(Barcelona, Planeta, 2018)
El libro es un cúmulo de interesantes reflexiones, que contienen una abultada información sobre la vida de una pareja en este tiempo desquiciado cuando nada permanece, ni siquiera el amor que sintieron tan intensamente durante sus años jóvenes y difundían a los cuatro vientos su sólido deseo de vivir juntos hasta el final (“hasta la muerte”, decían, ¡qué ilusos!).
Así el texto es una larga lista de las razones, perjuicios y ventajas de una separación matrimonial o de una pareja (23 y 32), del ambiente que precede a la separación (30), de los motivos para separarse (40 y 41), de los males de la separación (60), de cómo se pierde el amor en la pareja (68) y de los valores de las que aguantan los embates del tiempo y del entorno (70). Y es que, según parece, cuando un miembro de la pareja pierde el deseo sexual, el otro se convierte “en un mendigo del deseo” y por ahí comienza a perderse el amor (88). De ahí la infidelidad de Inés con Mateo o el engaño de él, por despecho, con ella.
Final feliz es, además, un libro estremecedor porque pone de manifiesto la profunda complejidad de la personalidad humana. Tal circunstancia lleva a la conclusión de que el ser humano es un experimento fallido, un proyecto a medio hacer, un ente lleno de presiones, temores, fracasos, fantasmas y naufragios. No sabe vivir, ni desenvolverse en el espacio que habita inconscientemente, dando palos de ciego y a veces acertando, como el burro flautista, por casualidad. Así no sabe cómo comportarse en el teatro de la vida y unas veces, las menos, actúa de personaje responsable y, las más, de truhán, cómico, mentiroso o violento incurable. No sabe cómo llenar de sentido su existencia anodina: se aburre, cae, se alza, se justifica en otros, miente, finge, se muestra valiente para ocultar su cobardía… y, en todas sus acciones, descubre, tras su caparazón, una preocupante desorientación vital.
No obstante, trata de eludirla con ilusiones efímeras como el sentimiento amoroso, pero generalmente relacionado con el sexo, y entonces cae en esa trampa que la naturaleza ha urdido para evitar la extinción de la especie, que lo hace vivir un tiempo en la creencia de que ha encontrado la solución a su desamparo, cuando siente caricias, atención, placer, incluso, mimos, pero enseguida advierte que tal estado no es definitivo. Y una vez que se le pasa la euforia, el hombre, sobre todo (por durarle el deseo toda la vida), se encuentra desamparado mendigando amor hasta su último momento. Quizás el motivo se encuentre en que cree ser algo que no es por naturaleza: monógamo, pues continuamente está siendo infiel con la vista, el oído, el deseo... sin poder evitarlo porque, fisiológicamente, es lo normal aunque no lo parezca.

No obstante, aunque Final feliz es un libro con una densidad argumental que acumula todo un interesante tratado sobre las complicadas relaciones de pareja y, por extensión, sobre la dificultad que tiene el ser humano de vivir plenamente la existencia, su lectura resulta un tanto agobiante, verborreica, intelectual, acumulativa… y, por estos motivos, el libro necesita disponer de más puntos aparte, oxigenar el texto y sintetizar ideas, aunque esto no es obstáculo para reconocer que la elaboración de su texto tiene una alta calidad literaria.
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