(Badajoz, Fundación CB, 2018)
El poemario contiene el júbilo del poeta ante el impacto positivo que produjo en su ánimo y en su vida el nacimiento de su hijo al contar con una nueva presencia humana en su casa y más cuando era consciente de que tenía una edad avanzada para ser padre: “Cuando la ternura toma cuerpo / y el aire se respira entre sueños, / la vida tiene / un / nombre, / Ro / dri /go.” (21).
Rodrigo trae la alegría al hogar con una inconsciente hiperactividad que le provoca risas, caídas, gritos y llantos. Es un revoltillo lleno de gracia y de vida que consigue hacer olvidar al poeta los contratiempos de la existencia, que se vuelve mucho más grata a pesar de que no resulta más cómoda: “Un ímpetu maravilloso, difícil de contener / que devora el dolor / de soles y mañanas.” (54).

La espera (17), el parto (20), el nacimiento (21), el crecimiento (“En el momento que los biberones / ocuparon las estanterías de la cocina / […] / tomé conciencia de que un trozo / de realidad se había colado / por la puerta grande de mi casa. / Entonces, / solo / entonces, / la sorpresa me devolvió / a lo humano”, 23), el sacrificio y la paciencia (25), la evolución expresiva (27) y lingüística (“Un cosmos de bisbiseos / que mañana serán / sílabas / de amor, / odio / o / es / pe / ran / za.”, 34), los juegos (38), el gatear y andar (40), el habla y las preguntas (“Miras y ordenas con rapidez, / mientras los verbos se atascan / en tus labios / con frases que quieren decirlo todo, / sin llegar a completar nada.”, 66), la rebeldía (73) y el colegio, donde el niño conecta con la dura realidad de pertenecer a un frío sistema (“Hace unos meses has comenzado a despertar a las manías del sistema, a las madrugadas infames que desvelan tu sueño de duendes y aventuras.”, 77).
No obstante, aunque el poemario está ilustrado con unos simpáticos dibujos del pintor en ciernes Rodrigo Lobato y cuenta con un estilo ágil, cálido, abierto e, incluso, desenfadado, el ambiente que envuelve las peripecias del vitalista Rodrigo y la resignada paciencia paterna y materna, se encuentra impregnado de la intranquilidad del poeta por el paso del tiempo, consciente de que los muchos años de diferencia existentes entre ellos más pronto que tarde los separará: “Descubro que el tiempo es cruel. / Menguo y Rodrigo / crece. / Una carrera imparable.” (86).
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