(Barcelona, RIL Editores, 2019)
Hasta leer El lugar de la cita de Luciano Feria no había conocido una sacralización tan intensa del hecho poético desde la realizada por Juan Ramón Jiménez y Jesús Delgado Valhondo en sus respectivas obras líricas, que concibieron la escritura como un medio ascético para religarse con la divinidad en su intento de alcanzar la Belleza en un mundo límpido, libre de dolor, de imperfección, de tiempo y de muerte. O sea, el lugar de la cita para Luciano Feria, es el sitio ideal para intentar comprender un ser humano y un mundo, que aún no han alcanzado la madurez y necesita un largo proceso de perfeccionamiento, cuyo ideal debe ser el Bien.
Y este punto que puede parecer nuevo en la poética de Luciano Feria no lo es, pues ese deseo es un referente válido de toda su obra literaria, que hasta el momento había sintetizado en tres libros (El instante en la orilla, Fábula del terco y De la otra ribera)con un contenido intensísimo como ahora su novela El lugar de la cita (que iba a ser la quinta parte de De la otra ribera), donde desarrolla, con una profunda densidad, la experiencia de lo trascendente. Y es que Luciano Feria cree en el poema como un lugar de cita y hora festiva pues, para él, lo poético consiste en hacer un viaje amoroso a lo desconocido a través de la poesía, un auténtico rito de iniciación. De ahí su necesidad de decir y de escribirlo y de ahí también sus hondas elucubraciones sobre el proceso de la escritura, para que no se pierdan sus vivencias más íntimas como, por ejemplo, la devoción con que su padre preparó la tienda una vez que, con mucho esfuerzo, consiguió comprarla.
Esta honda y larga reflexión le ha valido a Luciano Feria para elaborar un libro, que es un extenso ensayo novelado, con una cuidada redacción por la que su contenido discurre como el río de Heráclito, pausadamente, aunque sin eludir las angustias propias de un escritor que se acentúan por esa finalidad sagrada, que le imprime a su actividad narrativa en su azarosa búsqueda de Dios, a través de un proceso ascético que no siempre es cómodo.
El contenido de la novela repasa los hechos más destacados de la experiencia emocional de Luciano Feria sin detenerse en comentarios nimios pues, aunque trata de sus vivencias corrientes, él le sabe imprimir una honda categoría intelectual que convierte sus experiencias cotidianas en puro material estético. Además, Luciano Feria resulta un moderno asceta que toma el camino de la vida como guía, sortea sus obstáculos e intenta llegar a Dios por el camino de la perfección con la escritura de El lugar de la cita, que es una larga, clara y sincera confesión para conseguir la purificación.
Y este objetivo Luciano Feria quiere alcanzarlo por medio de la reflexión. De ahí que en el libro haya un predominio de los razonamientos de carácter filosófico sobre la complejidad de la existencia y el libro, en un largo tramo, se convierta en un extenso ensayo donde hace una exposición sintética de enjundiosas lecturas de José Antonio Marina, Miret Magdalena, Maslow, Rollo May, Cal Rogers, Fromm y un largo etcétera sobre la vida y su prolongación, la relación con los demás, la actitud personal ante la realidad, su deseo de perfección para llegar a Dios y conocer, bajo su sabiduría y su amparo, las respuestas de las interrogantes vitales que lo abruman como ser humano, que se sabe imperfecto y caduco. Y, lo más importante, Luciano Feria quiere convertir este complejo proceso en un camino de sanamiento interior no solo literario sino también ético, para llegar purificado al lugar de la cita con la Suprema Perfección.
Aunque Luciano Feria sabe que andar esa senda no será fácil porque, para alcanzar la autenticidad, resulta necesario que, como ser humano, se desprenda del ego para hacer las cosas por encontrar en ellas un sentido y no por los resultados. De ahí que haga uso de una extrema sinceridad, para que sea una confesión total y valiente, aunque le haya costado confesar ciertas intimidades. De este modo el libro trata de encarnar el conocimiento en la rutina de la existencia como un diario lírico. Para llegar a esta meta Luciano Feria se guía por la humildad, que entiende como un estado definitivo del alma libre de angustia, donde se encuentran virtudes como la sabiduría, la paz y el amor.
La tarea de leer El lugar de la citaresulta extraordinaria, aunque el avance es lento y laborioso por su denso contenido, que es producto de una meditada reflexión de una elevada categoría intelectual. Así El lugar de la citaes una confesión directa o a través de personajes reales o imaginados, alentada por una imperiosa necesidad de decir que el autor llevaba reprimiendo, por sus dudas espirituales y literarias, desde que termina De la otra ribera, el último poemario de su trilogía poética.
No obstante, el libro en sí no es una novela sino la crónica existencial de Luciano Feria, construida con datos constatables a través de hondas meditaciones metafísicas procedentes de abundantes y variadas lecturas que va intercalando de numerosos pensadores como San Agustín: “La elevada verdad no se abre sino a aquel que entra en la filosofía todo entero -totus-“, o Rilke: “La verdad es como un fruto que ha de llegar”. Aunque Luciano Feria duda ante la enfermedad de su madre o la lectura de Los hermanos Karamazov de Dostoievsky, donde Dios se muestra impasible ante las miserias del mundo o la muerte de Dulce Chacón (031203); y es que detrás de la plácida realidad reconoce que siempre se encuentra el dolor.

Y todo es por su deseo de comprender, de saber, de experimentar, que concibe como el destino de la conciencia humana: “Conciencia mía de lo hermoso”, llama Juan Ramón a su capacidad de comprensión y aprehensión, o Unamuno piensa que la religión es el opio del pueblo, porque consuela del miedo a la muerte. Por este motivo, Luciano Feria busca la revelación de Dios en la Literatura y su necesidad de conocimiento para alcanzar la sabiduría de los libros y de la edad y… llegar al lugar de la cita.
Luciano Feria se muestra en El lugar de la citacomo un escritor minucioso, pulcro, seguro en su oficio literario, pues es tan respetuoso con el lector que incluso le va contando la técnica de la novela. Y es que es un escritor que se implica en cuerpo y alma en la preparación y la elaboración de sus libros, para que nada disienta del conjunto. Y, además porque, como escritor, también sigue un proceso de perfección técnica y significativa, acorde con su deseo de perfección moral. El libro también es una excelente lección práctica de Teoría Literaria del autor al lector, sin intermediarios. Es además un relato minucioso, razonado, que sigue el proceso de creación de una u otra manera con sus cálculos, reformas y ajustes, según el estado de ánimo creativo. Así su técnica de elaboración es la del minucioso montaje de un complejo mecano lingüístico, que va explicando conforme lo construye.
En fin, Luciano Feria lleva a intuir, además, que la escritura cumple una función mítica y mística, que convierte la simple realidad cotidiana en vivencias trascendentes. Y ahí es donde reside el verdadero valor de la escritura y de El lugar de la cita: en fijar el pasado y hacerlo grandioso y eterno en un tiempo especial creado por la memoria del escritor.
Antonio Salguero Carvajal