ya sé que me aconsejan: / sentir en plenitud las excitantes horas, / que exalte el goce de la primavera / nimbando la mirada, que busque mi ventura. / Y así lo haré.”, 43) que, como un mecanismo de defensa, colman su necesidad de exorcizar, por edad, la intranquilidad que le produce su incierto futuro (“¡Cuánto lastra mi ánimo la triste soledad / en estas calles muertas! // Regreso acongojado a la verdad del día”, 36).

Varios elementos refuerzan, además, el recompuesto almario de Rufino Félix en Reencuentros. Uno es el apoyo en la palabra, a la que considera un elemento esencial para seguir expresando sus tiernas nostalgias y su enraizado amor por la vida (“El don de la palabra / […] / Por ello, nuestros labios / mendigan cuando llegan / la desazón y el duelo; / se doran con las voces / que en el aire ardoroso / embridan la alegría”, 32). Otro soporte lo constituye la poesía, que “nos concede / altura en la mirada, emoción y concordia” (16), pues la concibe como un alimento básico e insustituible para afrontar la vida diaria (“Si llegase a faltar el pan de cada día, / […] / la esperanza se haría tenebrecida, / y sería la intemperie nuestra dueña”, 16). Otro elemento imprescindible para el poeta es el amor que lo conecta con la sensualidad sentida en sus años de plenitud (“Para seguir viviendo necesito / no solamente que se apiade el aire / con el mantenimiento del respiro, / […] / Preciso que mantengas a mi lado / ese limpio latido que a la vida / da el sueño de tu voz enamorada”, 19).

Y el otro apoyo sanador para Rufino Félix es el mar, que lo atrae no solo por la sensualidad que le sugiere sino también por su deseo de reposar finalmente en su seno (“Acógeme, iré cumplido / hasta tu profundidad. / Quiero ser pecio dormido, / en tus dominios soñar. // ¡Atiende mi ruego, mar!”, 34). Y es que Reencuentro, en definitiva,  acoge la conciencia de vivir resumida en dos palabras: placer y dolor.
asalgueroc

PERLAS DE LA VIDA DE LAZARILLO DE TORMES Y DE SUS FORTUNAS Y ADVERSIDADES

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(Medina del Campo, Imprenta de Francisco y Mateo del Canto hermanos, 1554)

[edición hallada en Barcarrota –Badajoz– y editada por la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura en 1996]

Mis compañeros de Departamento, con motivo de mi jubilación en la reunión de Departamento de Lengua y Literatura del 26 de enero de 2016 (la última para mí), me hicieron dos regalos estupendos: 1)La edición de La Vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades encontrada en Barcarrota y presentada primorosamente y 2)una tarjeta con la frase “Nuestros corazones siempre serán tu casa. No nos olvides”... Estos regalos me emocionaron y les prometí que haría un comentario del libro como agradecimiento a sus estupendos detalles.

Menos mal que no les di fecha, porque tardé en cumplir mi promesa año y medio y no porque se me olvidara, pues poco después de jubilarme me puse a cumplir lo prometido: analicé el primer tratado con detenimiento, localicé las perlas y tomé notas pero, entre que tenía muchas ideas en la cabeza que desarrollar de otros asuntos y que necesité madurar los comentarios de las perlas, dejé el tema para cuando lo notara maduro. Y ha sido ahora cuando advierto que ha llegado el momento de abordar el tema definitivamente.

Cuando me puse a comentar el libro pensé que no podría decir nada nuevo a lo mucho que se ha dicho del Lazarillo y, por ese motivo, se me ocurrió, una vez leído el Prólogo y el primer Tratado, localizar y destacar las frases de momentos, detalles, situaciones que suelen pasar desapercibidas y, sin embargo, encierran reflexiones muy agudas, meditadas y magistralmente expuestas.

De ahí que sea un libro de lectura reposada y máxima concentración, para que el lector valore sus frases sutiles, denominadas por mí en el título “perlas”, pues encierran una fina filosofía de acusado contenido existencial.


En el PRÓLOGO[p. 1]

Lo primero que me llama la atención es cuando dice el anónimo autor: “... y a este propósito dice Plinio: No hay libro por malo que sea que no tenga una cosa buena” [p. 1 -donde comienza el prólogo-].

“Y a este propósito dice Tulio: La honra cría las artes. Quien piensa que el soldado que es el primero en la escala tiene más aborrecido el vivir, no por cierto, mas el deseo de alabanza lo hace ponerse en peligro; y así en las artes y las letras es lo mismo” [p. 2].

“...y todo va de esta manera, que confesando yo no ser más santo que mis vecinos desta nonada que en este grosero estilo escribo, no me pesara que hayan parte y se huelguen con ello todos los que en ella algún gusto hallaren y vean que vive un hombre con tantas fortunas, peligros y adversidades” [p. 2-3]

“Y pues vuestra merced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso pareciome no tomarlo por el medio sino del principio, porque se tenga entera noticia de mi persona, Y TAMBIÉN PORQUE CONSIDEREN LOS QUE HEREDARON NOBLES ESTADOS CUÁN POCO SE LES DEBE, PUES FORTUNA FUE CON ELLOS PARCIAL Y CUÁNTO MÁS HICIERON LOS QUE SIÉNDOLES CONTRARIA CON FUERZA Y MAÑA REMANDO SALIERON A BUEN PUERTO” [p. 3]. Estas palabras en mayúsculas me resultan conmovedoras: no todos los seres humanos tienen la misma suerte al nacer, pues unos nacen entre algodones y otros en la mayor de las miserias; aquellos no tienen nada que hacer para vivir y estos tienen que luchar duro para sobrevivir, ¡QUÉ GRAN INJUSTICIA!


En el TRATADO PRIMERO: Cuenta Lázaro su vida y cuyo hijo fue [p. 4], me sigue estremeciendo cuando Lázaro trata de reivindicar a su padre, cuya honra estaba en entredicho por ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían: “En este tiempo se hizo cierta armada contra moros, entre los cuales fue mi padre que a la sazón estaba desterrado por el desastre ya dicho: con cargo de acemilero de un caballero que allá fue, y con su señor como leal criado feneció su vida” [p. 5].

“... como el niño veía a mi madre y a mí blancos y a él no, huía de él con miedo para mi madre, y señalando con el dedo decía: madre coco. Respondió él riendo hideputa. Yo aunque bien muchacho noté aquella palabra de mi hermanico y dije entre mí: cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí  mismos” [p. 6].

“No nos maravillemos de un clérigo, ni de un fraile porque el uno hurta de los pobres y el otro de casa para sus devotas y para ayuda de otro tanto: cuando a un pobre esclavo el amor lo animaba a esto” [se refiere a Zaide el negro, p. 7].

“... ni al lastimado Zaide en la suya acogiese: por no echar la soga tras el caldero” [p. 8].

“En este tiempo vino a posar  al mesón un ciego, el cual pareciéndole que yo sería para adestralle, me pidió a mi madre y ella me encomendó a él, diciéndole cómo era hijo de un buen hombre, el cual por ensalzar la fe había muerto en la de los Gelves y que ella confiaba en Dios que no saldría peor hombre que  mi padre y que le rogaba que me tratase bien y mirase por mí, pues era huérfano” [p. 8-9].

“Y cuando nos vimos de partir, yo fui a ver a mi madre y ambos llorando me dio su bendición y dijo: hijo, ya sé que no te veré más procura de ser bueno y Dios te guíe, criado te he y con buen amo te he puesto válete por ti, y así me fui para mi amo que esperándome estaba” [p. 9].

“Lázaro, llega el oído a este toro y oirás gran ruido dentro de él. Yo simplemente llegué creyendo ser así y, como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la  mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro que más de tres días me duró el dolor de la cornada y díjome: necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo. Pareciome que en aquel instante desperté de la simpleza en que como niño dormido estaba  y dije para mí: verdad dice este que me cumple avivar el ojo y avisar pues solo soy y pensar cómo me sepa valer” [p. 10].

“Yo oro ni plata no te lo puedo dar, mas avisos para vivir muchos te mostraré” [p. 10].                

“Huelgo de contar a vuestra merced estas niñerías para mostrar cuánta virtud sea saber los hombres subir siendo bajos y dejarse bajar siendo altos: cuanto vicio” [p. 11].

“Vuestra merced sepa que desde que Dios crió el mundo ninguno formó más astuto ni sagaz: en su oficio era un águila [el ciego] [...] y ganaba más en un mes que cien ciegos en un año” [p. 11-12].

“holgábame a mí de quebrar un ojo por quebrar dos al que ninguno tenía” [p. 20].

“Cuando salimos de Salamanca  su motivo fue venir a tierra de Toledo, porque decía ser la gente más rica,  aunque no muy limosnera, arrímase a este refrán: mas da el duro que el desnudo” [p. 20-21].

“... y póngome detrás del poste como quien espera tope de toro y díjele: Sus, salta todolo que podáis, porque deis de este cabo del agua. Aún apenas lo había acabado de decir  cuando se abalanza el pobre ciego como cabrón y de toda fuerza arremete tomando un paso atrás de la corrida para hacer mayor salto y da con la cabeza en el poste que sonó tan recio como si diera como una gran calabaza y cayó luego para atrás medio muerto y hendida la cabeza. Cómo y oliste la longaniza y no el poste; olé, olé, le dije yo. [...] No supe más lo que Dios de él hizo, ni curé de saberlo” [p. 31-32].


En el TRATADO SEGUNDO: De cómo Lázaro se asentó con un clérigo y de las cosas que con él pasó [p. 32]: “... me preguntó si sabía ayudar a  misa, yo dije que sí porque era verdad que, aunque maltratado, mil cosas buenas me enseñó el pecador del ciego, y una de ellas fue esta” [p. 33]. Es un episodio muy duro donde Lázaro tiene que aguzar su ingenio para no morir de hambre.

“Escapé del trueno y di en el relámpago, porque era el ciego para con este un Alejandro Magno [...] que toda la lacería del mundo estaba encerrada en este [el clérigo de Maqueda], no sé si de su cosecha era, o lo había anexado con el hábito de clerecía” [p. 33]

“Él tenía un arcaz viejo, y cerrado con su llave, la cual traía  atada con un agujeta [correa o cinta con un herrete en cada punta que sirve para atar los calzones, jubones y otras prendas] del paletoque [capotillo de dos haldas como escapulario, largo hasta las rodillas y sin mangas], y enviniendo [?] el bodigo [panecillo hecho de la flor de la harina, que se suele llevar a la iglesia como ofrenda]de la iglesia, por su mano era allí lanzado y tornada a cerrar el arca” [p. 33].

“... y dábame todos los huesos roídos, y dábamelos en el plato diciendo: Toma, come, triunfa que para ti es el mundo, mejor vida tienes que el Papa” [p. 35].

“... no era yo señor de asirle una blanca todo el tiempo que con él viví, o por mejor decir morí [...] Y por ocultar su mezquindad decíame: Mira mozo los sacerdotes han de ser muy teplados en su comer y beber, y por esto yo no me desmando como otros. Mas el lacerado mentía  falsamente, porque en cofradías y mortuorios que rezamos, a costa ajena comía como lobo y bebía más que un saludador” [p. 37]

“Y otro día saliendo de casa abro mi paraíso panal, y tomo entre las manos y dientes un bodigo, y en dos credos lo hice invisible” [p. 41]

“Nuevas malas te dé Dios (dije yo entre mí) pareciome con lo que dijo pasarme el corazón con saeta de montero, y comenzome el estómago a escarbar de hambre, viéndose puesto en la dieta pasada” [p. 42-43].

“...pusímonos a comer y quiso Dios que aun en esto me fue bien que me cupo más pan que la lacería que me solía dar, porque rayó con un cuchillo todo lo que pensó ser ratonado diciendo cómete eso que el ratón cosa limpia es ” [p. 45]

“Yo tuve miedo que con aquellas diligencias no me topase con la llave que debajo de las pajas tenía y paresciome lo más seguro meterla de noche en la boca, porque ya desde que viví con el ciego la tenía tan hecha bolsa que me aconteció tener en ella doce o quince maravedíes todo en medias blancas sin que me estorvase el comer” [p. 54]

“Quisieron mis hados (o por mejor decir) mis pecados que una noche que estaba durmiendo la llave se me puso en la boca, que abierta debía tener de tal manera y postura que el aire y resoplo que yo durmiendo echaba, salía por lo hueco de la llave (que de cañuto era) y silbaba (según mi desastre quiso) muy recio que de tal manera que el sobresaltado de mi amo lo oyó y creyó sin duda ser el silbo de la culebra y cierto lo debía parecer levantose muy despacio con su garrote en la mano y al tiento y sonido de la culebra se llegó a mí con mucha quietud por no ser sentido de la culebra y, como cerca se vio, pensó que allí en las pajas, donde yo estaba echado al calor mío se había venido, levantando bien el palo pensando tenerla debajo y darle tal garrotazo que la matase, con toda su fuerza me descargó en la cabeza tan gran golpe que sin ningún sentido y muy mal descalabrado me dejó” [p. ]

“Luego otro día que estaba levantado, el señor mi amo me tomó por la mano y me sacó fuera de la puerta y puesto en la calle me dijo Lázaro de hoy más eres tuyo y no mío, busca amo y vete con Dios que yo no quiero en mi compañía tan diligente servidor, no es posible si no que hayas sido mozo de ciego y, santiguándose de mí como si yo estuviera endemoniado, se torna a meter en la casa y cierra la puerta” [p. 58].


En el TRATADO TERCERO: De cómo Lázaro se asentó con un escudero y de lo que le acaeció con él [p. 59]. Lázaro apenas consigue unos mendrugos de pan para saciar su hambre y, el colmo de los colmos, lo tiene que compartir con un escudero que está más hambriento que él:

“Señor, mozo soy que no me fatigo mucho por comer, bendito Dios; de esto me podré yo alabar entre todos mis iguales por mejor garganta y así fui yo loado de ella hasta hoy día de los amos que yo he tenido. Virtud es esa dijo él, por eso te querré yo más, porque el hartar es de los puercos y el comer reglamentadamente es de los hombres de bien” [p. 65].

“Señor, de mí dije yo, ninguna pena tenga vuestra merced que bien sé pasar una noche y aún más si es menester. Sin comer vivirás más y más sano, me respondió, porque como decíamos hoy no hay tal cosa en el mundo para vivir mucho que comer poco. Si por esa vía es, dije entre mí, nunca yo moriré que siempre he guardado esa regla por fuerza, y aun espero en mi desdicha tenerla toda mi vida” [p.69].

“[...] y poniendo la mano derecha en el costado salió por la puerta diciendo. Lázaro mira por la casa en tanto que voy a oír misa y haz la cama y ve por la vasija de agua al río que aquí abajo está y cierra la puerta con llave no nos hurten algo y ponla aquí al quicio, porque si yo viniere en tanto pudiera entrar. Y súbese por la calle arriba con tan gentil semblante y continente que quien no le conociera pensara ser muy cercano pariente al conde Alarcos, o al menos camarero que le daba de vestir, bendito seáis vos Señor” [p. 71]

“Señor, y cuantos de aquestos debéis tener por el mundo derramados que padecen por la negra que llaman honra: lo que por vos no sufrirán. Así estaba yo a la puerta mirando y considerando estas cosas hasta que el señor mi amo traspuso la larga y angosta calle” [p. 72-73].

“[...] y tomo el jarro y doy conmigo en el río, donde en una huerta vi a mi amo en gran recuesta con dos rebozadas mujeres, al parecer de las que en aquel lugar no hacen falta, antes muchas tienen por estilo de irse las mañanicas del verano a refrescar y almorzar sin llevar qué por aquellas frescas ribera con la confianza de que no ha de faltar quién se lo dé según las tienen puestas en esta costumbre aquellos hidalgos del lugar. Y como digo él estaba entre ellas hecho un macías, diciéndoles más dulzuras que Ovidio escribió. Pero como sintieron de él que estaba bien enternecido no se les hizo de vergüenza pedirle de almorzar con el acostumbrado pago. Él sintiéndose tan frío de bolsa cuanto caliente del estómago tomole tal escalofrío que le robó la color del gesto y comenzó a turbarse en la plática y a poner excusas no válidas; ellas que debían ser bien instruidas, como le sintieron la enfermedad dejáronle para el que era” [p. 73-74].

 “Aquí viera quien verlo pudiera la abstinencia de mi casa y la tristeza y silencio de sus moradores, tanto que sucedió estar dos o tres días sin comer bocado ni hablar palabra. A mí me dieron la vida unas mujercillas hilanderas de algodón que hacían bonetes y vivían junto a nosotros, con las cuales yo tuve vecindad y conocimiento, que de los recados que les hacía me daban alguna cosilla, con la cual me arreglaba y no tenía tanta lástima de mí como del lastimado de mi amo, que en ocho días no comió bocado; al menos en casa bien estuvimos sin comer, no sé yo cómo o dónde andaba y qué comía. Y verlo venir a mediodía la calle abajo con estirado cuerpo más largo que galgo de buena casta y, por lo que tocaba a su negra que dicen honra, tomaba una paja de las que aun assaz no había en casa y salía a la puerta, escarbando los que nada entre sí tenían” [p. 83-84].

“Eres muchacho, me respondió y no sientes las cosas de la honra en que el día de hoy está todo el caudal de los hombres de bien, pues te hago saber que yo soy como ves un escudero, más voto a Dios si al conde topo en la calle y no me quita muy bien quitado del todo el bonete que otra vez que venga me sepa yo entrar en una casa fingiendo en ella algún negocio o atravesar a otra calle si la hay antes de que llegue a mí por no quitárselo, que un hidalgo no debe a otro que a Dios y al Rey nada, ni es justo siendo hombre de bien se descuide un punto de tener en mucho su persona” [p. 90-91].


En el TRATADO CUARTO: “De cómo Lázaro se asentó con un fraile de la Merced y de lo acaeció con él” [p. 101]. Es una crítica sutil contra este representante de la Iglesia, que hacía lo contrario que el dictado de Cristo:

“Este me dio los primeros zapatos que rompí en mi vida, mas no me duraron ocho días ni yo pude con su trote durar más. Y por esto y por otras cosillas que no digo salí de él” [p. 101].


En el TRATADO QUINTO: De cómo Lázaro se asentó con un buldero y de las cosas que con él pasó [p. 102]. Otra vez la crítica a una actividad eclesial, la venta de bulas falsas:

“El señor mi amo le perdonó y fueron hechas las amistades entre ellos y a tomar la bula hubo tanta prisa que casi ánima viviente en el lugar no quedó sin ella, marido, mujer e hijos e hijas, mozos y mozas. Divulgose la nueva de lo acaecido por los lugares comarcanos y cuando a ellos llegábamos no era menester sermón ni ir a la iglesia, que a la posada la venían a tomar como si fueran peras que se dieran de balde. De manera que en diez o doce lugares de aquellos alrededores donde fuimos, echó el señor mi amo otras tantas mil bulas sin predicar sermón. […]. Conocí cómo había sido industriado por el industrioso e inventivo de mi amo y, aunque muchacho, callome mucho en gracia, y dije entre mí: Cuántas de estas deben de hacer estos burladores entre la inocente gente” [115].


En el TRATADO SEXTO: De cómo Lázaro se asentó con un capellán y lo que con él pasó [p. 116]. Este oficio le permitió por primera vez en su vida disponer de dinero para cambiar sus harapos y comer todos los días, que en aquella época no era poco:

“Después de esto asenté con un maestro de pintar panderos para molerle los colores y también sufrí mil males. […]. Un día en la iglesia mayor un capellán de ella me recibió por suyo y puso en mi poder un buen asno, cuatro cántaros y un azote y comencé a echar agua por la ciudad. Este fue el primer escalón que yo subí para venir a alcanzar buena vida. […] Me fue tan bien en el oficio que al cabo de cuatro años que lo usé con poner en la ganancia buen recaudo ahorré para vestirme muy honradamente de la ropa vieja […]. Desde que me vi en hábito de hombre de bien. Dije a mi amo se tomase su asno que no quería más seguir aquel oficio” [p. 117].



En el TRATADO SÉPTIMO: De cómo Lázaro se asentó con un alguacil y de lo acaesció con él [p. 118]. Lázaro, buscando un oficio con el que mantenerse, advierte enseguida que se ha equivocado al elegir ser ayudante de un alguacil y rectifica a tiempo abandonando esta actividad tan peligrosa. Finalmente forma una familia, pero le llegan rumores sobre que su mujer lo engaña con un arcipreste.
Pero después de tantas penalidades ahora que había conseguido asentarse, Lázaro decide no hacer caso de esos rumores que corren por Toledo y ahí, en la ficción, aún lo tenemos recorriendo sus calles pregonando vinos y a los reos de la justicia:

“Despedido del capellán asenté por hombre de justicia con un alguacil, mas muy poco viví con él por parecerme oficio peligroso; mayormente que una noche nos corrieron a mí y a mi amo a pedradas y a palos unos retraídos, y a mi amo que esperó trataron mal, mas a mí no me alcanzaron, con esto renegué del trato” [p. 118-119]

“En este tiempo viendo mi habilidad y buen vivir teniendo noticia de mi persona, el señor arcipreste de San Salvador, mi señor, y servidor y amigo de vuestra merced, porque le pregonaba sus vinos, procuró casarme con una criada suya, y visto por mí que de tal persona no podía venir sino bien y favor, acordé hacerlo  y así me casé con ella y hasta ahora no estoy arrepentido” [p. 120]

“…mas malas lenguas que nunca faltaron ni faltarán no nos dejan vivir diciendo no sé qué y sí se qué cuando ven a mi mujer irle a hacer la cama y hacerle de comer […] mi señor me ha prometido lo que pienso cumplirá […]: Lázaro de Tormes, quien ha de mirar a dichos de malas lenguas nunca medrará; digo esto porque no me maravillaría que alguno viendo entrar en mi casa a tu mujer y salir de ella. Ella entra muy a tu honra y suya, y esto te lo prometo. Por tanto no mires a lo que pueden decir, sino a lo que te toca, digo a tu provecho” [p. 121]

“Mira, si sois mi amigo no me digáis cosa que me pese, que no tengo por mi amigo al que me hace pesar, mayormente si me quieren meter mal con mi mujer, que es la cosa del mundo que yo más quiero, y la amo más que a mí” [p. 123]

“Esto fue el mismo año que nuestro victorioso emperador en esta insigne ciudad de Toledo entró y tuvo cortes, y se hicieron grandes regocijos y fiestas, como vuestra merced habrá oído. Pues en este tiempo estaba en mi prosperidad y en la cumbre de toda buena fortuna” [p. 124]

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CINCO LIBROS PARA LEER EN VERANO

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TIEMPOS RECIOS  de Mario Vargas Llosa

(Barcelona, Penguin Random House, 2019)

No me voy a parar en contar el contenido de la novela, que es más bien un reportaje periodístico sobre lo que sucedió en Guatemala cuando el político Jacobo Árbenz quiso crear una sociedad parecida a la americana. Y, para conseguirlo, lo primero que decidió fue suprimir el desequilibrio social entregando a los campesinos tierras improductivas. Pero la Unite Fruit, que controlaba las tierras productivas de toda Hispanoámerica y no pagaba impuestos en ninguna parte, vio que esa decisión la podía perjudicar de alguna manera. Ante esto, en colaboración con la Cía y una campaña publicitaria arrasadora, consigue que Árbenz sea conceptuado como un comunista y, como tal, sufre una campaña de desprestigio que lleva al fracaso su humanitario proyecto, a pesar de la sinceridad con que se entrega a él.

Vargas Llosa con Tiempos recios descubre el vergonzoso manejo de Estados Unidos en Hispanoamérica, que no para ante nada (dinero, armas, bombardeos, desplazamientos de masas humanas) y rige a su antojo el destino de sus habitantes, la mayor parte sumidos en la miseria más atroz. Y además lo hace de la manera más brutal alentando magnicidios, asesinatos, hambrunas, persecuciones, de tal manera que aún hoy es una pena pensar en la triste situación de aquellos países hermanos a los que seguramente les hubiera resultado más rentable humana y económica que no se hubieran desvinculado de España, a la que, por algo será, sigue llamando la madre patria.

No obstante, el valor de Tiempos recioses cómo cuenta lo citado Vargas Llosa. Da gusto leer el libro, aunque no resulta fácil seguir sin liarse el hilo de la cantidad de personajes, nombres y situaciones que aparecen en esta obra, donde una vez más Vargas Llosa muestra sus extraordinarias dotes de cronista y narrador que lleva al recuerdo de otros de sus libros insignes como La guerra del fin del mundo y Pantaleón y las visitadoras, dos obras de arte de la Literatura universal.


RECORDAD PEARL HARBOR de Manu Leguineche


(Madrid, Temas de hoy, 2001)

Es un libro con cuya lectura me las prometía muy felices y luego me ha decepcionado, porque el autor, Manu Leguineche, era uno de los reporteros de la época dorada del periodismo de reportajes, que encabezó De la Cuadra Salcedo, pero su lectura me ha producido la sensación de estar hecho como un telegrama, a base de frases cortas, que parecían obstaculizar la lectura. Sin avance aparente, como si las oraciones estuvieran recortadas y pegadas sin emoción, a pesar de ser un tema cadente por la puñalada a traición que supuso el ataque a Pearl Harbor sin previa declaración de guerra.

Y luego el resultado fue como siempre: los millones de muertos inocentes, la destrucción, la desolación y el dolor que produjo no fue castigado como se merecía y el máximo responsable de este magnicidio, el emperador Hirohito, no solo no fue juzgado por crímenes de guerra sino que tampoco fue destituido, porque EE.UU. consideró que les servía como muro de contención del comunismo. Otro caso de ¡vivir para ver! ¡Una vergüenza!


FUSILES Y CLAVELES  de Diego Carcedo 

(Madrid, Temas de hoy, 1999)

Es un libro interesante, escrito por Diego Carcedo, uno de los mejores corresponsales que tuvo TVE en la época dorada del reportaje, con Manu Leguineche, De la Cuadra Salcedo, el capitán, y otros. En aquellos tiempos, aunque estos arriesgados e intrépidos reporteros apenas disponían de medios, nada era obstáculo para ellos ya se tratara de entrevistar al más sanguinario señor de la guerra o de probar un brebaje alucinógeno preparado por los indios yanomamis del Amazonas.
Carcedo, corresponsal en Lisboa cuando se produce la revolución de 25 de abril del año 1974, describe con precisión las causas del descontento, sobre todo de una oficialidad de tenientes, capitanes y mayores, por la guerra en las colonias y los bajos sueldos de los militares, que a duras penas conseguían llegar a final de mes. Cómo surge la unión entre estos oficiales, cómo preparan el golpe de estado y cómo lo llevan a cabo y, sin más vuelven a sus cuarteles, mientras se forma una Junta de Salvación Nacional con militares de alta graduación, algunos de los cuales no habían sido partidarios de la revolución como el presidente, general Spínola, que lo declaró abiertamente, cuando le propusieron la presidencia de la Junta.

Y todo, curiosamente, queda más o menos como estaba, pues la policía política no es disuelta y Marcelo Caetano, el dictador derrocado, es el que induce al general Spínola a que acepte presidir la Junta... Además los oficiales que dieron la cara terminaron en el ostracismo, pues nadie les hizo caso ni les agradeció su decidida acción en favor de la democracia en Portugal.


LA GUERRA DE ESPARTACO  de Barry Strauss

(Barcelona, Edhasa, 2010)

Es un libro curioso, pues no asegura nada. El autor advierte que todo está basado en suposiciones y en los escasos datos históricos, que se conservan de algunos historiadores latinos que, además, no son coetáneos de la rebelión de los esclavos dirigida por Espartaco.

Básicamente es lo que cuenta la película Espartacocon Kirk Douglas de protagonista: los gladiadores de Capua se rebelan por el desprecio humano a que son sometidos y se fugan unas docenas. La noticia se difunde por toda Italia y se unen a ellos de 40.000 a 60.000 esclavos, entre los que hay también algunos hombres libres. Vencen en varios enfrentamientos militares, mientras buscan una escapatoria a través de los Alpes, pero quizás les resultan infranqueables; vuelven al sur con el fin de pasar a Sicilia, pero son traicionados por los piratas a los que habían pagado, quizás sobornados por Verres, el gobernador romano de aquella provincia, y ellos por sí mismos no consiguen pasar con almadias el estrecho de Mesina que solo tiene en su parte más estrecha unos kilómetros. Vuelven hacia el norte otra vez, quizás pensando que es su única salida, pero son interceptados por Craso y su ejército, que los vencen.

Espartaco, que había demostrado mucho valor y grandes dotes de mando, muere en la batalla y no se localiza su cuerpo quizá desfigurado por las heridas que debió recibir, porque el autor del libro piensa que se batió con valentía y vendió cara su vida.

No obstante, Barry Strauss concluye advirtiendo que todos los romanos implicados murieron después de una forma violenta como Craso o Cicerón y que únicamente Espartaco perdura en el imaginario colectivo y su nombre ha pervivido a lo largo de los siglos, mientras los demás han sido olvidados.


POSTALES DE LA MEMORIA de Antonio Vélez

(Badajoz, Tecnigraf / Voz Emerita, 2010)

Es un libro entrañable, como Reloj de arenade Rufino Félix, que contiene nostálgicos recuerdos de la infancia, la adolescencia y la juventud en Mérida, la ciudad natal del autor, Antonio Vélez. Las comidas de la época, los juegos de niños, las correrías por las afueras, la chaquetía, el duro trabajo de los burros areneros, las aficiones como la pesca y el fútbol, la feria, el ligoteo, el modo y los lugares de diversión, las costumbres… son contadas con un tono melancólico y sensible, motivado por la concepción vital del autor para el cual la infancia es la verdadera patria.

También aprovecha Vélez, alcalde de Mérida de 1981 a 1995, para aclarar ciertos hechos de los que ha sido testigo directo como la construcción del Museo de Arte Romano o destacar el aprecio por Mérida de Rafael Alberti, Camilo José Cela, Mercero o Terenci Moix, a  los que trató estrechamente en sus visitas a Mérida.

Todo esto y más lo expone en 72 artículos de tres páginas, titulados “Aquellos maravillosos cines de nuestra infancia”, “Playa de Educación y Descanso”, “La calle del puente”, “Mi vieja escuela” o “Las pandillas y el tonteo”. Todos ayudan a reconstruir la historia de Mérida, pues Vélez menciona hechos, noticias y circunstancias que no suelen aparecer en otros medios y, además, los expone con una pasión emotiva que imprime a su libro no solo un valor histórico sino más bien emocional.

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TIEMPOS CONVULSOS de Ana Castillo Moreno

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(Madrid, HOAC, 2020)

La novela sin paliativos es excelente y Ana Mª Castillo, su autora, debe sentirse satisfecha de su composición, aparte de su escritura, pues Tiempos convulsos no se trata exclusivamente de una narración sino de una histórica recreación de los movimientos obreros en el País Vasco y el surgimiento de Eta en la etapa final del franquismo.

No obstante, Tiempos convulsos no es un libro de Historia, pues sus referencias a sucesos reales Ana Mª Castillo las va engarzando perfectamente con la trama novelesca y lo ha hecho, nada más y nada menos, que a lo largo de 500 páginas. Un mérito que deberían tener en cuenta autores actuales en candelero, que pierden el control de su relato en cuanto alcanzan un par de ciento de páginas y, sin embargo, la alargan varios cientos más para justificar las medidas y el precio de un best seller insulso. Sin embargo, a la autora de Tiempos convulsosno le ha ocurrido esto, pues mantiene la tensión narrativa sin forzar en ningún momento el discurrir de su relato de principio a fin, a pesar de su largo recorrido y, además, lo hace con la naturalidad de quien no quiere forzar en ningún momento ese equilibrio.

Y lo curioso es que quien conoce la trayectoria literaria de Ana Mª Castillo sabe que esta novela no tiene precedente en su obra literaria, que es al 100 % lírica y, lógicamente, llama poderosamente la atención que haya escrito un relato tan maduro y, además, de carácter divulgativo para todos aquellos lectores que quieran conocer el ambiente obrero, que ella justamente describe. Tiempos convulsos también debe interesar necesariamente a los alumnos de las Facultades de Ciencias Políticas, miembros de Sindicatos, historiadores e investigadores, que se sientan atraídos por el surgimiento y la evolución de los movimientos obreros  cristianos, socialistas, comunistas, nacionalistas e independentistas (HOAC, JOC/F, JEC, UGT, CC.OO., ELA, ETA) en el País Vasco.

Tiempos convulsos es un libro imprescindible para conocer lo que sucedió en aquella zona del norte de España, porque normalmente los libros que tratan el tema vasco suelen ser una mezcla de sesudos comentarios políticos, detallados informes económicos y artificiosos estudios sociológicos, que terminan enredados en su propio laberinto de ideas, cifras y gráficos para, al final intentando ser exhaustivos, acaban sin concretar nada y pocos logran extraer de la maraña en que se enredan la esencia de lo que realmente sucedió.

Sin embargo a Ana Mª Castillo no le sucede eso, porque se ha ubicado desde el principio al final en el nivel intrahistórico, es decir, dentro de la historia cotidiana de la gente común, que es la que hace la Historia y en donde suceden los hechos que la configuran. De ahí que el suyo sea un enfoque inteligente, porque tiene la ventaja de que quien escribe está en contacto permanente con las posiciones, pensamientos y actuaciones de las personas de la calle, sus protagonistas (Vicente y Antonia, Eugenia y Joaquín, Juan y Mari, Pepi y Antonio, don Ricardo, don Jesús, obreros, sacerdotes, guardias civiles…). Y esa privilegiada situación que ocupa entre la gente normal le permite distinguir a la gran mayoría que aboga por llevar una vida basada en la honradez, el trabajo, la paz e, incluso, la lucha obrera sin violencia, de algunos que derivan hacia el tiro en la nuca, primero justificándose en la dictadura y después escudándose en la libertad.

El resultado es que mientras existe el dictador todos en el entorno de la novela están unidos, pero después de su muerte unos desconfían de los otros; antes reinaba el ordeno y mando, y ahora sucede algo peor: mandan las pistolas. El resultado es que la búsqueda de la libertad los ha arrastrado a perder el norte y a dejar expedito el camino a los violentos... De ahí que quizás la conclusión del libro se resuma en esta frase lapidaria: El único camino para la convivencia es el entendimiento y la paz.

Y lo más sorprendente es que Ana Mª Castillo expone la amalgama de ideologías citadas sin decantarse por ninguna mostrando un exquisito equilibrio a la hora de respetar todas sin dejar de marcar sus salidas de tono y sus derivas extremas. Así el conjunto narrativo se caracteriza por la armonía expositiva sin tapujos, exabruptos ni acaloramientos innecesarios, pues de esa exposición meridiana se deduce la excelente tarea de cronista, que la autora de Tiempos convulso ha desempeñado.
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MERIDA LABORIOSA (1960-1970). Tomo I

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(Mérida, Emerita Nova, 2020)

Mérida Laboriosa (1960-1970) es el segundo libro de mi trilogía Mérida, ayer Augusta Emerita.

Se trata de un libro de recuerdos de Mérida, que tiene como fondo el ambiente creado por la actividad de las industrias, los negocios y el comercio emeritense durante esta década cuando a Mérida se la puede calificar de “laboriosa” por el dinamismo de su tejido empresarial, cuyo origen se encuentra en el impulso, que experimenta la ciudad, cuando en los años 50 se erige en referencia del Plan Badajoz a nivel nacional.

Entonces el ritmo vital de Mérida lo marca el sonido característico de las sirenas que, a horas punta, indican la entrada y la salida de los trabajadores de las empresas que ocupan su suelo con industrias de alta producción, cuya actividad comercial propicia la apertura de tiendas de ropa, bares, restaurantes, alojamientos, joyerías, estudios de fotografía, tiendas de muebles, empresas de construcción…, que no solo transforman el sector comercial sino también elevan el nivel social, económico y cultural de la población emeritense.

Mérida Laboriosa (1960-1970), además, trata otros aspectos del ambiente de la ciudad, que envuelven la actividad empresarial, como la educación, la cultura, los deportes o las diversiones. De tal manera que, aunque el libro no es un estudio exhaustivo cuyo objetivo sea agotar el tema, su contenido ofrece una amplia visión de Mérida en aquella década laboriosa.

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