(Mérida, De la luna libros, Col. Lunas de Oriente, 2021)
En Lo que no será Antonio Reseco sigue ahondando en sus intranquilidades existenciales a través de sus densas y tensas narraciones, donde vuelve a mostrar (después de hacerlo en El conejo, la chistera y el mago sin memoria y El café portugués) su doble faceta de narrador y de pensador en continua elucubración, pues no se da descanso encadenando certezas, muchas veces preocupantes, sobre la frágil e inestable condición del ser humano. Esta patente imperfección Reseco la describe por medio de hondas reflexiones, que proceden de su aplicada atención a lo que sucede sobre este asunto en su cotidiana y consciente experiencia vital (“Tapicerías” trata las manías y absurdas discusiones de pareja, que no llevan a nada y, sin embargo, la hacen perder amor y tiempo, dos tesoros para quienes saben disfrutarlos).
En otros relatos aparece la inestabilidad de las relaciones humanas y, sobre todo, de la más emotiva, la amistad (“Confesiones” sorprendentemente pone en duda la existencia de ese, hasta ahora, fiel e inquebrantable sentimiento). Y también se manifiesta la inseguridad de la interacción humana más pasional, el amor, aunque en clave poética se asegure que este sublime estado supera a la muerte (“Concierto en la menor op. 129” advierte que la distancia física y temporal mata al amor. Y que una cosa es la vivencia idílica del amor y otra la convivencia diaria de la pareja –“Quién sabe cómo”–).
Más intranquilidades acogen los relatos de Lo que no será como la urgencia que tiene el ser humano de comunicarse, sobre todo para ahuyentar la soledad (“Sintagmas”); la sospecha de que el componente enigmático de los seres humanos a veces los sitúa más cerca del diablo que de los ángeles (“Criptofasia”); la necesidad de conservar puras la experiencias de juventud sin que las contaminen la monotonía de los años (“Lo que no será”) y las distintas perspectivas con que ven la realidad padres e hijos que, intentando establecer comunicación, se alejan mucho de una verdadera relación paterno-filial por no saber congeniar sus enfoques distintos (“Sueños y paternidades”).
Lo que no será es, por tanto, “Lo que nada será”, porque la comunicación y la relación humana son producto de una actividad complicada, el amor no dispone de fuerza suficiente para exorcizar el efecto negativo del tiempo y, en definitiva, todo es mutable y nada permanece, aunque, recordando a Heráclito, siempre parezca la misma agua.
En fin, jugosa lectura la de este conjunto de relatos, que exige al lector mantener continuamente activada su atención y, a la vez, le ofrece disfrutar del ejercicio lector por la maestría con que Antonio Reseco plantea, desarrolla y cierra estas narraciones cortas, cuya elaboración es tanto o más laboriosa y compleja que las extensas, teniendo en cuenta el alto grado de placer estético que proporcionan.
asalgueroc