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EQUILIBRIOS DE ANTONIO RESECO

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(Madrid, El sastre de Apollinaire, 2021)

Equilibrios es un título, cuyo significado lo aclara el poeta en el poema del mismo título (27), donde concibe que la vida es una forma de equilibrar contrarios, quizás para su consuelo: “Si flotan la belleza y la magia, / flotan también la miseria y el olvido”. 

Y es que en este poemario, el poeta se desnuda ante el lector, crudamente, sin ocultar con figuras retóricas su desencantado talante, en poemas como "Derivaciones" (“Cuando, ya vencido / por la fatiga de la jornada, / decides pasar página / y buscar el descanso necesario”, 39), donde se presenta como una persona que viene de vuelta de muchas cosas, se siente ya mayor, cuando aún es joven, y no lo reconoce, pues prefiere descargar esa responsabilidad en la visión negativa que, supuestamente, tienen los jóvenes de sus 45 años. 

En realidad, lo que sucede es que se siente incómodo al notar que se ha aburguesado y lleva una vida sedentaria de pequeños (grandes) placeres emocionales ("La vida es llevadera / cuando te levantas / un sábado cualquiera / y me miras, con un café preparado, / y simplemente sonríes”, 25) en un sitio concreto: su casa, que es el centro y eje de su mundo: “[Mi hogar… es un libro… el desorden de los niños… el olor a café… la calma, la música…] Solo en un lugar como este podría / prescindir de las respuestas, dormir tranquilo” (24). 

De ahí que en ese dulce estado anhele una sosegada y amplia existencia con un plácido final: “Una vida / larga que pasará / como escena de teatro. / […] / y la muerte, que sea leve / y no se repita” (17). Aunque reconoce que hoy se vive mejor, pero en medio de una preocupante irreflexión general: “Mira nuestro mundo. / Somos rico de otra manera / pero no hay forma de volver / a meditar las confesiones / que nos hicieron humanos” (40). 

Quizás esa lasa actitud se deba a que el poeta ha percibido que no merece la pena obsesionarse con la búsqueda de honores sino vivir una existencia sin ambiciones como propugna el hinduismo: quien no desea, no siente frustración ni fracaso: “Esta debería ser la forma / de la felicidad, abandonado / de necesidades” (13). 

Pero en ese estado de comodidad, que debía satisfacer al poeta, existe un escollo insalvable: la preocupante fragilidad del ser humano (incluso de los más afamados) ante el ineludible paso del tiempo (“El tiempo, avaro, esmalta con plomo / cada pequeña acción”, 30). Ante esta certeza, la evasión que se suele encontrar es el autoengaño (“inventaremos una puerta de sosiego y aire limpio / que nos invite […] a creer, […] haber vivido feliz, intensamente”, 35) o en actitudes cotidianas irresponsables (28) o en el ejercicio de la violencia, incluso en nombre de la religión (29). 

Esta concepción desencantada lleva al poeta a sentirse abatido y a desmitificar verdades intocables (en tiempos más jóvenes) como la supremacía de la sabiduría oriental que "roza / el espejo de la inmortalidad / pero no logra conseguirla" (48) o la poesía underground, que en un principio parecía ser un medio para cambiar el mundo y ha resultado que las revoluciones las siguen propiciando los postulados burgueses.

Tales percepciones vienen apuntaladas, además, por sutiles ironías que salpican los versos del poemario: “No sabes la ilusión que me hace / verte, veros, descubriendo el mundo / como uno niños entrados en años” (11). Otras veces el sarcasmo tiene forma de dura crítica contra la destrucción de la naturaleza como el caso de las ballenas varadas en cualquier playa, quizás porque, apunta amargamente el poeta, han tomado la decisión de “no compartir nuestro derrotero” (14). O son ingeniosas ocurrencias como la del perro en el póster (45) o el tecleo molesto de la máquina de escribir (49), que presenta de un modo despistante para concluir en un cierre sorpresivo. 

Finalmente, al paso del tiempo, la desaparición de los mitos, los días anodinos, los deseos insatisfechos... el poeta le antepone el estoicismo para, poco después, reconocer que no es la solución: "Paso a paso se desanda la ilusión / pero se adquiere la sabiduría del náufrago" (56); la sabiduría no evita el naufragio final del ser humano.

asalgueroc


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