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REENCUENTRO de Rufino Félix

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(Mérida, Gráficas Gaspar, 2019)

El título Reencuentrotiene un doble sentido y en ambos casos esuna denominación esperanzada, que contrasta con los desalentados titulares que Rufino Félix asignó a sus poemarios anteriores: Como un adiós de seda (2014), Y el alba no vendrá (2018) y La puerta del adiós (2018).

Reencuentro recoge en sus versos el deseo de trascendencia del poeta, que anhela volver a confluir con sus lectores a través de su palabra poética, como aclara en el Preludio, cuando solo sea espíritu  (“Cuando me llame la tierra / velad mi verso, que os dejo: / el legado por mi ausencia. // Y si un día el amanecer / con su claror me despierta, / volved de nuevo conmigo / a la emoción del poema”, 7).

Y, en este sentido, Reencuentro es la culminación del poemario anterior, La puerta de la adiós, donde, después de acentuar sus características personales (enternecedora nostalgia, fina sensualidad y excelente manejo del idioma) deja patente su anhelo de permanencia que, ahora, se convierte en el tema central de Reencuentro, intentando trascender el olvido que trae aparejado el salto al abismo, que supone para el poeta su irremediable extinción futura (“Pronto nada de él quedará, / porque lo habrá vencido / el tiempo, como a todo cuanto es / savia y sangre fluyente”, 26).

Y, como consecuencia, el poemario también es un reencuentro con los hechos de su pasado más acordes con su dulce nostalgia (“Quiero escuchar tu voz / generosa y paciente,  / como entonces. / Cuando tus albas manos, / tiernas, cariciadoras / me bendecían el día”, 24) y con la placentera sensualidad de su época de esplendor (“Cuando nos conocimos, / el lazo luminoso que unió nuestras miradas / fue el comienzo esplendente / de este amor verdadero, / que nuestros cuerpos jóvenes gozaron / como primicia del amanecer.”, 22).

Estos recuerdos favorables suscitan la emoción del poeta y lo llevan a un rearme anímico, estimulado por opiniones alentadoras (“Ya sé que me aconsejan: / sentir en plenitud las excitantes horas, / que exalte el goce de la primavera / nimbando la mirada, que busque mi ventura. / Y así lo haré.”, 43) que, como un mecanismo de defensa, colman su necesidad de exorcizar, por edad, la intranquilidad que le produce su incierto futuro (“¡Cuánto lastra mi ánimo la triste soledad / en estas calles muertas! // Regreso acongojado a la verdad del día”, 36).

Varios elementos refuerzan, además, el recompuesto almario de Rufino Félix en Reencuentros. Uno es el apoyo en la palabra, a la que considera un elemento esencial para seguir expresando sus tiernas nostalgias y su enraizado amor por la vida (“El don de la palabra / […] / Por ello, nuestros labios / mendigan cuando llegan / la desazón y el duelo; / se doran con las voces / que en el aire ardoroso / embridan la alegría”, 32). Otro soporte lo constituye la poesía, que “nos concede / altura en la mirada, emoción y concordia” (16), pues la concibe como un alimento básico e insustituible para afrontar la vida diaria (“Si llegase a faltar el pan de cada día, / […] / la esperanza se haría tenebrecida, / y sería la intemperie nuestra dueña”, 16). Otro elemento imprescindible para el poeta es el amor que lo conecta con la sensualidad sentida en sus años de plenitud (“Para seguir viviendo necesito / no solamente que se apiade el aire / con el mantenimiento del respiro, / […] / Preciso que mantengas a mi lado / ese limpio latido que a la vida / da el sueño de tu voz enamorada”, 19).

Y el otro apoyo sanador para Rufino Félix es el mar, que lo atrae no solo por la sensualidad que le sugiere sino también por su deseo de reposar finalmente en su seno (“Acógeme, iré cumplido / hasta tu profundidad. / Quiero ser pecio dormido, / en tus dominios soñar. // ¡Atiende mi ruego, mar!”, 34). Y es que Reencuentro, en definitiva,  acoge la conciencia de vivir resumida en dos palabras: placer y dolor.
asalgueroc


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