(Valencia, Pre-textos, 2019)
“Ahora” es un título significativo a pesar de estar constituido por una escueta palabra, contundente y definitiva, que indica la certeza del poeta de situarse en el estricto presente y de su anhelo de manifestar lo que ahora le importa exclusivamente: vivirlo, íntegra, gozosa y conscientemente. No obstante, advierte que lo va a compaginar con el dulce veneno de la actividad poética, a pesar de considerar al poema “lirio y dolor a un tiempo” (original sinestesia, 32) en un ámbito melancólico como la “voz de Pessoa” (“lo que juntó mi voz medrosa al blues / que tuvo como conquista / una tristeza feliz”, 34).
Y además seguirá sin obviar los buenos momentos del tiempo vivido (“Aún arde esa calor / refugiada en lo íntimo, / sin olvidarme ahora / de vivir el presente día a día”), el placer estético que siente ante la lectura de un verso pleno (“Respirar un verso es como una sonrisa”, 47) y el estado amoroso en que aborda la escritura ("Nadie debe saber / que todo lo que escribo / es por amor", 63).
Y además seguirá sin obviar los buenos momentos del tiempo vivido (“Aún arde esa calor / refugiada en lo íntimo, / sin olvidarme ahora / de vivir el presente día a día”), el placer estético que siente ante la lectura de un verso pleno (“Respirar un verso es como una sonrisa”, 47) y el estado amoroso en que aborda la escritura ("Nadie debe saber / que todo lo que escribo / es por amor", 63).
Feria, como además es profesor, inicia el prólogo poniendo en antecedentes al lector sobre la obra poética del vate de Fuente del Maestre porque, para leer un nuevo libro suyo y más para los que comienzan con Ahoraa conocerlo, resulta necesario estar al tanto de las virtudes de su poética, que Feria comenta con claridad meridiana en una eficaz síntesis, que repasa toda la extensa labor lírica de Zambrano: honda reflexión sobre la actividad poética, intranquilidad e inconformismo ante la caducidad y el misterio irresoluble de la existencia, búsqueda laboriosa de la palabra exacta y uso de asociaciones metafóricas insólitas como las citadas.
José Antonio Zambrano es un poeta para el que la palabra supone un elemento fundamental de su existencia, porque la búsqueda de su contenido esencial le imprime sentido a su día a día (“Solo quiero abrirme a las palabras / que van de un lado a otro / como una frontera por mis labios”, 39). Pero la palabra se le suele mostrar esquiva y no la consigue moldear en el poema sin un esfuerzo a veces tenso (“El peso de un poema / tiene el tamaño exacto de una obstinación. / La que provocan las palabras / cuando se abren al mundo”, 31) y otras veces doloroso (“su silencio puede ser irrespirable / como el camino oscuro / de una estrella”, 32).
La razón es que Zambrano concibe la escritura como un compromiso personal que lo lleva a eludir la superficialidad y a aportar al intelecto común reflexiones hondas para la clarificación de los enigmas de la existencia (“escribir es una deslealtad al mundo / si no enmarca lo escrito / una revelación”).
La razón es que Zambrano concibe la escritura como un compromiso personal que lo lleva a eludir la superficialidad y a aportar al intelecto común reflexiones hondas para la clarificación de los enigmas de la existencia (“escribir es una deslealtad al mundo / si no enmarca lo escrito / una revelación”).
Y también es debido a que el poeta fontanés experimenta la existencia como ser consciente (“No hay mayor juego que el de la vida”, 49) y la percibe, especialmente, en el ambiente sereno, silencioso y recogido de su casa, que es el que le resulta más propicio para la meditación (“Un día más / me muevo en la costumbre de estar solo / […] / en habitar siempre un mismo jardín”, 55 y 44). No obstante, se encuentra abierto al exterior, pues Zambrano aspira a que sus versos pervivan en los demás ("sería capaz de volver a nacer. / [...] / a las horas de un día / que nombren lo que digo)", 52).
No obstante, se ve obligado a bregar con la inestabilidad de las cosas (“La alegría / […] / se nubla / como la mirada de un niño / ante el juguete roto de su vida”, 60), con sus propias limitaciones (“dejemos este ir y volver / al lado mismo de no saber nada”, 37) y con su caducidad (“Aunque siempre guardo un sitio / a la decencia de tus ojos, / sin saber que este sitio fuera / el juego cauteloso / de un claro porvenir hacia la nada”, 71).
asalgueroc