(Barcelona, Random House, 2016)
El autor explica el título con esta afirmación relacionada con la Mitología: “Aquiles es el hombre de la vida breve y de la muerte gloriosa, que fallece en la cumbre juvenil de su belleza y de su valor y accede así a la inmortalidad, el hombre que derrota a la muerte mediante kalos thanatos, una bella muerte que representa la culminación de una vida bella. Ulises, en cambio, es el polo opuesto: el hombre que vuelve a casa para vivir una larga vida dichosa de felicidad junto a Penélope, a Ítaca y así mismo, aunque al final le alcance la vejez y después de esta vida no le aguarde otra.” (26). Ulises va a visitar a Aquiles en la mansión de los muertos y le asegura que su muerte es la mejor, pues ha quedado en la memoria colectiva, pero Aquiles, el monarca de las sombras, le responde que “querría ser siervo en el campo que reinar sobre todos los muertos que allá fenecieron” (261).
“El monarca de las sombras” en la novela es el protagonista, Manuel Mena, un joven de Ibahernando (Cáceres), el pueblo natal de Javier Cercas, tío-abuelo del autor, que luchó como alférez en el bando nacional durante la guerra civil y murió en combate. Este hecho lo aprovecha Cercas para realizar una profunda reflexión sobre la absurdez de la guerra que a nadie (ni a Aquiles) convierte en héroe como en el caso de Manuel Mena pues, por mucho que se les alabe, la realidad es que han muerto en la mejor edad de su vida sin saber a ciencia cierta por qué lo han hecho y, en el caso de saberlo, si su sacrifico ha merecido la pena.
También Cercas con El monarca de las sombrasquiere realizar un exorcismo purificador sobre algo que lo intranquilizaba desde hace tiempo: la actuación de su familia en aquel triste conflicto de hermanos contra hermanos, de paisanos contra paisanos. Para lograrlo lleva a cabo una clarividente descripción de la situación política y social de antes y durante la guerra en Ibahernando, que enfrentó a todos contra todos y fracturó la convivencia hasta hoy, 80 años después (cuando escribo este dato, el gobierno de España acaba de aprobar un hecho conflictivo relacionado con la guerra civil: la exhumación de Franco del Valle de los Caídos…).
No obstante, lo más relevante de El monarca de las sombras es que la técnica empleada convierte al libro en la novela total, pues Cercas no incluye en ella solo la narración de la historia sino los preliminares que hasta ahora solo eran considerados preparativos para escribirla y luego eran desechados al terminarla por su autor. De tal forma que esta novela es el resultado de una investigación detectivesca, en la que no solo implica a David Trueba, director de cine, y a un equipo de rodaje, sino también a toda su familia, incluida su madre, como si novelar consistiera en una más de la actividades cotidianas. Así no se le escapa ni un detalle al escritor metido a policía, pues cuenta desde el mismo germen de la historia, pero no de la que narra la novela sino del proyecto escritor desde que un creador literario piensa componer el libro: “había resuelto hacer una pausa en la novela que estaba escribiendo para sumergirme en el mar de informaciones sobre Manuel Mena” (157).
Así, Javier Cercas va contando, como si formara parte de la novela, los detalles de la preparación de la historia de manera que va construyéndola conforme realiza los preparativos: el motivo de por qué quiere contar esa historia, sus pesquisas para documentarse, los inconvenientes de errores documentales que lo despistan y lo obliga a reconsiderar la marcha de sus investigaciones y empezar de nuevo, los callejones sin salida donde se adentra, las dudas sobre el valor de la historia para contarla e, incluso, sus altibajos emocionales. Bien, con estos avances y retrocesos, Javier Cercas va contando la novela que es la narración fragmentada de la vida del protagonista hasta que, sin saber casi nada de él, acaba reconstruyendo la trágica existencia de su tío-abuelo Manuel Mena, a pesar de que solo ha quedado la memoria de los pocos mayores que aún viven de aquella época, los partes militares y un escrito del protagonista.
Es decir, Javier Cercas, usando la expresión taurina “Hasta el rabo todo es toro” (sobreentendiéndose “desde los cuernos”), aplica este principio: “la novela es tal desde que el escritor la piensa por primera vez hasta que le pone el punto y final”, mientras que, tradicionalmente, los escritores realizan los preparativos (en muchas ocasiones durante años acumulando datos, informes y detalles) y, una vez completados, se ponen a escribir con todos los datos necesarios para contar la historia de un tirón, si es posible; y el resultado de este proceso es la novela. Sin embargo, Javier Cercas, y este es su acierto, en El monarca de la sombra usa una técnica, que puso en práctica en Soldados de Salamina, con la que va más allá al incluir los preparativos y mezclarlos con la construcción de la historia novelesca.
Para el lector resulta muy interesante esta técnica porque acompaña al escritor en todo momento y se convierte en activo copartícipe de lo que lee, pues conoce a fondo la dimensión global de la actividad escritora. Además con esta técnica el autor actúa como un excelente narrador histórico rellenando los espacios oscuros del relato después de indagar y llegar a la conclusión más cercana a los que realmente pudo haber pasado. De tal manera que al final tiene la historia totalmente reconstruida con datos comprobables más los que ha deducido de sus arduas investigaciones. Así Cercas logra reconstruir las peripecias de su tío-abuelo, a la vez que va introduciendo reflexiones sobre la inutilidad de la guerra y críticas contra la violencia por ella generada con la advertencia de que la muerte no crea héroes. De este modo tan original, los lectores tienen una interesante historia que leer y un motivo para sentirse orgullosos de haber intervenido en su composición. De tal manera que Javier Cercas duplica la función de la Literatura y propone una nueva y más estrecha relación entre el autor y el lector.
El monarca de las sombras es un excelente ejemplo práctico para un curso de Teoría Literaria donde conocer la complejidad de la elaboración literaria, aprender a valorar esta actividad como una profunda labor intelectual y, una vez coparticipada, disfrutar plenamente de la lectura.
asalgueroc